Agua

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-¿No te estás arrepintiendo?

Estábamos parados frente la puerta que daba al jardín. Ya habían quitado el toldo de donde habían preparado la pachamanca. Habíamos esperado a que nos avisaran que la piscina ya estaba lista y bien templada antes de si quiera ponernos ropa de baño. Nos habíamos turnado el baño y estábamos usando las enormes batas de toalla, mirando sin mucha convicción la pequeña piscina que podría decirse también un jacuzzi un poco grande. Aún faltaba por lo menos un par de horas para que anocheciera, pero había empezado a oscurecer muy ligeramente. Los chorros de agua del hidromasaje formaban burbujas que se veían bastante tentadoras, pero el conocimiento de cuánto podía bajar la temperatura una vez que el sol se empezaba a ir resultaba bastante disuasivo. 

-La verdad, un poquito -me confesó.

-Nos metemos de una... ¿o cómo?

-¿No que tú no querías? -me miró burlona.

-Ya me cambié, ya estoy acá parado. No hay forma que no lo hagamos ahora. 

-¿Me estás incluyendo en eso?

-Claramente. Por ti es que estamos aquí. Ahora, vaya usted a la piscina, señorita bloggera.

Los dos intercambiamos una mirada, como procesando lo que acababa de decir. 

-¿En serio acabas... -comenzó a decir conteniendo una risa.

-No -negué repetidamente con la cabeza. 

-Yo creo que sí...

-No, no, no.

Empecé a alejarme de ella en dirección a la piscina. Al abrir la puerta y salir del refugio del hotel sentí una ráfaga de aire menos fría de lo que había esperado. Con paso decidido me dirigí hacia las tumbonas para dejar ahí la bata. 

-Voy a fastidiarte con eso cuanto pueda. 

-¿Sabes qué? -la encaré -No me importa. 

-¿No? -se cruzó de brazos mirándome de manera socarrona. 

-No -alcé el mentón optando por una postura orgullosa -Ahora lo que me importa es verte dentro de esa piscina. 

Eso la distrajo un momento. Lanzó una ojeada desconfiada al agua.

-Debe estar fría.

-Es temperada. Es como un jacuzzi. Hasta puedes ver el vapor que sale.

-Entra tu primero.

-Pero promete que entrarás después.

De mala gana hizo lo que le había pedido. Dándole la espalda me saqué la bata y sentí con mayor fuerza el cambio de temperatura. Pese a no estar viéndola, podría jurar que sentía sus ojos clavados en mí. Incluso me pareció de murmuraba algo. Sin hacer ningún comentario al respecto me metí en el agua rápidamente, buscando escapar del frío. Por unos segundos me escoció la piel y tuve la impresión que el agua estaba hirviendo. Solo fue un instante hasta que me aclimaté a la temperatura. Recién ahí miré a Sabrina, sorprendiéndola observándome. Aún así, no trató de disimular. Me pareció que se encogía ligeramente de hombros, como resignada y sonrió. 

-¿Muy caliente?

-¿El agua?

Ella captó la broma al instante. 

-Sí -contestó riendo -me refería al agua.

-Te vas a adaptar rápido -le aseguré -¿Vienes?

Asintió aunque parecía no estar del todo convencida. Lentamente deshizo el nudo que sujetaba su bata pero dudó un poco antes de quitársela y dejarla junto a la mía. No pude evitar mirarla. Eso duró menos de un minuto porque al instante supe que debía dejar de hacerlo. Perros, gatos, manchas de barro, doritos, las pantuflas de mi abuela, sí, eso estaba mejor, las pantuflas rosadas de mi abuela, el gorro sucio de mi abuelo... Recién cuando la sentí entrar al agua me atreví a levantar la vista de nuevo.  ¿Decirle que era preciosa era una buena idea? No había ni terminado de formular la pregunta en mi mente cuando ya estaba reprochándome en silencio por siquiera considerarlo. 

Ella entró a la piscina de a pocos, dándose tiempo para acostumbrarse a la temperatura. 

-Ven -extendí una mano hacia ella -es más fácil si te zambulles de una. En todo caso, haz como yo y mantén el agua cubriendo tus hombros. 

Fingió dudar, pero finalmente se acercó, tomándome de la mano. Podría jurar que en ese instante una corriente me recorrió y sin pensarlo dos veces enlacé mis dedos con los suyos. Evitamos mirarnos, dirigiendo aparentemente nuestra atención hacia el maravilloso paisaje que teníamos en frente, el cielo oscureciendo de a pocos, cada una de sus tonalidades haciendo que todo se viera diferente. Sin embargo pude notar cuando se tensó, nerviosa y cómo se relajó poco después. Salvo las manos, pese a estar a pocos centímetros de distancia, no nos tocábamos. 

-¿No quieres mojarte el pelo? -pregunté por decir algo.

Sabrina me miró extrañada, pero entendió en cuanto señalé cómo llevaba recogido el pelo. Como en un respingo retrocedió defensivamente, alejándose, pese a eso, sin llegar a soltarme. Sonreí para mis adentros por el detalle.

-Ni te atrevas -me advirtió.

-Tranquila.

Sonreí divertido al ver cómo me hacía un gesto con la otra mano como si me fuera a decapitar. Nuevamente me giré a mirar el panorama. 

-Me alegro de estar acá -solté de una -Y también de que tú estés acá.

-¿Aunque compartamos cuarto? -volvió a acercarse lentamente.

-Pese a eso -respondí dramáticamente, como si implicara un enorme sacrificio de mi parte.

Riendo ella se apoyó en mi, poniendo su codo en mi hombro. Nos giramos el uno hacia el otro en el mismo momento. Nuestras miradas se encontraron y conectaron. Antes de darme mucha cuenta de lo que estaba haciendo, me estaba inclinando hacia ella. Pude percibir que ella imitaba mi movimiento. Por algún motivo todo parecía en cámara lenta. Podría jurar que estaba a menos de un milímetro de sus labios cuando escuchamos a nuestras espaldas:

-Ya está oscuro, prenderemos las luces, pero les aconsejaríamos no tardar mucho en entrar al hotel, la temperatura va a bajar. 

Sabrina rio por lo bajo, algo avergonzada y ocultó el rostro de la persona que había hablado, girándose al lado opuesto. Yo maldije para mis adentros y sin poder evitarlo casi fulmino a la chica, que reconocí como una de las recepcionistas, con la mirada. Me obligué a agradecerle, aunque de mala gana.

-Será mejor que vayamos -susurró Sabrina en cuanto la chica desapareció de nuestra vista. 

Dio unos pasos hacia la escalera para salir de la piscina.

-No, no hay forma -me apuré en detenerla tomándola de la mano.

Ella se volteó sorprendida pero sonrió cuando la acerqué a mi. Me sentí extrañamente nervioso al acariciar su mejilla, aprovechando para contemplar su rostro. Mis ojos pasaban de disfrutar mirando los suyos a sus labios.

-No te me vas a escapar tan fácil -murmuré.

Como  en un gesto nervioso Sabrina se mordió el labio inferior y eso fue todo lo que necesité para terminar de perder el control e inclinarme a besarla. 



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Propósito del nuevo año: demore lo que demore, no dejar de escribir!

Espero que pasaran unas lindas fiestas y empezaran el año de la mejor manera posible!

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