Decisiones de mañana

181 20 0
                                    

Nos habíamos quedado en silenciosa compañía las últimas horas de la noche anterior. Cada uno había trabajado en sus propios asuntos y de vez en cuando intercambiamos una sonrisa. No nos habíamos acostado demasiado tarde (siempre haciendo la muralla divisoria), el cansancio de la caminata nos había tumbado. Definitivamente la altura afectaba el rendimiento físico. Pensamos que no lograríamos despertarnos y sin embargo, probablemente por pura costumbre, mi cuerpo decidió abandonar el sueño antes de las ocho de la mañana. 

Me mantuve echado y con los ojos cerrados después de comprobar la hora en mi celular. Me desperecé sin demasiadas ganas. Cuando abrí los ojos esa vez lo primero que vi fue a Sabrina. Se debía haber movido bastante durante la noche porque se había destapado. Me pregunté si habría tenido pesadillas. Yo no había notado nada. Estaba empinándome para alcanzar las sábanas que estaban a la altura de sus rodillas cuando lo noté. 

En su lado de la cama, en la manta que cubría el colchón, había una muy pequeña mancha oscura. Me quedé helado. ¿Qué debía hacer? Estuve a punto de despertarla y avisarle. Definitivamente había que limpiar eso. Por suerte me detuve. Si bien ella no tenía culpa ni control alguno de lo ocurrido probablemente se sentiría muy mal y avergonzada no solo de la mancha sino de que yo la hubiera visto. Me apenó la idea. De seguro se incomodaría. ¿Cómo ahorrarle el mal rato? La miré de nuevo mientras trataba de pensar en alguna solución. Ella dormía tranquila, apoyada en su costado. Me fijé recién en su pantalón y vi también una pequeña mancha. Con esa no podía hacer absolutamente nada. Pero ¿y con la de la cama?

-Usa tu cerebro para algo -mascullé por lo bajo, hablándome a mí mismo.

Noté que la sangre aún parecía húmeda y me dije que eso haría más fácil limpiarla. Me apuré en ir al baño y traer papel. Pensé en presionar con papel y tratar de absorber lo máximo posible pero eso no resolvería el problema. Peor aún ¿si se pasaba al colchón?

-¿Qué hago? -susurré rogando no despertarla.

Entonces se me ocurrió. Desde mi lado de la cama saqué la cubertura del colchón y levantándola deslicé mi mano hasta acercarme a la mancha.

-Es sangre, nunca has sido asquiento, no te vas a poner quisquilloso ahora -me dije.

Tenía que dejar de pensar en voz alta. Era vergonzoso. Sobre todo si a quien me dirigía era a mí. Con cuidado puse  papel higiénico debajo de la mancha. Luego presioné desde arriba con más papel. Con satisfacción comprobé que casi todo se absorbía dejando solo una pequeña marca. Boté ambos papeles y puse aún más debajo de la sábana. Regresé al baño y humedecí un poco una toalla. Con eso terminé de eliminar la mancha. Después sequé lo mejor que pude lo poco que había mojado y finalmente acomodé de nuevo el protector.

Tras dejar todo en su sitio me quedé mirando a Sabrina. No pude evitar una pequeña sonrisa. No podía creer que no se hubiera despertado. Satisfecho con lo logrado me volví a meter en la cama. Ahora solo debía esperar a que ella se despertara. Pensé que ya no me quedaba sueño, pero al cerrar los ojos sentí un poco de pesadez así que dejé que me ganara.

Pudo haber sido minutos después o quizás horas, pero noté a Sabrina moverse al despertar. Primero fue algo leve, acompañado de un suave bostezo. De ahí se quedó inmóvil, como paralizada. Me pregunté si se daba cuenta y si las mujeres sentirían esas cosas. Aún así me mantuve con los ojos cerrados. Pude sentir su mirada sobre mí, imaginé que comprobando si yo seguía dormido. Soltó un suspiro aliviado. Luego se paró de un salto. Escuché que movía las sábanas. No me costó visualizarla revisando en busca de una mancha. Otro suspiro aliviado. Me giré de manera que le daba la espalda, temiendo que se me escapara una sonrisa delatora. 

Probablemente alertada por mi movimiento ella dejó escapar una maldición.

-Gracias a Dios que hoy yo me levanté primero -balbuceó. 

Seguía sintiendo sus ojos en mí, probablemente vigilándome. 

-No te despiertes todavía por piedad -susurró de manera apenas audible -sigue durmiendo. Por suerte no has visto nada. Gracias a la vida y no se qué milagro que mi suerte no traicionó hoy. 

Ella también pensaba en voz alta, pero al menos no se estaba hablando a sí misma. Maldijo un poquito más al forcejear con el cierre de su maleta. Finalmente escuché como corría y se encerraba en el baño. Cuando distinguí el sonido de la ducha me di el gusto de sonreír. Quizás era una tontería, pero sentía la satisfacción de haber hecho algo bueno. La verdad es que no me había costado más que la tensión de que ella no se despertara y le ahorré a ella un mal rato. 

Fingí despertar cuando salió del baño.

-Buenos días -fingí un poco la voz de cansancio.

-Buenos días -me contestó de buen ánimo -¿Qué tal dormiste?

-Mucho más de la cuenta, me temo. ¿Qué vamos a hacer hoy? -me levanté con ganas.

-¿Eso significa que me acompañarás?

Me quedé inmóvil unos segundos.

-A menos que prefieras que no lo haga... -comencé a decir.

-Sí, sí, yo feliz... pensé que te aburrirías, ya sabes, de mi lista y todo eso.

En mi mente apareció la idea de que quizás temía que me hubiera aburrido de ella, no por ser yo quien importaba en esa ecuación, sino el poder ser ella aburrida. Decidí que si alguna vez se lo preguntaba explícitamente, ese no era el momento. 

-¿Qué te parece si bajamos a la quebrada? Se supone que es un lugar muy tranquilo y bonito. Con suerte la lluvia de anoche no ha dejado la ruta hecha barro, pero no se ha secado del todo y la arena no se levanta. Podríamos ir en cuatrimotos. Estaban en tu lista ¿no?

Me pareció que se alegraba de que me acordara. Asintió con una sonrisa.

-Quizás podemos almorzar ahí ¿te parece? Podría pedir en recepción que nos preparen alguna merienda para llevar mientras desayunamos. No creo que se nieguen.

-Más les vale que no se nieguen -corregí antes de añadir -Ve adelantándote, me alistaré rápido y te doy el alcance en el comedor. Quiero además dejar el estuche de mi cámara preparado. 

Intercambiamos una mirada que me generó un escalofrío. Podría ser por la familiaridad con la que funcionábamos. Antes de poder hacerme una idea o ver si ella también había tenido esa sensación, Sabrina salió del cuarto. 



----

Estoy disfrutando mucho de estar escribiendo de nuevo. Gracias por acompañarme, tanto a los nuevos como a quienes están aquí apoyándome después de años. Mil gracias

WanderlustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora