Hacía bastante frío en aquella noche, Dafne se desplazaba rápida por la maleza del bosque. Mientras portaba una antorcha en su mano derecha. Los árboles le arañaban los brazos con sus afiladas ramas y los arbustos atravesaban sus ropas. Su olfato y sus sentidos jamás le fallaban, no cabía duda de que estaba cerca de su objetivo.
El bosque estaba muy oscuro así que no le fue difícil divisar una tenue luz a lo lejos, así que caminó con decisión hasta ella. Justo ahí estaba una figura de un muchacho de estatura media, en su mano portaba la antorcha que había delatado su posición. Él no había reparado en la presencia de la elfa hasta que ésta exclamó:
- ¡Eh espera un momento! - continuó a paso ligero hasta que se acercó lo suficiente al joven, ella estaba un poco acalorada por la carrera y se paró para recobrar el aliento.
El muchacho se giró poco a poco hasta encontrarse con la cara de la agotada chica, él le echó una mirada fría y arrogante - ¿Sabías que con el sólo hecho de verte me repugnas, elfa? ¿Por qué me molestas? -
Dafne frunció el ceño y aunque se sintió ofendida, le preguntó desconcertada: - ¿Por qué me odias tanto? ¿Acaso te he hecho algo?
-Los elfos no sois de fiar y no traéis más que desgracias.
- No todos somos iguales, cuando era niña yo también pensaba que los humanos eran crueles, pero descubrí que no estaba en lo cierto y me alegro de ello. ¿Qué puedo hacer para que lo entiendas? ¿Qué te han hecho los elfos?
- Como si te lo fuera a contar a ti ¡Déjame en paz! Vete de mí vista antes de que te parta en dos con mi espada. - el chico le dio la espalda y prosiguió con su camino.
- ¡Espera, por favor! Sé que le tienes aprecio a Ariadna he visto como hablabais, así que vuelve por ella ¡Te necesita! Además, ella te salvó la vida cuando aquel lobo te atacó ¿no le debes algo?
Al oír su nombre, Dante inclinó la cabeza hacia abajo y balanceó suavemente su cuerpo, parecía que estaba lidiando con algún tipo de problema interior. Se giró de nuevo para mirarla y después de unos segundos de silencio le contestó: - No habéis sido del todo sinceros conmigo, pero lo entiendo. A pesar de que nos conocemos de hace poco me he acostumbrado a viajar con vosotros. Sin embargo, no me puedo meter en tan escabroso problema, si mi señor se entera de esto ¿Quién sabe lo que podría hacer?
- ¿No irás a contárselo verdad? - A la elfa le empezó a temblar el labio superior.
- ¡No, nunca lo haría! No quiero ocasionaros conflictos, pero si me quedo a vuestro lado es probable que empeore las cosas.
- ¿Por qué? - insistió Dafne.
- Porque estaría traicionando a mi rey, además me reconocerían fácilmente.
- Pues quítate tu armadura y viaja con nosotros en la clandestinidad.
- No me puedes pedir algo así ¿Quitarme la armadura? Pero si es mi orgullo como soldado. Por cierto ¿Cómo está ella de las heridas? - Una expresión de preocupación se dibujó en el rostro del muchacho.
- Si quieres saberlo tendrás que venir conmigo.
- ¡Uf! Que jugada tan sucia típica de un elfo. Eres demasiado insistente. Debes estar muy desesperada así que no me queda más remedio que verla por mí mismo. No sería un buen soldado si me voy sin más, dejando a alguien en malas condiciones. No obstante, iré con una condición, no me quedaré mucho tiempo y no me meteréis en más embrollos.
- De acuerdo. ¿Nos contarás todo lo que sabes sobre el espejo? - preguntó ella intrigada.
- No puedo deciros todo lo que sé porque algunos detalles tengo prohibido siquiera mencionarlos. No obstante, os hablaré sobre lo que me esté permitido, siempre que confiéis en mí y prometáis hacer lo que yo os aconseje.
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La reliquia encantada
FantasyEn Irëdia, un reino mágico y sombrío, estalla una cruenta batalla entre humanos y demonios. El conflicto da lugar al gobierno del tirano rey Baltor, cuyas ansias de poder y control amenazan con resquebrajar los cimientos de las alianzas y la paz de...