El secreto del lago

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Llegaron al lago después de un largo viaje. Ariadna seguía quejándose de la espalda, pero aguantó todo el trayecto de golpe. Sin embargo, tuvieron que descansar en la orilla del lago. Cuando estuvieron sentados cerca del borde del estanque, recordaron las palabras de Unax: "El camino sólo se abrirá a los puros de corazón". Sin embargo, ninguna senda se les reveló, pues no había más que una enorme cascada, la laguna y el eterno bosque.

Sin saber que hacer, probaron todo aquello que se les ocurrió: como decirle a la catarata: "ábrete" en todos los idiomas que conocían; a bañarse en el estanque y sumergirse en busca de alguna salida oculta, pero nada daba resultado. No obstante, al lavar sus cuerpos en el lago, sintieron mejoría e incluso Ariadna sintió alivio en las quemaduras. Ciertamente el agua tenía un efecto reparador en ellos y al beberla, resultaba exquisita y saciaba toda su sed, aprovecharon la ocasión para llenar sus recipientes vacíos.

El sol empezó a ocultarse entre los árboles, dando lugar a la aparición de la hermosa luna resplandeciente. El grupo, sin llegar a descubrir la entrada secreta a Amazenos, encendió un fuego y cocinó dos ardillas y dos conejos cazados esa misma tarde, era suficiente comida para acallar a sus hambrientos estómagos.

La noche avanzó con rapidez y las flores del claro despedían un intenso aroma que invitaba a dormir, incluso tuvieron unos sueños placenteros y reconfortantes que hacía bastante tiempo que no tenían ¿Se debía a las milagrosas aguas del lago? Pero la tranquilidad no duró mucho, un grito de espanto interrumpió el silencio de la noche: Dante sostenía el espejo con fuerza y el saco de Ariadna, en el que éste estaba, yacía revoleado por el suelo.

El muchacho presentaba todas las facciones de su rostro tensas y de sus ojos se escaparon algunas lágrimas, mientras que su cuerpo adquirió un tono rojizo, se dibujaron unos surcos negros en su piel como si esta se estuviese desgarrando. Los ojos del joven se tornaron en un color carmesí y sus pupilas azules desaparecieron por completo. Dante sostenía el espejo con fuerza, incluso parecía que lo tenía pegado a la mano pues en más de una ocasión trató de zafarse de él sin éxito. De pronto, el muchacho se quedó quieto y en silencio.

Todos los presentes se quedaron inmóviles mientras lo observaban. El sufrimiento que se podía apreciar en el rostro de Dante se tornó en ira en tan sólo unos segundos ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Y por qué tenía el espejo en la mano? Él consiguió deshacerse del espejo de su mano, pero dirigió una mirada torva a los espectadores.

El semblante de Dante estaba irreconocible: su tamaño y masa corporal crecieron considerablemente en tan solo unos segundos, sus ojos dirigían miradas de odio a los presentes.

Su piel se había tornado de color sangre y en el pelo le crecieron dos cuernos. En lugar de un humano, ahora parecía una bestia feroz e incluso su comportamiento se había vuelto salvaje: sus movimientos eran toscos y parecía no ser consciente de sus actos o su comportamiento. El nuevo aspecto de Dante le confería una apariencia aterradora que más que humano, recordaba a un demonio.

La criatura en la que se transformó el muchacho fijó su maligna mirada en Dafne y se abalanzó hacia ella tan veloz que no tuvo ocasión de esquivar el golpe. El contacto de su cara con el de la mano del ser, le abrasaba la piel. Sus crueles ojos, en los que solo se podía apreciar desdén, volvieron a acecharla. Sin duda algo le ocurría al muchacho pues parecía completamente desquiciado, nadie diría que ese era el Dante que habían conocido. Incluso los caballos estaban alborotados con su presencia. De no ser porque estaba atados a los árboles, los pobres animales hubiesen huido.

La criatura en la que se había convertido el muchacho trató de golpear de nuevo a la elfa, pero Helena le detuvo con una cuerda, el nudo era perfecto para retener a cualquiera. No obstante, el demonio Dante tiró con tanta fuerza que Helena cayó de bruces al suelo.

La reliquia encantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora