Capítulo Dieciocho: Reencuentro inesperado

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Harry se encontraba en su despacho revisando unos importantes documentos. Suspiró para luego mover su cuello de un lado hacia otro. Estaba muy cansado, llevaba semanas trabajando como un verdadero maniático. Desde que Draco se había marchado no le agradaba pasar demasiado tiempo en la mansión. Se había cambiado de habitación porque todo en la que solía ocupar con Malfoy le recordaba lo sucedido. No pudo deshacerse de sus pertenencias, simplemente seguían en el mismo lugar que él las había dejado.

Decidió descansar al menos unos minutos, el asunto de los ataques repentinos que se habían producido a lo largo de los días era algo que realmente le preocupaba. Miró el itinerario del viaja que Hermione había planeado y sonrió, necesitaba resolver todos los conflictos antes de salir de viaje con sus amigos, si todo marchaba bien a fin de mes estarían en Paris. Ordenó a su secretaria que le trajera una taza de café, necesitaba mantenerse despierto y continuar con su trabajo. Tomó nuevamente los documentos y continuó revisándolos para luego firmarlos.

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—Ron..., ¿crees que es buena idea salir de viaje en este momento? —preguntó Hermione mientras caminaba del brazo con su esposo por el Callejón Diagon, habían ido a comprar algunas cosas que ella necesitaba.

—Sí, a pesar de todo lo que está sucediendo creo que es lo mejor para Harry —respondió—. Desde que Malfoy se fue no hace otra cosa más que trabajar y eso sólo terminará por enfermarlo —suspiró.

—Sí, tienes razón. —Ambo fueron testigos del sufrimiento de Harry, a pesar de todos sus errores su amor por Draco era verdadero. Pero su relación no comenzó correctamente, todo entre ellos resultaba demasiado complicado. Las mentiras no se pueden ocultar para siempre y por desgraciada Harry no pensó en ello cuando le ocultó el secreto de su madre a Malfoy.

Continuaron recorriendo el lugar, entregaron a las tiendas en donde Hermione hizo algunas compras. Mientras avanzaban la pareja no dejaba de hablar sobre su viaje y los lugares que deseaban visitar. Pero en ese momento algo extraño sucedió. Hubo una fuerte explosión en una de las tiendas y pronto las personas comenzaron a correr hacia diferentes direcciones.

—No puede ser —murmuró Ron—. Están atacando nuevamente. —Tomó la mano de su esposa y comenzó a correr en sentido contrario. Ninguno había llevado su varita, o creían necesitarlas, había sido una mala decisión. El tumulto de personas pronto se convirtió en un verdadero caos haciendo que Hermione soltara la mano de Weasley.

—¡Ron! —gritó ella. Él volteó a verla y sus ojos se abrieron con sorpresa. Después de todo pasó muy rápido, hubo una nueva explosión y Hermione sólo cerró sus ojos, sintió ser empujada hacia atrás y al caer su cabeza impactó fuertemente contra los escombros. Sólo fue consciente de un fuerte dolor en su cabeza y la sangre caliente mojar su cabello. Luego de eso todo fue oscuridad.

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Draco caminaba por las calles de la ciudad. Había salido a comprar algunas cosas que le hacían falta, las últimas semanas los antojos se hacían mucho más frecuentes y como no deseaba molestar a su padre y tampoco a Severus solía ir él mismo por lo que se le antojaba en ese momento. Estaba a unas calles de su casa cuando vio el parque a unos cuantos metros. Pensó que no sería mala idea ir a descansar unos minutos, estaba aburrido de pasar todo el día encerrado en casa. Así que luego se verificar que el semáforo estuviera en rojo cruzó la calle. Caminó por el lugar con pasos lentos, su vientre de casi seis meses ya le dificultaba algunas cosas —como caminar más deprisa —, pero todo valía la pena. Su pequeña Narcissa era una bebé muy sana según palabras del medimago.

Se sentó en una banca frente a la fuente y contempló los chorros de agua salir de ella. Las risas de los niños llegaron a él y volteó a verlos, sonrió. Niños y niñas corrían de un lado hacia otro mientras jugaban, a unos cuantos pasos sus padres los vigilaban. Vio a una pareja abrazar a su pequeño hijo que no tendría más de cinco años y la nostalgia no se hizo esperar. Se llevó una mano a su vientre y lo acarició con ternura.

El precio de la libertad [HARCO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora