CAPÍTULO X

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Anabel, quien sale del cuarto de Esteban secándose las lágrimas de su cara, se dirige hasta la sala donde se encuentran Beth y Samy. Quiere aparentar no estar destrozada emocionalmente pero se le rompe el llanto al mismo tiempo que se despide.

—No puedo, lo siento –Se echa a llorar y se dirige hasta la salida.
—Ana, ¿qué sucede? No te vayas –replicó Samy sorprendida y confundida mientras la persigue hasta la puerta de salida.
—Lo siento, Samy –susurró mientras cerraba la puerta.

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Triste, solitario y casi desnudo en su habitación; recordando la silueta de Ana irse tras la puerta, se vuelve hasta las cartas que tiene sobre la mesa de su computadora. Observa que hay algo escrito al final de su última carta. Está seguro que no había escrito eso, así que lo toma y le echa un vistazo más de cerca.

¿Por qué no me dijiste nada?

Sí, iba a salir contigo. Pero, ahora mismo necesito estar sola. No quiero que me busques. Necesito pensar.

Ana.

«No te haré caso, Ana. No dejaré que te marches de esta manera», pensó al tiempo que se vestía. Toma lo primero que se encuentra, se arregla y apresurado sale de la habitación. Pero justo en ese momento se acerca Samy e intentando ingeniarse para evitarla, no lo consigue.

—¿Qué demonios hiciste? –preguntó Samy enojada.
—Yo no hice nada. Leyó mis cartas –respondió Esteban encogiéndose de hombros.
—Está furiosa –aseveró Samy y nuevamente hace una pregunta–: ¿Lo sabe? –murmuró intrigada.
—Yo creo que sí... –responde Esteban mientras se vuelve al cuarto resignado.
—Lo estropeas todo –replicó Samy mientras se regresa a la sala con su abuela.

Justo cuando entra nuevamente a su habitación, suena su teléfono. Corre para tomarlo queriendo que fuese Ana, pero no, ella no era. Contesta y conversa con el Dr. Osman, quien en su trato le recuerda comprar el pasaje para la reunión y primera prueba que se hará en San Francisco el día de mañana. Esteban deja en claro que todo está en orden y está preparado para dar el próximo paso a la investigación.

Decepcionado de sí mismo, toma sus cosas y sale de su apartamento para ponerse en marcha por la autopista y dirigirse a su oficina de trabajo.

9:16 am

—Pensé que no vendrías –dice su jefe Norman mientras lo observa entrando en la oficina.
—Lo siento, Norman. No he tenido una buena mañana –replicó frunciendo el ceño mientras se sienta frente a su ordenador.
—No te preocupes –respondió Norman mientras tomaba la taza de café que su asistente acababa de traerle y añade–: Supongo que todo lo acordado del día de mañana está listo ¿es así?
—De hecho sí, mañana a las 10 am estaré abordando el avión con el Dr. Osman –replicó Esteban.

Norman no suele entrar en las oficinas de sus empleados pero en ese momento, se adentra a la oficina de Esteban y cierra la puerta. Esteban, perplejo lo observa sentarse frente de él mientras se dispone a comentarle algo.

—Sé que mañana firmarán los acuerdos, sé que tendremos un nuevo descubrimiento cuando te inyecten. Sin embargo, sé que tu vida está en riesgo. Así que, cuídate mucho –murmuró su jefe, Norman.
—No se preocupe, jamás me había sentido tan vivo como hoy –replicó Esteban y añade–: Pero si me muero, quiero que sepa que usted nunca me agradó. Sin embargo, sus palabras cambiaron mi perspectiva de su persona –finalizó sonriendo.
—Lo sé, a nadie le caigo bien aquí y como tú, muy pocos son sinceros –respondió Norman y hace una pausa cuando bebe un sorbo de su café, entonces añade–: Pero soy el jefe, Esteban –dijo sonriéndole sarcásticamente.
—Bueno, eso sí –Frunce el ceño.
—Nos vemos, no te mueras hombre –Se levanta y se marcha.

Esteban sonriendo irónicamente recuerda el día que se enteró de su jefe tratando de suicidarse. Ahora es quien quiere que alguien no muera pero quien quería morirse en aquel momento. Se olvida de Ana prácticamente el resto del día realizando reportes y cuentas por gastos de la semana. Además, aprovecha para adelantar trabajo y darle pautas a su secretaria, Alma para cuando él esté por San Francisco.

Cae la tarde cuando termina la jornada de trabajo y como era de esperarse, Anabel invade sus pensamientos. Cuando conduce camino a su apartamento, decide desviarse y se pone rumbo a Altamira frunciendo el ceño. Observa las calles buscando una dirección. Justo cuando da con ella, aparca frente a un hotel. Abre los vidrios del automóvil y enciende un cigarrillo que tenía bien guardado dentro del carro. Pone un poco de música. Echa una gran calada el cigarrillo y tose mucho: «demonios, no sabía lo difícil que era fumar al principio», pensó mientras se ponía de mal humor por no disfrutar con gusto de su cigarrillo. Asimismo, con cada calada, tosía menos y sentía cómo la nicotina entraba en su sistema y le hacía sentir bastante relajado. Un año y tres meses sin fumar se acababan ese día. Cuando el cigarrillo estaba por consumirse completamente, recibe un mensaje de Ana y desesperado lo lee.

"¿Qué haces ahí afuera? ¿A caso quieres que te roben? Entra. Es la habitación 169."

Perplejo, sube los vidrios, sale y asegura el coche. Entra al Hotel y pide en la recepción subir a la habitación 169. Una chica mestiza muy bien arreglada con mucho maquillaje y con cara de póquer, hace una llamada a la habitación 169 y luego, asiente para dirigirlo hasta la misma.

—Es aquí señor –Señala la joven.
—Muchas gracias, señorita –Asiente, Esteban.
—Estamos a su orden –finalizó la recepcionista y se marcha.

Cuando se dispone a tocar la puerta se encuentra a Ana abriéndole y le invita a pasar. Esteban, no ha dado un paso dentro cuando ya se prepara para disculparse con ella. Justo cuando Ana cierra la puerta y se da la vuelta para tenerlo delante, cara a cara, se lanza a besarlo desenfrenadamente.

«Oh mierda, me está besando. Estos labios cuánto moría por besarles nuevamente. Pero, esto no está bien. ¡Mierda y si Jay viene! No, no, no... Tengo que evitar un problema aún más grande», pensó Esteban.

—Oye, espera –suplica, Esteban con ganas de seguir pero detiene el beso.
—¿Qué sucede? ¿no quieres? –pregunta Anabel, encogiéndose de hombros.
—Sí, sí quiero –responde Esteban con la respiración agitada.
—Bueno –susurra Anabel mientras se acerca nuevamente a él y lo besa.
—No, no. Espera –Se detiene nuevamente Esteban y se aleja más de ella.
—¿Ahora qué? –Frunce el ceño.
—¿Y si Jay vuelve y me encuentra aquí? Esto no está bien –replica, Esteban.
—Él no está en el país, hace un mes que se fue. Yo me iré en 4 días –cesa mientras se acerca a él.
—¿Él no está? –preguntó, Esteban.
—No, no está –respondió, Ana mientras lo mira fijamente.
—Quítate la ropa –Ordenó, Esteban.

Entonces, Ana obedece. Sin dejar de verle a los ojos, se levanta su remera y se la quita. El short que lleva puesto, también se lo quita. Esteban, quien la observa con el sujetador azul celeste cubriendo sus pechos, se da cuenta que Anabel no llevaba ropa interior puesta. Excitado de verla allí posada frente de él, le estira la mano para que se acerque. Ella toma su mano y él tira fuertemente hasta traerla a su cuerpo. En sus brazos y con sus narices rozándose, se besan con el deseo que yacía dormido entre ambos.    

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¿Cómo te va? Espero hayas disfrutado este capítulo. ¿Y si Jay llega? Esteban está loco, ¿realmente cree que esté fuera del país? ¿Está bien lo que hizo Esteban? ¿Tendrá algo en mente? aún no lo sabemos. ¿Anabel, actúa de una manera extraña o son cosas mías? Actualizaré esta historia cada lunes X'D </3.

Recuerda que si la compartes, me das más motivación de seguir publicándola a tiempo, me das a saber que te gusta y que quieres saber más de esta historia. Gracias por tomarte el tiempo de leerla, lo aprecio mucho. Nos leemos el próximo lunes, probablemente. Digamos que depende de cuánta persona lo lea publicaré el próximo o no, el lunes próximo (¡o antes!) COMPARTEEEEEEE!!! <3<3<3<3<3

Las cartas que nunca EntreguéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora