CAPÍTULO VIII

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Esteban lanza al suelo la carpeta que contiene sus cartas, hace un desorden. Se levanta de la cama enfurecido y con voz altanera responde a aquella llamada que estaba teniendo con... Jay.

—¿Qué te traes, maldito? ¿Por qué me llamas? –preguntó Esteban mientras alzaba su voz.
—¿Te harás el qué no sabe? Qué idiota eres –se ríe y añade–: ¿Qué haces escribiéndole a Anabel la dirección de tu oficina? ¡Se vieron pendejo! –replicó Jay molesto.

«Qué está hablando este cabrón», pensó Esteban cuando se disponía a contestar.

—¿Qué estás diciendo? Yo no le he escrito a Anabel. Sí, nos vimos. Ella fue a mi oficina a reclamarme algo sin sentido, que no viene a este caso. No es tu problema –espetó Esteban.
—¿Cómo no es mi problema? Supérala hombre, ¿cómo no le escribiste? Vi un mensaje de entrada con la dirección de tu oficina, era tu número –dijo Jay con tono imponente.  

«No puede ser... Samy ¿qué hiciste?», se preguntó Esteban. Muchas dudas corren por su mente pero quiere finalizar esa llamada cuanto antes, no soporta que Jay le hable.

—Mira, Jay –se calma y prosigue–: yo no le escribí a Anabel. No tengo razones para hacerlo. Tú cree lo que quieras. Veo que más que su pareja, quieres ser su padre. Qué lastimero eres –respondió Esteban riéndose de él.
—Cuándo te vea, te daré lo que te mereces, necesitas un psicólogo pendejo –murmuró Jay queriendo intimidarlo.
—Qué pollo eres –finalizó Esteban y cortó la llamada.  

Confundido y enojado, echa un grito llamando a su hermana. Inquieto, se mete a la boca muchos caramelos de menta que usa para no fumar. En unos instantes, Samy entra a su cuarto.

—¿Qué te sucede? –preguntó desconcertada Samy.
—No, no... ¿Qué te sucede a ti? –replicó Esteban mientras masticaba los caramelos.
—¿De qué hablas? –preguntó nuevamente Samy y bastante confundida.
—Bueno, te haré memoria. El maldito de Jay me acaba de llamar reclamándome que estaba hablando con Anabel y que le di mi dirección para que fuera a verme –suspira hondo y hace una pausa–: Desde mi número de teléfono antiguo, que ahora tú usas. ¿Por qué le dijiste a Anabel dónde queda mi oficina de trabajo? ¿Qué tramas? –finalizó mientras miraba fijamente a los ojos de su hermana.
—Vaya es eso. Lo siento mucho, lo hice porque tienes que decirle a Anabel de tu enfermedad antes de que sea demasiado tarde –dijo Samy mientras se sentaba en la cama de Esteban, invitándole a sentarse a su lado.  

Esteban confundido aún más, accede y se sienta a su lado y se va calmando. Agarra más caramelos de menta y se los mete en la boca.

—¿Por qué debería hacerlo? –preguntó Esteban frunciendo el ceño.
—Ella se irá del país en 5 días. Por eso está aquí en Caracas, yo me enteré y le dije que fuera a verte porque tenías algo importante que decirle –dijo mientras colocaba su mano en el hombro de Esteban y añadió–: Tú te irás a San Francisco a inyectarte algo que no sabemos si funcionará. Ella se merece saber la verdad aunque haya hecho lo que hizo.  

Esteban reflexionando, observa a Samy. Se levanta de la cama, se posa en la ventana de su habitación viendo la ciudad desde las alturas que su apartamento le permite. Analiza la situación por un momento en silencio. Entonces decide responderle a su hermana.

—Salte de mi cuarto, por favor –respondió Esteban bastante calmado y pensativo mientras le daba la espalda.

Así como le pide a que salga de su habitación, silenciosamente ella lo hace. Por primera vez, Esteban siente miedo. Nunca su enfermedad le había producido algún miedo como el que causa la posibilidad de no volver a saber de Anabel nunca más. Él estaba seguro que ella se iría solo por un tiempo pero se va para no volver, en compañía de su pareja. En dos días, él estará a bordo de un avión a San Francisco a firmar los acuerdos para inyectarse por primera vez lo que pudieron sintetizar de la bacteria que lo mantiene vivo. A pesar que no sabe qué pasará: si muere, ella no estará y si vive, tampoco. Sin embargo, ahora tiene en cuenta que cuando regrese, Anabel no estará ni siquiera a nueve horas de su apartamento.

6:09 pm

Esteban pensativo, busca la carpeta C.P.A, le echa un vistazo y se da cuenta que no quedan cartas por leer. Entonces, toma un lapicero mientras se sienta para comenzar a escribir una carta que le ayude a desahogarse. Se apoya sobre el escritorio de su computadora viendo la hoja en blanco, hace tiempo que no escribe y muchas cosas vienen a su mente.

Escribe, tacha, corrige y prosigue escribiendo. En cuestiones de minutos, ya había acabado la carta y se dispone a leerla.

CARTA #4                          23-07-2027

Ana, te diré aquí todo lo que no podré decirte cuando te vea. Aunque te preocupe lo que él diga, estoy seguro que aceptarás verme.

No he podido imaginarme un mundo sin ti, sin tu dulce voz decirme cuánto me amas... mejor dicho, cuánto me amaste. Cuando entraste en mi oficina por primera vez en tanto tiempo sin verte, no aguanté mis ganas por mirarte a los ojos. Sentí que tu mirada me transportaba a otro universo donde éramos tú y yo, y nadie más. Perdóname por no saber diferenciar entre amor y obsesión, pero, te amé tanto que me obsesioné de tenerte conmigo, en mi mente, en las cosas que veo, en las palabras que digo, en los gestos de la gente, de verte en cada carta que no te he entregado.

Ana, tienes la sonrisa más perfecta que jamás he logrado ver y sentir. Sí, sentir. Recuerdo cuando me quedé dormido en tus brazos aquella vez que tenía fiebre y dolor de cabeza, fue en ese momento cuando supe lo maravilloso de saber que tus brazos eran mi hogar y que no pensaba irme nunca de allí. Te imagino sonriendo, estés donde estés.

Estoy aquí, sentado mirando atrás, mirándote a ti. Perdóname por amarte tanto, no es fácil para mí. Ahora mismo recuerdo cuando me dijiste que mientras piense en ti, me estaré haciendo daño. Sé que no puede ser correcto este afán de pensar en ti, pero es la única manera de tenerte... al menos en mi mente.

Espero verte, quiero que esto acabe pronto.

Al terminar de leer la carta, piensa en el mensaje que le enviará a Anabel. Se acuesta en su cama y comienza a escribirlo pero se duerme profundamente.

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Esteban está caminando por las calles de una ciudad que desconoce, observa confundido los grandes edificios. Comienza a correr, siente que lo persiguen, siente voces que lo llaman de todos lados. Se tira al suelo y se da cuenta que hay una inyección en el suelo con un líquido amarillo, lo toma y disuelve un poco de su contenido en el suelo, se percata que es viscoso. Lo toma con sus dedos y lo frota. Las voces que le persiguen gritan a que se inyecte. Atormentado, accede y se inyecta en una pierna toda la sustancia que tiene la inyección. Siente como el líquido frío y espeso se mueve en su pierna. Las voces se ríen de él. Cae en el suelo viendo a los cielos, sonríe y cierra los ojos sintiéndose aliviado. Repentinamente el escenario cambia y se yace en un cementerio. Esteban siendo partícipe de su entierro, observa levitando en el cielo: a su abuela Beth, Samy y Anabel llorándole al ataúd que guardaría su cuerpo para la eternidad en el fondo de la tierra.

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—No –murmuró Esteban dormido.
—Tranquilo, todo estará bien –respondió una voz en su habitación.
—No lloren –susurro Esteban mientras dormía.  

Esteban abre los ojos para despertarse, siente que alguien le sujeta la mano y se la acaricia. Echa un bostezo e intentando batallar con el sueño, trata de detallar a la chica que está con él pero deja sus ojos entrecerrados y asume que es su hermana.

—Samy, ¿por qué me tomas de la mano? –dijo Esteban confundido.
—Soy Ana, Esteban. –susurro mientras sonreía.  

...

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Hooola ¡tarde pero seguro! Anabel se posó en el cuarto de Esteban. ¿Cómo ha llegado ahí? Definitivamente no es un sueño. Samy está empeñada en que Esteban le diga la verdad a Ana, pero dijo: "antes que sea demasiado tarde" ¿habrá algo más que Samy no esté diciendo? Ya nos enteraremos la semana que viene. Espero hayan disfrutado este capítulo. Actualizaré esta historia cada lunes.

Recuerda que si la compartes, me das más motivación de seguir publicándola a tiempo, me das a saber que te gusta y que quieres saber más de esta historia. Gracias por tomarte el tiempo de leerla, lo aprecio mucho. Nos leemos el próximo lunes.
¡Cuídate! <3


Las cartas que nunca EntreguéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora