CAPITULO VIII

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Los días pasaron rápido, desde aquella noche donde sus queridos amigos le ayudaron a descargar sus cosas, donde se habían quedado a ver películas y botanear un rato. Mimi no los había visto desde entonces, en esos días solo había salido a correr y a comprar alguna que otra cosa que le hacía falta, su equipaje extra ya había llegado, por tanto, su tiempo se iba volando mientras acomodaba todo su ropero, sus decoraciones y algunas otras misceláneas que habían llegado –Hoy es un día maravilloso- pensó.

Mimi se recogió el cabello en una coleta como siempre lo hacía, tomo sus audífonos y salió a correr, le encantaba ver el atardecer en el horizonte y el hecho de que por su casa vivieran pocos jóvenes, hacia más apacible las calles. No lo dudó y decidió alejarse un poco para ir hacia el mirador de la ciudad, al llegar se sentó en una de las pequeñas bancas que había, sintiendo por un momento el aire fresco en su rostro.

No pasó mucho tiempo cuando vislumbro a lo lejos a una joven de cabellos rojizos a la altura de sus hombros, su querida amiga Sora, quien se encontraba caminando a pocos metros de ella sin un rumbo aparente, su rostro lucía pálido y su andar era pausado, tenía una mirada distante y de pocos amigos.

Mimi no lo dudo dos veces, con determinación y una gran sonrisa le llamo a lo lejos sacándola de su trance y sin reparo salto a abrasarla, cosa que alegro en cierta medida el rostro Sora, sin embargo, sus ojos aun parecían hinchados y tristes, como si aguantara las ganas de llorar.

-Sora, quizá deberíamos hablar...- La joven de cabellos rojizos abrió los ojos a mas no poder, notando la leve sonrisa benevolente de su amiga, temiendo el rumbo al que les llevaría esa platica

-Entonces...-

-Entonces Taichi se enteró de que Yamato y yo nos veíamos a escondidas, aun así... él sonreía, me veía tan cálidamente como siempre y eso solo me hacía sentir... más... ¡más culpable Mimi! – las lágrimas de la joven pelirroja caían por sus mejillas mientras Mimi la consolaba en su hombro sin saber que decir.

Sabía desde aquella noche en el karaoke-bar que algo ocurría con esos tres, Taichi jamás dejaría que Sora llorara, estuvo con ella en los peores momentos y Sora siempre sintió un gran afecto por él. Y cuando Mimi recibió el mail de Sora, anunciando que él le había propuesto salir, por fin, todo parecía perfecto, podía imaginar a su querida amiga del brazo del joven en una maravillosa vida de cuentos de hadas, cuento de hadas destrozado por la forma de un gran lobo con ojos tan profundos como el mar...

-Yo... yo no estaba segura, a pesar de los momentos tan lindos que empecé a compartir con Tai, aun sentía algo por Yamato, ese sentimiento nunca desapareció y me aferré a él, aun sabiendo que Tai esperaba por mi decisión- Sora chillaba sujeta a su amiga quien se limitaba a oír

-Bueno, Yamato y tú también pasaron muchas cosas juntos, a decir verdad, después de que me confesaste lo que sentías por el en la secundaría no me sorprendió, aunque debo admitir que ¡mi gallo siempre fue Tai! – Agitando el puño, Mimi intentó alegrar a su amiga, era verdad, siempre notó como Taichi la miraba, como priorizaba las cosas que tuvieran que ver con Sora y aun así, cuando se enteró de que sus amigos se gustaban mutuamente, él les dio su bendición.

-Jaja, ay Mimi, hablas de ellos como si fueran personajes de algún videojuego, pero tienes razón, cuando Taichi se me declaró al entrar a la universidad y me confesó que sentía eso desde entonces, una gran amargura me invadió... ¿como puedes ver a la persona que amas con alguien más? Y ... después de tantos años, he vuelto a hacerle daño y sin importar nada, ha seguido a mi lado, sonriéndome, tratándome como si nada hubiera pasado-

-Pues... Tai siempre ha sido así, piensa antes en los demás, como un buen líder- Mimi ya no encontraba palabras para animar a su amiga, en todos los sentidos habían cometido errores y ya no importaba quien tuviese la culpa, pero era momento de enfrentar lo que había germinado de las malas decisiones entre sus amigos.

Las chicas se habían quedado en silencio por un rato, sentadas en el mismo banco, esperando a que la melancolía pasara, veían el paisaje una recargada en la otra, Sora ocasionalmente se limpiaba las mejillas de los restos de sus lágrimas, Mimi solo la miraba de reojo y suspiraba, esperando que el desahogarse le sirviera aunque fuera un poco para afrontar sus demonios. 

Esa Voz - MIMATOWhere stories live. Discover now