Just Dance

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Viktor tenía un plan, un maravilloso y excelente plan.

Sólo le faltaba un detalle: no sabía hacer pole dancing.

El último fin de semana de cada mes siempre le tenía a su esposo japonés una sorpresa única, para compensarlo por todo lo que hacía y aguantaba por él, pues el trabajo a veces le tomaba un poco más del tiempo que deseaba pasar al lado de su delicioso nipón.

Ésta vez, quería hacerle un baile tan sensual que provocara que se corriera en sus calzoncillos para luego lamer todo, porque oh sí, a Viktor le encantaba saborear a su bebé Yuuri.

—Mira Vitya, aprender a hacer pole dancing es un arte, y quieres lograrlo en tres días...—suspiró—. ¿Porqué no mejor bailas para él y ya? Se nota que sólo con caminar lo sacas de su cerebro, un baile va a matarlo de sensualidad.

—No lo sé, Christophe... Yuuri siempre me sorprende con sus bailes en tubo en mis cumpleaños y nuestros aniversarios, y siempre logra que no aparte mi mirada y me ponga duro como una roca —suspiró y apoyó los codos en su escritorio, poniendo el mentón en sus manos cruzadas—. Un simple baile no lo hará babear, no soy tan flexible como él.

—¿Y quién dijo que sólo ibas a bailar? —le respondió su jefe y mejor amigo desde la secundaria—. Haz algo de trampa —le guiñó un ojo y salió a contestar su teléfono que sonó.

Bien, pensándolo un poco, el plan de Viktor iba de bueno a mejor. ¡Benditos los mejores amigos!

[...]

3 días luego

Yuuri estaba furioso; en la academia de baile lo llamaron flojo y gordo, en la calle un tipo lo nalgueó con descaro y le chifló, y Viktor le desvió todas las llamadas al buzón.

Hoy alguien dormiría con los peces de la vecina.

Al entrar a su casa, le extrañaron algo las velas en forma de corazones por todas partes, un ramo de rosas rojas adornaba el lugar donde pone su abrigo y mochila, y había una nota.

»No tendré nunca tu talento, pero sé que no lo necesito para volverte loco de pasión.

—V.«

Su ligero ceño fruncido cedió un poco por la curiosidad, y al poner las llaves en el cenicero sobre la mesa junto con el ramo de rosas, escuchó una música emerger desde la sala. Era algo lenta pero con ritmo, y las luces algo tenues hacían que lo que Yuuri presenciaba, pareciére etéreo.

Jamás pensó encontrarse a su esposo con unos lentes falsos, parecidos a los azules de él, de marco color negro, una sencilla camisa de vestir blanca, y un pantalón de vestir negro.

—Oh ven, mi amor... Hay un lugar para tí —le llamó el peliplateado con el dedo índice.

—Cla-claro... Dios... —jadeó y cayó sentado en el sofá para dos, admirando la manera en que su esposo se tocaba sobre la ropa, llamándole tremendamente su atención, y un amiguito golpeó el pantalón del menor.

Los dedos de Viktor comenzaron a acariciar los músculos ocultos bajo la camisa, moviendo su cuerpo en sincronía con la voz de la mujer que cantaba y el bass del sintetizador resonando en la sala. El ruso tenía cuidado especial en mirar a la cara a su marido cuando mordía el borde de su labio inferior y lo soltaba, dejándolo rebotar, y uno que otro toque sutil a los lentes lo hacía ver más deseable de lo esperado. De a poco, comenzó a retirar sus pantalones, dejando ver la tanga roja carmesí que llevaba puesta y remarcaba lo que ya Yuuri sabía, venía para complacerle. El ruso abrió los botones de su camisa, sin embargo, se la dejó colgar suelta mientras se acercaba al nipóm, quien salivaba en su sitio.

Yuuri sentía la sangre bombear muy rápido a cierta parte de su anatomía, e instintivamente su mano derecha reposó sobre ése lugar por sobre la ropa.

—Cerdito goloso, quieres tocarte... Pues adivina qué... —se sentó en el regazo de su esposo, sintiendo la dureza, y le agarró ambas muñecas, llevando sus manos lejos de tocarse o tocarlo a él—. No puedes hasta que yo acabe.

—Oh Viktor... Por favor... —trató de hacer fuerza, pero naturalmente, Viktor era más grande que él—. S-si me quedo quieto hasta que a-acabes, ¿podré to-tocarte?

—Claro que sí, kobuta-chan.

Nadie preparó a Yuuri para sentir el trasero de su Viktor restregarse fuertemente en su miembro de repente, siguiendo a veces el ritmo de la canción, el fluído compás binario junto a la sensualidad que destilaba el ruso sobre él taladrándole los huesos. Se sentía sofocado, pero se sentía endemoniadamente pleno. Su pene pedía libertad, se sentía muy caluroso, mientras veía s Viktor ondular su cuerpo sobre él. Hubo una parte donde Viktor volteó su cuerpo hacia adelante, dándole la espalda a Yuuri, y puso las manos del nipón sobre su plateada cabellera, dando así los últimos toques a su sexy pieza danzada.

Yuuri se sintió morir e ir al cielo cuando Viktor le permitió posar las manos sobre sus muslos, Yuuri no perdió el tiempo y amasó las fuertes y suaves piernas níveas de su marido, jadeando como un perro sediento, y perdió la cordura por completo al tomar sin permiso el miembro de Viktor y comenzar a masturbarlo.

—¡Yu-Yuuri! —gimió el ruso tirando hacia atrás su cabeza.

Oh カミサマ ! —el nipón sintió su ropa humedecerse, y su mano también.

Viktor lo logró, ¡lo logró! Sus gritos internos se lo confirmaban, y todos los nervios previos habían sido en vano cuando sintió cómo Yuuri hacia esfuerzo para llevarlo en brazos a la recámara de ambos.

[...]

—Es el baile más sensual que he visto, mi amor.

—Me alegra que te gustara.

—Apuesto a que Chrisu-kun te ayudó —rió al confirmar sus sospechas con el sonrojo del ruso—. Ay mi amor —no paraba de reír.

—Oye, hice mi mejor esfuerzo —un puchero adorable a los ojos de Yuuri hizo aparición, y lo besó.

—Me encantó demasiado, te lo juro. Lo amé. Puedes repetirlo si deseas —sonrió para luego besar el pecho de su esposo, descansando al fin de una intensa ronda de pasión.

Viktor no podía estar más felíz.

[...]

カミサマ — Kamisama —Dios, o dios mío.

Se me alargó un poquis uwu

Nos vemos, ¡besos!

¡Davai~!

To Make You CumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora