El castigo de conocernos

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Eran alrededor de las 6 de la madrugada cuando el ave aterrizó en el alféizar de su ventana. Escuchó el suave golpeteo, sin embargo, no podía moverse de su cómodo lugar. Atribuía el pesar en su cuerpo, el leve dolor de cabeza y su mal humor al hecho de que llevaba menos de una hora acostado en su cama tratando de conciliar el sueño. La fiesta de aquella noche estuvo llena de excesos, como dirían sus amigos, aunque para él fue una noche de lo más tranquila. "Debí haberme quedado en la casa de mi amiga, al menos así no me podrían ubicar" pensó con rabia mientras se tapaba la cabeza con la almohada. Pronto los suaves golpes se convirtieron en estruendosos picotazos y luego de escuchar 15 minutos más de lo que parecía ser un pobre pájaro a punto de desmayarse por chocar constantemente, concluyo que sería un día de resaca muy movido.


Pasadas las 7 de la mañana salió de su casa, rumbo a la torre del Hokage. En la calle ya se encontraba la mayoría de la aldea en actividad. Los niños rumbo a clases de las manos de sus madres, los negocios abriendo sus puertas y uno que otro shinobi partiendo a misión o volviendo de ella. Estos últimos le recordaron el tema que ha rondado en su vida desde que volvió "Debería estar aceptando misiones y preparándome para rendir el examen chunin", pensaba con algo de autocrítica. El tercer Hokage ya le había advertido de su comportamiento de holgazán y de las consecuencias que traería a su futuro. Si bien en un principio, cuando sus padres murieron, creía comprender su voluntad de fuego y compromiso con la aldea, en el presente esas ideas quedaban lejanas. No las despreciaba, pero tampoco las entendía ni las sentía parte de él. No después de lo que le ocurrió.


Creía entender el por qué el Hokage lo mandó a buscar y hasta le tomaba cierto cariño "Al final es el único que aún cree en mi". De seguro lo obligaría una vez más a tomar alguna estúpida misión de búsqueda de gatos, o le daría un sermón acerca de cuidar la pensión que recibe de sus padres.


Ya entrando a la torre pudo darse cuenta de que adentro también se encontraban iniciando la jornada: la oficina de misiones ya estaba con un buen tumulto de gente, recibiendo y entregando informes. Iruka intentó pasar lo más desapercibido posible, ya que no quería encontrarse con su sensei de equipo, y menos sus compañeros de misión. Lo último que supo fue que uno de sus compañeros de equipo había logrado subir a chunin y que, de su generación de la academia, ya había uno que era jounin "Esa necesidad de subir rango no la veo útil, al final todos luchamos por sobrevivir" se repetía constantemente.


Fue un ANBU con máscara de pájaro el que lo interceptó en el pasillo y lo guio a la oficina del Hokage, cosa que pareció totalmente exagerada por parte de Iruka, al nunca antes habían escoltado así.


El ANBU lo llevó hasta la puerta de la oficina y le hizo un gesto para que entrará en ella. Detrás se encontraban no solo el Hokage, sino también una joven castaña de pelo largo y tez blanca, con uniforme de ANBU, pero sin máscara, mirándolo fijamente con unos ojos "como de pez", se aguantó la risita "aunque bastante linda". Al volverse atrás notó que el ANBU que lo escoltó hasta ahí ya no se encontraba.


- Bueno días Iruka, me alegro de que hayas respondido a mi llamado- le dijo el Hokage con su característica parsimonia. Se encontraba detrás de su escritorio, mientras colocaba timbres sobre una cantidad considerable de pergaminos.

Amigos por obligación [Kakairu] [YamaIru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora