¡No debes de hacerlo Marta, sabes perfectamente que no debes! — gritó como un energúmeno José, llevado por un ataque de cólera y rabia.
Marta, lo miró plácidamente desde la distancia y poder que le daba sus casi veinticinco centímetros más de altura que José, pues éste apenas sobrepasaba el metro sesenta de estatura. Y sus labios hicieron una mueca de desagrado al observarlo detenidamente, mientras pensaba con desprecio; “¿Qué leches había visto en su día en ese hombre? José, no era precisamente un adonis, tampoco era guapo, más bien al contrario, era feo, gordo y, ni tan siquiera era inteligente, lo peor de todo, ni siquiera era rico ni, al parecer, a ella, le gustaba en absoluto. ¿Entonces...?”...
¡Me estás escuchando, Marta, no debes de hacerlo! ¡NO DEBES! — esta vez su grito, casi un alarido, fue lo bastante estridente y persuasivo como para que Marta diera un salto hacia atrás asustada.
Esta bien querido — dijo después de recomponerse del susto.
No lo haré. Ahora, dime cielo ¿qué es lo que no debo de hacer, me lo explicas? — su sonrisa de condescendencia pudo con José que, alzando la voz y, de manera algo estúpida, gritó:
¡Joder, Marta, OPERARTE! ¡No quiero, ni debes, operarte! ¡NO DEBES DE OPERARTE! Suavizó entonces la voz José al decir: — Me gustas tal como eres, así... MUY HOMBRE.
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¡Dale a la sonrisa! ( Micro-Relatos de humor )
HumorReírse hasta de uno mismo... inmejorable terapia.