Cap 8: Una gota para extrañarte

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El jueves llegó, y con él, unos nuevos visitantes que bajaban justo en ese momento del tren que iba de Londres a Nottingham. Henry tomó una bocanada de aire al salir, como si eso fuese lo más maravilloso del mundo. Cogió las dos enormes maletas que traía consigo con las cosas suyas y de Tom y caminó un par de pasos alejándose de la salida del tren.

Detrás suyo bajaron dos personas. Un hombre y una mujer que aparentaban los 30 años portaban una pequeña maleta cada uno. Ella, de estatura promedio y cabello teñido de un rubio platino que se extendía liso hasta la cintura. Tenía un rostro más común de lo que cualquiera se esperaría pero la apariencia física no era lo más importante para ella.

El hombre que le acompañaba, tenía el pelo corto y teñido de un color caoba. Sus rasgos eran significantemente parecidos a los de la mujer, comunes. Su estatura era tan solo un par de centímetros más alta que la de ella. Nada de eso importaba, ellos sabían de sobra que nadie podía contradecirles. Eran los Bemberg.

Detrás de ellos salió un infantil Tom, hablando con ilusión sobre la noche del festival. Él no supo la razón y nadie le había advertido sobre eso, pero algo le decía que no debía hablar sobre Elliot, por lo que ese tema fue omitido de su narración. Él sabía, además, que debía hablar con Dan, pues tenía una ligera sospecha de lo que podría llegar a ocurrir si ellos se enteraban de la existencia de dicho humano.

Aunque Henry se ofreció a llevarles en coche, e incluso Dayanna había querido ir a recogerles, los Bemberg prefirieron caminar como cualquier otro ser humano y conocer la ciudad de Nottingham pues era la primera vez que estaban en ese lugar.

-Me apetece comer uno de esos...- Empezó a decir la recién llegada quedándose pensativa, pues no recordaba el nombre de ese postre tan delicioso que había comido en una de sus visitas al país.- Ya sabes, eso que lleva muchas fresas.

-Trifle.- Respondió el hombre. Ella asintió emocionada.

-¡Eso! ¡Quiero un trifle de fresas!- Henry y Tom se quedaron mirando unos instantes, sabían que no era fácil encontrar dicho postre en esa época del año. Fue el niño quien contestó.

-No suelen venderlo en verano, pero buscaré en cualquier sitio y conseguiré uno para la cena.- La mujer sonrió satisfecha y aprovechó para añadir algo más a su pedido.

-Tráeme también un buen postre.- No le dio mucha importancia al asunto y en seguida cambió de tema para continuar hablando con Henry sobre la ciudad en la que se encontraban.

"El trifle ya es un postre". Pensó Tom con molestia, pero no dijo nada. No se atrevería. Suspiró y, sin decirle nada a nadie, desapareció en busca de ese maldito antojo.

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En sus 49 años como vampiro, Dan no había tenido tantos tics como en ese momento. El ruido que hacía su mano al golpear frenéticamente la mesa y sus pies haciendo la misma labor en el suelo, le molestaban incluso a él.

No pudo continuar así por más tiempo después de recibir un grito por parte de Dayanna para que se estuviese tranquilo. No podía estarlo. No lo estaba.

Sentía temor mezclado con emoción y excitación por la llegada de los Bemberg. La misma sensación que tenían todos.

Eric fue el primero en darse cuenta cuando el reconocido olor de Henry le invadió las fosas nasales.

-Ya vienen.- Dijo en un susurro prácticamente inaudible. Dan y Dayanna asintieron y se prepararon junto a la puerta número dos para recibirles. Al más joven de todos le extrañó no percibir el olor de Tom y eso le preocupó un poco pero apenas tuvo tiempo de darle vueltas al asunto cuando escucharon el sonido del ascensor al otro lado de la puerta y, poco después, el timbre.

Una Gota para AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora