Chapter 1

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Siendo sinceros, rendir su examen de ingreso satisfactoriamente había dejado de ser una prioridad para Jackson. De hecho, eso ya había quedado relegado a un plano olvidado en su mente.

Él simplemente seguía escuchando atentamente a la explicación de Jaebeom. Por la expresión de su cara, cualquiera diría que estaba extremadamente concentrado en los números que aparecían casi mágicamente en el papel donde éste escribía pero la verdad era que no podía dejar de mirar las manos de su tutor. Le gustaban sus manos masculinas y algo toscas. Le gustaba la forma en la que sujetaba el bolígrafo y le gustaban los trazos que hacía sobre el papel.

Estaba, además, esa voz que acariciaba sus oídos recitando misterios sobre senos y cosenos. Casi llevándolo hasta el mismo cielo solo con oírla.

Dios. Esa voz debía de oírse genial gruñendo contra su piel.

—¿Me estás escuchando?

Alzó la vista al notar un cambio en aquel tono suave y sensual de la voz de Jaebeom. Su tutor lo miraba por encima de la montura de sus gafas, una de sus cejas alzadas, acusadora. Todo indicando el ligero enojo que le provocaba sentir que probablemente llevaba más de cinco minutos hablando en vano.

—Yo sí lo hago.

Jackson se giró a ver al dueño de aquella tercera voz y tuvo que reprimir la mueca que quiso salir al ver como su tutor le sonreía con dulzura.

Mark.

A veces... no, siempre, preferiría que Mark no estuviera allí. ¿Acaso no se daba cuenta de que solo estaba interrumpiendo su tiempo de apreciación?

Aunque no era solo eso, también le enojaba a sobremanera ver como Jaebeom acariciaba el castaño cabello de su amigo y le sonreía, complacido, alegre de tener un alumno tranquilo, que entendiera las cosas a la primera y al cual no tuviera que repetirle tres veces una misma explicación.

Como a él.

—Sí te estoy escuchando, hyung. —Jackson tiró de la mano de Jaebeom, apartándola de los cabellos de Mark— Termina de explicarme.

No pasó desapercibida la mirada agria que Mark le dedicó, pero le importaba un comino. Jaebeom le devolvió su atención, aún un poco molesto.

—Entonces sería bueno que te concentraras y dejaras de estar pensando en lo que sea que tu mente esté gastando su energía.

“Si por eso te refieres a tus manos recorriendo mi piel mientras me quitan la ropa pues me temo que no puedo hacer mucho al respecto” pensó Jackson, pero se cuidó de no decir nada y solo asintió, obediente, dispuesto a hacer un mínimo intento porque las funciones trigonométricas entraran a su ya abarrotado cerebro.

Todo está situación llevaba ocurriendo aproximadamente hacía un mes.

Mark y Jackson tenían la misma edad. Sus apartamentos se encontraban en pisos distintos del mismo edificio. Se conocían desde hacía cuatro años, cuando Mark se había mudado, proveniente de Los Ángeles. Desde el primer momento se hicieron buenos amigos, lo cual no dejó de extrañar a los padres de ambos. Era imposible no pensar que era una amistad rara, después de todo, sus personalidades eran completos opuestos Mark era tranquilo y silencioso. No solía hablar mucho, y cuando lo hacía, rara vez se exaltaba. No era que fuera una roca con piernas, pero estos rasgos suyos se hacían más notorios cuando andaba con Jackson, quien era todo lo opuesto. Un chico bullicioso y alegre, que solía hablar por cada poro permeable que tuviera, siempre haciendo algo, moviéndose de un lugar a otro, con un montón de amigos y una enorme sonrisa siempre en la cara.

Sin embargo, curiosamente, era como si se complementaran. Cuando estaban juntos, Jackson no era tan estridente y Mark no era tan apagado. Parecían poder compensar mutuamente sus defectos.

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