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Con el teléfono sobre el pecho miro la oscuridad.

Te habías quedado dormido y no escuchaste el sonido de la melodía que el amor obsequia a los amantes, a los humanos, a los enamorados. Dejé que mi  frase tocara tus labios, tu rostro y llegara a tu mente. Temblaba. Era la primera vez que de mi corazón brotaba esa palabra... no en forma escrita, esta vez era dicha, hablada. Si estuvieras a mi lado, si sintieras un poco, con tan sólo mirarme de lejos creo que notarías lo nerviosa que estoy. ¿Esto es real? ¿Acabará? Lo dudo. Luchamos por esto y no veo un final. Pero tampoco me lo creo. El amor está conmigo, Eros ¿Me encontró? No creo que pueda callar las voces que gritan llenas de alegría, ni la sinfonía que lanza a palpitar mi corazón.

— Te amo.

Vi esa oportunidad para decir la contraseña del amor.

Escuché tu respiración como caía, y pausada era... tranquilidad. Mozart envidiaría escuchar tu respiración.

— ¿Sigues ahí? — sin respuesta — Supongo que fue un día muy duro y largo para ti. — sonreí.

— Sigo.

Tras una larga pausa lo prometiste.

— Deberías colgar. Por si no lo sabes, yo suelo dormir a las cuatro.

— No seré el primero en dormir.

— ¿Me prometes que seguirás?

 Tu respuesta alababa mi alma, por ti era escuchada.

— Gracias.

Me mantuve en silencio después de decirlo. Por poco me reía de mi propio nerviosismo. Era una tontería escribir, ¿No?

— ¿No que tenías mucho sueño? —suspiré —Es algo que he escrito y a ti

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— ¿No que tenías mucho sueño? —suspiré —Es algo que he escrito y a ti... dedico. Bueno. Sí, puedes reírte pero cuando yo me ría. — accedí a declamarlo.

— Vamos, quiero escucharlo; por favor. No dormiré hasta escucharlo.

— Si claro, este... no.

— Prometo no reírme, pero ya me has dicho así que escucho.

— Te vas a reír. No insistas.

— Dime. Diiiimeeee.

— Meee.

— ¿Enserio? Pues ahora dime.

— Ush. Te escribí un poema.

Agregué esperando que me lo pidieras al mismo tiempo que lo dejaras pasar; justo antes de que marcharas.

— Iré a dormir. Ya no hice tarea ni modo.

El tiempo pasó, aún estábamos en línea. Sabía que no harías tarea pero me acompañabas, como en tu examen por medio de una llamada te acompañé. Pensé cómo sería vivir a tu lado y que hasta ahora nada cambió... bueno, sí;  ahora te veía y podía exclamarte siempre: ¿Será posible? ¿Esto es real? Y tras encontrarme con tu mirar obtendría el sí que me sonrojaría.

— Todavía no concluyo mi tarea.

— ¿Ya has acabado?

— Apenas inicié.

Así las pláticas contigo, conmigo, con el corazón. Siempre agradecida con Dios por mandarte a mi vida, por ponerte en mi camino; Segura de ser dos los que creíamos en una unión divina.

— Estabas delante de mí. Era jueves. Nos tocó juntos y, tú con tu sociabilidad me hablaste, a todos de hecho. Así fue.

— Lo siento, yo no... lo recuerdo. Pero...

Recordaba. No el primer día, era uno con meses después.

El silencio fue mutuo y pausado, un silencio que también llenaba al silencio mismo.

— ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos, nos conocimos?

Retrospectivas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora