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Ahora todos sabían mis sentimientos, pero no fue tan claro como en el febrero siguiente ocurrió.

Con la hoja doblada sobre mi pecho le avisé a mi corazón que era hora. 

Deslicé con delicadeza la carta, única, que marcaría un antes y un después. Si no la veías estaría bien... Estaría bien...

¿Por qué? ¿Por qué tú? ¿Por qué él? Casi sentía que los latidos se escapaban.

Un minuto para las dos.

Escribí aquello con la intención de que lo leyeras

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Escribí aquello con la intención de que lo leyeras. Esperaba que no se perdiera entre la basura que cargaras en tu mochila o demás.

No hay misterio.

Lo bueno es que un día antes te pregunté si vaciabas tu mochila.

Llegó noviembre y no sé cómo fue que ocurrió. Aún no logro comprenderlo. Tal vez no básteme una vida para hacerlo y sentir que es una realidad.

¿Qué necesidad había de dejartelo saber?

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