Desde los días lejanos como estudiante de la Birkbeck University, abrigaba la secreta idea de escribir un libro algún día.
Mi vida estuvo llena de arte y literatura desde que tengo conciencia. Mis padres fueron famosos actores de teatro en el Reino Unido y mi primo más querido se convirtió en un célebre novelista. Llegado mi momento, supe que quería seguir los mismos pasos de todos ellos, aunque no tenía claro el orden en el que empezaría.
Como la mayor parte de las cosas importantes, la oportunidad de mi vida llegó de forma inesperada en la persona de uno de mis maestros de la Royal Academy Of Dramatic Art en la mitad de mi carrera.
Si tuviera que calificar los primeros años de mi debut en las tablas diría que fue una experiencia sublime. Recordando lo poco felices que decían sentirse muchos de mis conocidos con respecto a lo que hacían, me consideraba afortunado, pues amaba mi carrera más que nada.
Fue en esas primeras incursiones teatrales cuando conocí a Patrick, quien con su energía y versatilidad se impuso desde el principio como el favorito de la Royal Shakespeare Company.
Fuimos amigos en constante competición por la obtención de los protagónicos de la compañía. Creo que fue aquella competencia la que finalmente consolidó nuestra amistad hasta convertirla en una especie de sana sociedad que, con el paso de los años, nos convirtió en hermanos, no de sangre pero sí de escenario.
Fue Patrick quien me presentó a mi exesposa. Las salidas en grupo se transformaron en salidas de a tres y luego en citas de a dos —cuando la astucia de mi amigo lo llevó a sospechar lo que empezaba a suceder entre ella y yo—. Después de dos años de relación decidimos casarnos.
Ella solía sacar lo mejor de mí. Estábamos enamorados. Estaba tan convencido de nuestra mutua compenetración que mi decepción fue grande aquel lejano viernes por la noche, cuando terminada la cena que habíamos planeado para celebrar el fin de la gira por la premiere de mi primera película, me confesó lo difícil que le resultaba pensar en la cantidad de mujeres suspirando por mí en todo el país, sin contar el resto del mundo. Aunque había tratado de manejar mi reciente popularidad en el cine todo lo mejor que le había sido posible, no conseguía lidiar con esa sensación de inseguridad.
Aquello me resultó incomprensible. Éramos actores y, como tales, sabíamos separar nuestra vida real de nuestros personajes en escena. Con una trayectoria más larga y exitosa que la mía, no entendía cómo se había dejado llevar por una idea tan absurda. Pero la amaba y si de algo estaba seguro era de que no iba a sacrificar el amor de la mujer que me había hecho feliz a cambio de la excursión por el inexplorado terreno cinematográfico. Después de todo no me atraía demasiado.
Desde entonces evité cuanta propuesta para producciones de cine se presentó en mi camino. Había instantes en que lo dudaba, momentos en los que pensaba si estaría haciendo bien en renunciar a las oportunidades y si no se trataba simplemente de satisfacer un capricho de mi esposa, cuya carrera iba avanzando al tiempo que la mía se rezagaba.
Tiempo después participamos en una producción conjunta —ella en el protagónico y yo como coprotagonista—, pero eso fue todo.
En nuestros años de amistad, quizá fue ese el único momento en el que Patrick estuvo realmente furioso conmigo.
—No puedes permitir que acabe con tu carrera. Llegará el día en el que mientras ella se va de gira, tú te quedarás en la casa cuidando de los niños y limpiando los desperdicios del perro... ¿Eso es lo que quieres? —preguntó airado en una de nuestras salidas nocturnas. Todos nuestros amigos eran de la misma idea.
Patrick no podía comprender cómo una mujer de inteligencia tan aguda podía tener un pensamiento tan cuadrado respecto a la carrera de la persona a la que decía amar. Y un día terminé por cuestionármelo yo también. Ella parecía no notarlo —o quizá le fue más fácil fingir que no lo notaba—, pero me estaba aniquilando de a pocos. Empecé a sentir resentimiento por el mundo, por el injusto dilema que la vida me había planteado: elegir entre ser amado y el futuro de mi carrera. En ese punto supe que había tenido suficiente.
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El vuelo de la mariposa negra
RomanceJane Austen, principalmente con Orgullo y prejuicio, ha impactado en la vida de Elena, quien ha soñado con viajar a Londres para tratar de encontrar algunos pasajes de la novela en el mundo real. Y ese sueño se concreta un día, embarcándose así en u...