Parte 3

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Después de que Renato se haya quedado prácticamente desnudo frente a los ojos de Gabriel, no podían negar la atracción sexual que existía entre los dos. — ¿Vamos a la pista de baile, o a mi casa? — preguntó el menor, en el oído del rizado, el cuál no dudó ni un segundo en tomarlo de la mano y llevarlo al auto. Condujo hasta la casa de Tato, que le iba indicando por donde debía dirigirse.

Vivía en un barrio de gente adinerada, y su departamento era grande, blanco, con cuadros de diferentes filósofos y psicólogos.
— Te gusta la filosofía — comentó el mayor, mientras admiraba cada centímetro del lugar — Sí, amo la filosofía, estoy estudiando el profesorado — contestó mientras traía dos cervezas — ¿Vas a ser profesor y stripper de un boliche gay? Linda combinación Tengue, muy linda. — se burló, aceptando la birra.
— Y contame de vos ¿A qué te dedicas? ¿Cuántos años tenes? — preguntó intrigado
— Yo me recibí de técnico radiologo, pero no ejerzo porque no me gusta. Trabajo de cajero en un supermercado y tengo 27 años — contestó muy seguro — ¿27? Pensé que eras más chico, yo tengo 21 — contestó dándole un sorbo a la cerveza. — ¿Tan joven te parezco? — a medida que la conversación avanzaba, ellos se acercaban más y más. — Mmm no sé, pero lo que si me perece es hermoso, señor Conde — habló Tato, dejando la bebida en la mesa, para acortar la distancia, rozando sus narices — ¿Me permite besarlo? — preguntó en un tono provocador, pasando la lengua por su labio superior. Gabriel no contestó, ya que simplemente fue él, el que terminó la distancia que separaba sus labios, uniéndolos en un beso mojado y deseperado. Se arrancaron la ropa, haciéndola volar vaya a saber a que parte de ese bendito departamento. Fueron dirigiéndose a la cama, sin cortar el beso, haciendo que se lleven por delante cualquier cosa que se les interponga en el camino.

Gabriel tomó a Renato, que ya se encontraba completamente desnudo, entre sus brazos, tomándonlo del culo, apretandolo. Lo recosto sobre la cama, y se tiró encima de él, no sin antes quitarse la poca ropa que le quedaba. Estaban completamente desnudos, besándose, sus erecciones chocaban, haciendo que su cordura dejase de existir. El rizado tomó al menor de las caderas, dándolo vuelta, para que quede en cuatro. Repartió unos besos mojados, desde la nuca, hasta el culo.
— En mi bolso... hay lubricante y preservativos — dijo Renato entre medio de gemidos. Gabriel hizo caso, y corrió a buscarlos. Cuando quiso comenzar a prepararlo, el menor lo detuvo — Todavía no — habló, tomandole la mano, de un sólo movimiento quedó arriba de Gallicchio, ésta vez el repartía besos por todo su cuerpo, hasta llegar a su miembro, que clamaba por atención. Lo tomó entre sus manos, masajeando, mientras pasaba la lengua una que otra vez — ¿Podes hacerlo ya? — preguntó Gabriel, se notaba la desesperación en su voz, Tato no dudó ni un segundo más, y metió primero la punta en su boca, escuchando como el rizado quería ahogar sus gritos de placer — grita, me gusta — le dijo, con una sonrisa pícara, luego volvió a meterse el miembro en la boca, saboreadolo como si de una chupetin se tratase, hacia presión con la lengua en la punto, y de golpe se lo volvía a tragar entero. Gabriel ya no podía contenerse y cada tanto lo nombraba, pidiendo que no pare. Cuando ya sentía que estaba a punto de explotar, tomó al pequeño por el cabello, haciendo que suba, para poder besarlo. — Me toca — dijo, girandolo, para que vuelva a quedar en cuatro. Puso un poco de lubricante en sus dedos, metiendo primero uno, y luego tres, ya que Renato se lo había pedido. — Cogeme Gabriel — habló el más chico, haciendo que el nombrado se vuelva loco, le encantaba que hablara de una manera tan sucia y atrevida. Tomó el preservativo, colocándoselo. Lentamente se hundió en él, sientiendo como la calidez de su culo lo apretaba, causando un terrible placer. — Mmm Gabi, movete — habló, e inmediatamente hizo caso, comenzó a moverse, primero con embestidas lentas, que luego pasaron a ser rápidas y más violentas. El mayor lo tenía tomado del pelo, mientras se lo cogía con fuerza.
— ¡Ah, sí! ¡Ahí, así! — gemia Renato, que estaba a punto de llegar al orgasmo, después de unos segundos se corrió, salpicando el respaldo de la cama. Gracias a los espasmos del menor, Gabriel logró venirse dentro de él, y podía jurar que fue el mejor orgasmo que tuvo en su vida.

Dancing in the moonlight { Terminada }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora