Capítulo Uno

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Emma

Estaba sentada en mi banco de clases mirando al chico del cual he estado enamorada por más de un año, absorbiendo cada rasgo de su rostro, sus ojos, sus labios, su sonrisa, cada parte de él. Porque sabía que esta iba a ser la última vez que lo vería. Me iba a mudar, al otro lado de la cuidad, por el trabajo de mi padre. Me cambiaría de escuela y no lo volvería a ver.

Hoy era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno y luego cuando todo el mundo volviera a aquí, yo no lo haría. Lo haría en otra escuela, con otros profesores, y con otros compañeros.

—Ey, ¿por qué esa cara larga?— preguntó mi mejor amiga a mi lado. —Nosotras nos seguiremos viendo, recuérdalo. No te dejaré nunca.

Eso ya lo sabía. Seguiría viendo a mis amigos, pero no vería a mis compañeros. Aquellos que sólo veo en la escuela. Jenna, al ver que no respondía giró su cabeza y miró en la dirección que yo miraba. Suspiró. —Bueno, a él no lo verás pero... — su voz se fue apagando sin saber que decir. Luego parece que se le ocurrió una idea porque sonrió abiertamente y juro que hasta podía imaginarme una lamparita encendida arriba de su cabeza. —Debes hacer algo.

Dejé de mirar a Dylan, el chico que se había robado mi corazón y miré a mi amiga. —¿Qué quieres que haga, Jenna? Él nunca me verá como algo más, sólo me ve como su amiga. 

Jenna me miró con sus ojos azules. —Emma, yo creo que deberías intentarlo. Arriésgate y dile lo que sientes. Si no lo volverás a ver... esta es tu oportunidad.

 —No creo soportar que me rechace— dije suspirando y acomodé mi fleco detrás de mi oreja. 

El timbre de salida estaba a punto de tocar y Jenna se acomodó su hermoso pelo color negro azabache en una cola de caballo; estaba arreglándose para ver a su novio a la salida. 

—Oliver vendrá a buscarte ¿verdad? —pregunté. 

—Síp, hace una semana que no nos vemos. Lo extraño— dijo haciendo un puchero con sus labios rojos. Mi mejor amiga era hermosa. Me reí. 

—Creo que alguien tendrá fiesta esta noche— murmuré. Jenna lo escuchó y me empujó divertida. 

—Cállate— dijo. Luego suspiró y me miró. —Lo hiciste de nuevo. Cambias de tema. Hoy hablarás con él y punto.

Negué con la cabeza fuertemente haciendo que algunos mechones de mi cabello color caramelo cayeran del moño en que lo tenía sujetado. —No.

—Sí, lo harás— sentenció.

—No puedo— la miré con ojos suplicantes. Mis ojos color miel eran adorables para todos.

—Tus ojitos no me convencerán, debes hacerlo— determinó. —Tú puedes.

—¿P-pero que le digo?— tartamudeé.

—Lo que sientes, sólo dile lo que sientes. 

El timbre sonó y mi corazón dio una sacudida. Empecé a guardar las cosas en mi mochila y Jenna hizo lo mismo a mi lado. Eché una mirada en dónde se encontraba Dylan, estaba haciendo lo de siempre. Reír, hablar con sus amigos... y coquetear con algunas compañeras. Sentí una punzada en el pecho al ver como les sonreía; nunca me sonreiría así a mí. 

Terminé de agarrar todas mis cosas, el profesor se despidió y nos deseó unas buenas vacaciones antes de marcharse. Junto con Jenna salimos del aula poniéndonos nuestros abrigos, hacía frío fuera. Terminé de ponerme mis guantes y caminamos hacia la salida. Jenna localizó a su novio y se giró hacia a mí.

—Allí está Oliver. Suerte, y recuerda: tú puedes. A la noche voy a tu casa y te ayudo a empacar.

Asentí viéndola correr hacia su novio y darle un beso muy animado para el público. Me paré al lado de la puerta principal de la escuela esperando que Dylan salga. Lo iba a hacer, le iba a decir. Luego de unos minutos salió con su grupo de amigos luciendo tan guapo como siempre. Con su pelo marrón corto y sus ojos oscuros. Su alta estatura y sus anchos hombros. De lejos se notaba que era jugador de baloncesto.

No me digas adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora