Capítulo Cuatro

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Emma

¿Qué hacía Dylan aquí? ¿Tanta mala suerte puedo tener? Aunque debo confesar que lo extrañé un poco... Su mirada no se ha despegado de mí desde que volví a mi asiento. Cameron lo ha estado observando con el ceño fruncido. Dylan me dijo que estaba hermosa hoy... ¿qué le pasaba? ¿Ahora podía verme de otra manera? Creía haberlo olvidado pero que mi corazón aleteara como lo hizo en cuanto lo vi me decía todo lo contrario.

Miré a Cameron. Estaba bien con él. Había empezado a ser feliz con él. No quería que nadie me lo pinchara. Miré a Jenna, ella me había dicho quién estaba en la mesa de enfrente y con quién. Suspiré y fijé la mirada en la mesa de enfrente. Dylan estaba mirándome así que nuestros ojos se encontraron y mi corazón dio un salto. Aparté la mirada, esto estaba mal, muy mal. 

—Cam, ¿podemos irnos?— pregunté queriendo irme de allí. Me sentía incómoda y quería ordenar mis sentimientos. 

Cam me miró y luego asintió. Parecía completamente de acuerdo. —Chicos, nosotros nos iremos, ¿están bien con ello?

—Sí, claro. No hay problema— dijo Jenna y me lanzó una mirada que decía que luego me llamaría. 

Asentí demostrándole estar de acuerdo y me levanté de la mesa junto con Cam. Nos dirigimos hacia las puertas. Sentí la mirada de Dylan en mi nuca en todo momento hasta que cruzamos las puertas y estas se cerraron. 

Cameron me llevó a mi casa en un taxi y al llegar me acompañó a mi puerta. 

—¿Estás bien?— preguntó. 

—Sí— murmuré y me alcé de puntillas para besarlo en los labios. Lo abracé.

Me sentía tan cómoda con él. No quería romper esto. Dylan no estaba enamorado de mí. Tenía que mentalizar eso.

Nos separamos. 

—¿Estás segura  de que estás bien?— preguntó al ver mi cara. Asentí y tras darme un último beso, se marchó.

Al segundo que entré en mi casa el teléfono sonó. 

—¿Hola?

—Oh por Dios, ¡¿se puede saber que fue eso?!—. Gritó Jenna del otro lado.

—¿Jenna?— pregunté mientras me dirigía a mi cuarto.

Escuché risas y luego volvió a hablar Jenna: —No sabes lo que acaba de pasar. 

—Jenna si no me lo cuentas, no, no lo sé.

—¿Adivina quién me pidió tu número de teléfono?

—Eh... ¿no lo sé? Ve al grano Jenn— le dije mientras me tiraba en mi cama. Hoy había sido un día agotador.

—¡Dylan!— gritó.

—¡¿Dylan?!— contesté. ¿Por qué mi corazón latía rápido al escuchar su nombre? Esto es patético.

—¡Sí, Dylan!

Respiré hondo y respondí: —¿Y para qué quería Dylan mi número de teléfono?

—No lo sé. La cosa es que no se lo di y casi se pelea con Oliver porque me gritó. Y eso fue muy gracioso.

Okey, eso no era gracioso. 

—¿Y luego se fue?

—Así es— dice aún riendo. 

Gruño. —Jenna esto no es gracioso. 

Deja de reír al instante. Me pregunto sí sólo estaba fingiendo...

No me digas adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora