U n o

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— ¿Por qué Snape esperó hasta el último momento para confesarle a Harry toda la verdad?

— No lo sé, SeokJin. Pero lo que sí sé es que si vuelves a mencionar algo acerca de Harry Potter juro que...

— ¿Qué, Muggle? —retó al menor levantando sus cejas a modo de burla.

— Le diré anónimamente a tú sabes quién que cada vez que lo ves tu culo se lubrica más de lo debido. —insinúa con su dedo apuntando los pantalones del mayor.

— ¡Cállate, niño! —se avergonzó—. No lubrico con sólo verlo...—sacó su lengua y el menor no pudo evitar reír. SeokJin podría ser cuatro años mayor que él pero se comportaba como un niño.

— No tienes cómo negarlo. ¡La excitación en tus feromonas inunda el lugar!  —el menor rió a carcajadas por el tono rojizo en las mejillas de su Hyung.

— ¿De verdad se nota mucho? —se tapó con ambas manos el rojo vivo en sus mejillas—. Me baño con litros de supresores evitándolo.

— ¡Creí que lo hacías a propósito! —JungKook aumentó el tono de su risa, provocando que algunos transeúntes fruncieran el ceño al escucharlo.  

— ¡Ya! ¡Está bien, tú ganas!  —golpeó el hombro de su acompañante aún más avergonzado. Dejó de hablar unos segundos y una sonrisa cursó sus labios—. Pero sólo esta vez... Muggle.

  — ¡Hyung! —gritó y SeokJin no pudo evitar correr. 

JungKook lo perseguía por la estrecha acera abarrotada de personas que se dirigían a sus trabajos. Ya casi eran las dos de la tarde y eso significaba el retorno a sus labores.

La tarde era cálida, el sol brillaba en su máximo esplendor, mientras un par de nubes jugaban a cegarle su visión. El vaivén de los autos y sus bocinas enfrascadas en pedir paso, no eran impedimento para el par de Omegas que corrían eufóricamente hacia el centro comercial. 

Un día cargado de lo cotidiano y la paz viva que los albergaba a diario. Esa era su rutina, o bueno, sólo la de uno de ellos. 

JungKook iba en su octavo semestre en la faculta, dichoso por culminar y poner en práctica la profesión que había elegido y amaba. Él se destacaría como un excelente fotógrafo, recorriendo el mundo con su cámara y diversos lentes, apreciando los tonos coloridos y opacos de su alrededores, captando lo que el ojo humano no estimaba. Adorar una a una las imperfecciones de la vida y de la tierra, eso era lo que amaba y quería.

Por otro lado SeokJin, con sus veinticuatro años, no había tenido la facilidad de entrar en una facultad, pues siempre estuvo el dilema del dinero de por medio. Él proviene de una familia humilde y extremadamente amorosa, de una madre y un padre Beta. En su niñez no le faltó absolutamente nada pero acorde el tiempo pasó los problemas se evidenciaron. Sus años en la escuela no fueron fáciles, día a día se esforzaba en sus calificaciones y deberes pero el colegio en el que estaba no cooperaba, puesto que le exigían mucho dinero para actividades de relleno y la colegiatura aumentaba cada año. 

Sus padres se las ingeniaron para conseguir lo presupuestado para la educación de su único hijo. Y ni hablar cuando llegó el tiempo de su presentación; un gasto más, puesto que tenían que invertir en supresores, y cabe recalcar que no son nada económicos.

El tiempo pasó y SeokJin culminó sus estudios pero había algo que lo inquietaba y lograba entristecerlo; no había dinero suficiente para pagar una facultad. Como en todos los lugares las universidades públicas no brillaban por su ausencia pero, incluso, no pudo lograr ingresar en una de éstas, ya que conforme el tiempo pasaba él perdía la práctica en procedimientos requeridos en el examen de admisión.  

Emmoní » NamJin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora