C i n c o

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La cielo estaba cubierto por la noche, presumiendo de la hermosa oscuridad, mientras la luna servía de compañía para el Omega que andaba por las calles con sus auriculares puestos.

Luego de la huida de NamJoon, Jin quedó con la incertidumbre como peso. ¿Qué mosca le había picado? No lo sabían, ni el ni JungKook. Pero, ¿acaso tenía que importarles? Bien, sólo llevaban dos días de conocer a ese Alfa amable, generoso y respetuoso, sin embargo, eso no implicaba el que tenían que entrometerse en su extraño comportamiento.

Aunque la duda y extensas preguntas no dejaban de rondar por la cabeza del azabache, afectándolo en un diminuto aspecto. El tanto darle vueltas a eso hizo que confundiera su destino y se bajase tres paradas antes. Por ello refunfuñaba y expulsaba palabras de desagrado hacia el pobre Alfa, el cual se encontraba en algún lugar de la ciudad inocente del pequeño bien que le hacía al Omega.

Por fin llegó a su hogar, el reloj en su celular marcaba las nueve y media, y la luz vislumbraba a través del cristal de las ventanas delanteras.

—¡Ya llegué! —anunció mientras cerraba la puerta de entrada y se dirigía a la cocina.

—SeokJin —saludó su padre—. Te estábamos esperando, ¿por qué la demora?

—Un percance con el transporte —puso los ojos en blanco en cuanto se giró para no ser visto por su padre.

El Beta, llamado JeonHyun, lucía una mirada cansada y pensativa. Su rostro estaba cubierto por muy ligeras arrugas, mientras su cabello exhibía las experiencias adquiridas a través de las canas.

—¿Quieres que caliente la comida o la prefieres al clima? —preguntó su madre, asomándose por detrás de JeonHyun.

—Muero de hambre, mi estómago me asesinaría si le diera espera —rió.

—Como cosa rara.

Sook, la madre de Jin, sacó al par de hombres de la cocina para ella poder servir los alimentos al azabache. SeokJin y JeonHyun, entre risas se dispusieron a esperar en el comedor.

—¿Qué tal las cosas en el local, hijo? —preguntó el Beta, mientras observaba cómo su hijo tecleaba en el móvil.

—Bien, hasta el momento —dejó de lado el artefacto y miró a su padre—. Hoy le comenté a Jell que necesitaba refuerzos en el local y fue muy comprensiva. Me autorizó anunciar la vacante —sonrió aliviado.

—Son buenas noticias —sonrió—. Deberías informarle que necesitarán dos nuevas personas.

—¿Dos? —enarcó una ceja—. ¿Por qué dos?

—Verás hijo...

—Hyun, deja que coma primero —intervino Sook al depositar un plato con comida delante de SeokJin.

—Es evidente que se traen algo —comentó el azabache con la boca llena. Su estómago no estaba preocupado por saber lo que tuvieran que decir, sólo quería ser saciado. El Omega, sin dejar de masticar, entrecerró los ojos observando a sus padres y como por arte de magia algo en su cabeza encajó—: Es sobre lo de ayer... —tragó—. ¿No?

—Deja de hablar y come —le regañó su madre—. Al terminar hablaremos bien.

—Pero... —se llevó un bocado a la boca—, pueden ir hablando, yo no escucho con la boca.

—¿Desde cuándo te has vuelto tan impaciente, hijo? —inquirió JeonHyun—. Recuerda: La paciencia-

—Es la mayor virtud del hombre —interrumpió—. Lo sé, padre. Pero, se escapa de mis manos el haber nacido con un grado de paciencia no mayor al treinta por ciento.

Emmoní » NamJin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora