Capítulo 15

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Matheus;

Después de la "plática" tan pesada que había tenido con los chicos, decidí regresar a casa, aunque cuando iba en camino, no sabía si era mejor quedarme a escuchar la histeria de Edson o regresar a casa a hacer lo mismo desde hace 4 meses... Pelear.

Nunca me ha gustado mezclar mis problemas familiares con el trabajo. El fútbol era como esa luz al final del túnel, era como mi escapatoria de mis problemas con mi, hasta ahora, esposa. Edson y Emilio lo saben mejor que nadie, todos saben un poco de eso, pero ellos más que nadie.

En el club siempre he sido de los más bromistas, medio pesado, a pesar del apenas año que llevo acá, me agrada el equipo y me llevo bien con mis compañeros ¿qué más podía pedir? Claro, una familia estable.

Hay veces que llego al club muy molesto, enojado, con ganas de golpear a todos y de romper todo, pero debía calmarme y la única razón por la que me calmaba, era precisamente porque soy de la idea de que los problemas de casa se quedan allá. Incluso había veces en las que me sentía tan mal, tan impotente, o no sé, tal vez la definición correcta es que me sentía tan estúpido, que en varias ocasiones, les pedía a Edson y a Emilio que me golpearan.

En una ocasión el ultimo de éstos me tomó la palabra, había veces en las que Eiza lo ponía muy de malas, llegaba con ganas de matar a todo aquel que llevara el apellido "González" y bueno, aquella fue una de esas ocasiones. Me dolió pero igual le agradecí el golpe.

Estacioné el auto en la parte de atrás de la casa, antes de bajar di un largo suspiro, a partir de que entrara, todo iban a ser reclamos, peleas y gritos. Finalmente tuve que bajar, entré y ella ya estaba ahí frente a la puerta trasera esperándome.

— Hola -le dije como si nada y ella rodó los ojos- bueno, aunque sea podrías responder al maldito saludo -dije de mala gana y pasé por su lado.

— Ya sé la razón de que me estés pidiendo el divorcio -dijo entrando tras de mí a la cocina.

— ¿Que no lo sabías? Ya no te quiero como antes, no era difícil de descubrir -dije alzando los hombros, acto seguido tomé un poco de jugo que había servido en un vaso.

— Es por culpa de ésa tipa, no quieras hacerte el idiota -gritó.

— ¿De qué hablas? -dije cínicamente, Edson me estaba pegando esa mala maña.

— Te dije que no te hicieras el idiota -dijo en un tono de voz alto. Me estaba sacando de mis casillas.

— No es culpa suya, es culpa tuya, esa "tipa", como le dices, me ha ayudado y apoyado en menos de un año más que tú en cinco años -dije a la defensiva.

— Ésa maldita está destruyendo mi familia -dijo molesta pero al borde de las lágrimas, hacía mucho ya no me afectaba verla así.

— No te confundas, ésta familia la destruiste tú, no quieras echarle la culpa a ella.

— ¿Yo? ¿por qué?

— ¿Por qué? -le pregunté alzando la voz- No te hagas la víctima ¿crees que no me daba cuenta de que por irte a no se donde con quien sabe quien dejabas a mis hijos solos? Son unos niños por Dios, no podía creer que había días en los que llegaba a las siete de la noche, tú dormida y ellos seguían sin comer -le grité, ella ya estaba llorando pero no me importaba, me sentía realmente enojado- en serio, deja de llorar que no te va.

— Yo ya había aceptado mi error, te pedí perdón de una y mil maneras, intenté arreglarlo pero tú preferiste no poner de tu parte -dijo acercándose a mí.

— Que aceptes el error y que pidas perdón de todas las formas posibles no arregla el daño, lo hecho, hecho estaba... Me hiciste daño, yo te amaba -dije ya con los ojos aguados y la voz algo quebrada- A parte lo que se rompe, aunque lo arregles jamás vuelve a quedar tan bien como estuvo al principio, las relaciones son como una jarra de cristal ¿lo entiendes? Un pequeño golpe, y se rompe.

— Hazlo por tus hijos -dijo intentando abrazarme pero retrocedí.

— ¡En ellos hubieras pensado tú cuando ibas a revolcarte con ese idiota! -le grité. Ella me dio una cachetada.

— ¡No me hables así! -me gritó esta vez, yo tenía la cara volteada, pero aun no terminaba de hablar.

Mis lágrimas comenzaron a caer, no eran lágrimas de tristeza, era puro coraje. La miré, sonriendo de lado, como burlandome.

— No seas tan cínica al pedirme que piense en ellos, yo pienso en ellos todo el tiempo ¡tú nunca lo has hecho! Esto es lo mejor para ellos ¿o a caso crees que deban vivir el infierno de vernos pelear todos los días de por lo menos dieciocho años de sus vidas? Porque yo no -dije un poco calmado. Muy poco.

— Pero debe haber otro modo, otro que no sea el divorcio -dijo poniendo sus manos al rededor de mi cuello, enseguida las quité con brusquedad.

— No lo hay, yo ya no quiero estar contigo y cuanto más rápido firmes esos malditos papeles -dije señalando las hojas sobre la barra- esto será menos difícil.

— En cuanto firme ésos papeles me regreso con mis hijos a Colombia -dijo de brazos cruzados, la miré sin creer lo que acababa de decir.

— En cuanto firmes esos papeles, voy a pelear por su custodia, no voy a permitir que los sigas descuidando de esa forma tan descarada -dije y me miró con los ojos abiertos como plato.

— No lo dices en serio...

— ¿Que no? Firma esos papeles y te lo demuestro -le dije y ella sólo se quedó callada- ¿dónde están?

— Allá arriba -dijo y casi se me va el alma del cuerpo.

— ¿Han estado escuchando todo el tiempo? -pregunté y ella alzó los hombros- ¿y así crees que hay otra a parte del divorcio? Firma los papeles y aunque me cueste la vida, ellos se van a quedar conmigo -dije y subí las escaleras sin dejarla decir algo.

Matías y Lilian eran inteligentes, habían cosas que Lilian aun no entiende, tiene 4 años, pero Mati tenía 8 y sabía lo que pasaba.

Llegué al cuarto de Mati, abrí la puerta y lo vi sentado en el suelo junto a su hermana, ella siguió en lo suyo, jugando con unas piezas de Lego, pero él apartó la mirada del suelo para alzarla y mirarme.

— Hola campeón -le dije sonriendo y cerrando la puerta tras de mí.

— ¿Por qué tú y mamá volvieron a gritar? Me prometiste que no iba a pasar otra vez -me reclamó y mi corazón se rompió en mil pedazos.

Me agaché, él seguía sentado a lado de su hermana, y lo miré a los ojos.

— Sé que te había prometido que no volvería a pasar, perdóname -le respondí.

— Papi, yo no quiero quedarme con mamá -dijo poniéndose de pie- ella mete a un señor a su cuarto y no encierra aquí -dijo y maldije a Cindy internamente.

— Hay cosas que debemos hablar, pero...

— ¿Te irás con Lupita? -me interrumpió.

— Probablemente -respondí.

— ¿Me llevas contigo? Digo, ¿nos llevas? -dijo, casi suplicando.

— Mira Mati, no se aun con exactitud qué es lo que pasará entre tú mamá y yo, por eso necesito hablar contigo, pero antes necesito saber si ya han comido -le pregunté, esperando que dijera que si.

— Si, también ella comió -dijo refiriéndose a Lili- Pá ¿por qué la gente se separa?

Esta plática iba para largo, había mucho que explicar.

Besos en Guerra || Edson Álvarez ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora