Capítulo 4

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El suave amargor del whisky bajó por su garganta calentándola por completo. Veía como Carolina conversaba con aquel hombre, en ese momento no le interesaba en lo absoluto hacer el intercambió con esa pareja. Aquel día, no tenía muchas ganas de ir hasta el club, pero la insistencia de su novia lo terminó convenciendo y allí se encontraba, sentado en un rincón oscuro de aquel lugar, bebiendo. Mientras se fumaba un cigarro, veía cómo las personas interactuaban, también como muchas de ellas ya se habían largado al concretar el intercambio.

Se llevó una vez más el vaso hasta los labios, hasta que en su cuerpo sintió una presencia magnetizante. Una tan fuerte que, no la pudo pasar por alto. Giró la cabeza al sentirse atraído por aquella fuerza tan devastadora. Entornó los ojos y una leve sonrisa se formó en sus delgados labios. ‹‹ Como es de pequeño el mundo ››, pensó.

Preciosa, fue lo primero que se le vino a la cabeza al ver con la sofisticación que aquella mujer se sentaba de piernas cruzadas. Ladeó la cabeza mientras su ceja derecha se alzaba de manera analítica. Cabello largo de un color negro fascinante, algo que él jamás en su vida había visto. Se pasó la lengua por el labio inferior, cual felino hambriento en busca de su presa. Tacones altos que hacían ver sus largas piernas de infarto, su vestido hacia una combinación perfecta con el tono níveo de su piel. La que, por cierto, se veía tan suave como la seda.

Vio como ella de repente se tensaba. Dios, le encantó ser él quién provocase eso, porque estaba seguro que su intensa mirada ella, la había podido captar. Posó la mano en reposabrazos del sillón para seguir deleitándose con esa magnífica vista. Observó cómo se llevaba el vaso hasta la boca, carajo, su cuerpo experimentó un súbito escalofrío electrizante al ver como ella, se lamía el labio. Esa mujer no era ni siquiera consciente de todo lo que le estaba provocando.

Apagó el cigarro, se pasó la mano por el cabello sonriendo. Ahora sí que le interesaba hacer el intercambio, maldita sea que sí. Se mordió el interior del labio al ver que ella observaba en su dirección. El reflejo de la luz daba de lleno en su rostro y pudo apreciar el destello de sus ojos, ¿verdes?, ¿azules? No lo tenía claro, lo cierto era que el momento de presentarse había llegado, por lo que se puso de pie y salió de la penumbra que lo cubría.

Sus ojos se encontraron, permitiendo ver la sorpresa que sus pupilas reflejaban. Se sonrió al darse cuenta como ella lo miraba descaradamente de pies a cabeza, si tan solo supiera como lo tenía lo más seguro es que saliera huyendo. Sin embargo, eso no lo permitiría ya que se fijó en su muñeca y vio que tenía la pulsera verde, simplemente perfecto. La suerte estaba de su lado, por supuesto que aprovecharía la oportunidad de poder poseer a esa mujer que, no le quitaba los ojos de encima.

Ahora que la tenía frente a él, pudo distinguir con más detenimiento los rasgos de su, según él, hermoso rostro. Sus ojos no eran azules, ni verdes. No, eran de un color indescriptible que lo dejaron casi sin aliento, pero que lo hizo perderse en ellos. Se vio obligado a ser educado y saludar a quienes la acompañaban. Si por él hubiese sido, la tomaba de la mano y la llevaba directo a una maldita habitación, no podía. Debía mostrarse con ella como era, un completo seductor.

Cuando tocó el turno de las presentaciones, supo por fin su nombre. Samantha. Con un descaro que solo él era capaz de tener, se acercó para saludarla y no dudó en comenzar aquel juego de seducción que le tenía la cabeza en las nubes. A propósito, le besó la comisura de la boca. Mierda, el aroma de su piel combinada con su aliento de mojito hicieron que sintiera su entrepierna un tanto apretada.

La maldita canción fue perfecta para dar a conocer los planes que le invadían la cabeza, y cuando se separó de ella no dudó en dejar la mano sobre su pierna. No se equivocó al pensar en que la piel, de esa mujer se te estremeció bajo su toque, era tan suave como la seda.

SwingerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora