Capítulo 5

8.4K 449 8
                                    


Dominic, vio como Samantha salía del club de la mano de su novio y se perdía entre la multitud. Una extraña e inusual molestia se alojó en su interior. ¿Por qué carajo sentía esa inquietud? Solo había sido cosa de una noche, una, como tantas otras. Sin embargo, Dominic, con aquella morena sensual quería mucho más. El hecho de saber que pronto volverían a verse, lo hizo curvar la boca en una sonrisa lasciva.

Deseaba volver a tenerla entre sus brazos, ser dueño de sus besos y sus caricias. La osadía con la que esa mujer, que dio vuelta la cabeza para mirarlo con una sonrisa antes de irse del club, lo sedujo a un punto en que él ni siquiera lo pensó. ‹‹ Maldito pelirrojo suertudo››, pensó con el ceño totalmente fruncido. Solo salió de sus cavilaciones cuando sintió la mano de Carolina, apretando su brazo. La observó de manera curiosa, sin entender del porqué la pelirroja lo apretaba con tanta insistencia.

—¿Puedes dejar de mirar hacia la salida? —en cuanto la escuchó, puso los ojos en blanco.

—No seas exagerada —se soltó suavemente de su agarre —. Mejor vamos a beber algo antes de irnos

—¿Te gustó esa mujer?, ¿cierto?

Dominic no le contestó, solo la miró de soslayo. Sin embargo, antes de poder tan siquiera pensarlo su corazón dio un brinco. Si bien su relación con Carolina no era mala, en ese momento no estaba atravesando un buen momento junto a ella. Se habían conocido cuando Dominic entró con un compañero de trabajo a un bar nocturno. No era de extrañarse que Dominic hubiese conocido a la mayoría de sus conquistas bajo esas circunstancias, puesto que él, era un hombre amante de la noche, un hombre enigmáticamente bohemio. Alguien que disfrutaba de ese tipo ambiente, por lo que, en todos y cada uno de esos escenarios había flirteado con más de alguna mujer. Claro, cuando era soltero. Ahora que estaba con Carolina lo hacía, por supuesto, pero consensuado con ella.

La forma en que la pelirroja se las había apañado para coquetearle, fue lo que le llamó la atención. A él siempre le habían gustado las mujeres que llevaban las riendas de su vida, y que sin ningún tipo de reparos fuesen ellas, las que tomasen la iniciativa. Una mujer empoderada era lo que a Dominic le fascinaba. Por ese motivo, Samantha se había robado todas sus atenciones aquella noche.

Si bien Carolina jamás le había reclamado nada, sus actitudes le hacían sospechar que le molestaba con demasía el hecho de que, a él, le gustase practicar el swinger. Incluso, desde antes de conocerla, Dominic ya llevaba ese estilo de vida. Había empezado a ir como soltero a las fiestas de intercambio, ya después de comenzar una incipiente relación con Carolina, le habló sin tapujos lo que hacía en sus ratos libres, porque antes, Dominic iba siempre a ese tipo de clubes. Sin embargo, poco a poco comenzó a ir más esporádicamente, como esa noche, en la que no le apetecía ir. Pero ahora, estaba seguro que volvería a concurrir mucho más seguido, tan solo para verla a ella.

El barman se acercó con las respectivas copas y Dominic seguía sin decir ni una sola palabra, cosa que a la pelirroja le estaba comenzando a molestar, puesto que deseaba saber cómo había sido la swinger de su novio. La mujer era realmente hermosa, de eso no había ninguna duda. En cuanto había entrado al club con Joanne, ella se había fijado en Samantha. En ese momento, Carolina había dirigido de inmediato la mirada hacia Dominic y se percató que en los ojos del pelinegro estaba aquella mirada que hacía tanto tiempo no veía. Por un momento se inquietó, pero pronto despejó esos pensamientos. Dominic, a pesar de ser un swinger, era su novio y lo tenía seguro.

O eso era lo que ella creía...

Por eso no opuso resistencia cuando lo vio caminar hasta ella, cuando vio como dejaba descansar su mano en la pierna de aquella mujer. Sin embargo, algo incómodo se alojó en su interior, ya que Dominic nunca había actuado así de descarado con ninguna mujer. En cada intercambio que hacían él se comportaba por decirlo, normal. Pero esa mujer lo había vuelto otro hombre, uno que era muy distinto a lo que Carolina había visto desde que entró al mundo del swinger, de su mano.

SwingerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora