Capítulo 29

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Samantha se sonrió con la lengua atrapada entre los dientes cuando sintió la boca de Dominic sobre su piel. Acaba de sentir un orgasmo gracias a su inesperada llamada telefónica y ahora, una vez más, la estaba sorprendiendo al presentarse allí de esa manera, con esa mirada y con aquel frasco de vidrio expuesto en la palma de su mano. Alzó la cabeza dejando que Dominic se recreara como quisiera con ella. Sintió como la puerta hizo un imperceptible, "clic". Él, a pesar de estar lamiendo el nacimiento de los calientes senos de Samantha, dobló la rodilla para cerrar. Por supuesto que no quería que nadie viese lo que le estaba haciendo, y lo que estaba a punto de suceder.

—Sabes deliciosa —murmuró sobre su cuello —. Necesito más de esto.

Al oír aquella voz ronca y profunda, el vientre de Samantha se contrajo y al sentir, también, como los labios de Dominic se estiraban en una sonrisa. Lo único que deseaba era arrancarle toda la ropa y fundirse con él. Dio un par de pasos atrás, Dominic apoyó la espalda y la cabeza en la puerta, tenía los párpados entrecerrados y no le quitó en ningún momento esos ojos negros de encima. Samantha pasó sus dedos por su boca, logrando que el índice bajara un poco su labio inferior, ese erótico movimiento logró que las ideas de Dominic se fueran al demonio. Quiso acercarse, pero Samantha negó en silencio con su cabeza. Él alzó una ceja acompañada con una sonrisa de medio lado.

Samantha miró su hombro derecho, metió un par de dedos por debajo de la tira de su lencería, lo observó de soslayo con el labio atrapado entre sus dientes y la bajó. ¡Oh! Joder, era la cosa más lasciva que había presenciado jamás. Dominic puso el pie en la puerta y metió una mano en su bolsillo logrando que su pantalón cediera un poco, mientras que en la otra mantenía atrapado aquel frasco de vidrio que haría realidad su fantasía más escondida. Su pecho subía y bajaba. Seguía con sus ojos entornados cada movimiento de Samantha.

La chica hizo lo mismo con el otro hombro, hasta que escuchó un jadeo por parte de Dominic al ver que sus senos eran liberados de ese encaje que los cubría, sus pezones estaban fruncidos, apuntando directo al él que los miraba embobado. Enganchó los pulgares en la tela atascada en sus caderas y con un movimiento ondulante de estas, bajó la lencería hasta que cayó al piso sin siquiera hacer un sonido. La tomó con la punta del pie y la tela voló por el aire, Dominic la atrapó antes de que tocara el piso y se la llevó hasta la nariz, olía a toda ella, olía a su reciente orgasmo. La miró, tan solo quedó con aquellas diminutas bragas que translucían todo lo que Dominic tanto ansiaba. Jodida buena idea haber comprado ese regalo, porque ahora era él quien veía como se descubría aquel delicioso envoltorio.

—Joder, nena, me matas —sus palabras se oyeron amortiguadas por la tela que tenía apretada contra su boca.

Samantha se rio al tiempo que lo llamó con un dedo. Dominic, como si estuviese embrujado, despegó su espalda de la puerta y fue hasta ella, pero con lo que no contaba el pelinegro era que Samantha también quería jugar un poco. Ella se echó a correr, él se sonrió al tiempo que dejaba el frasco sobre la mesa, se sacó la camisa, con la ayuda de sus pies quitó también sus zapatos, el pantalón terminó por caer de sus caderas e inmediatamente quedó desnudo. Cerró los ojos con una sonrisa que adornaba todo su rostro, entonces tomó lo esencial de su fantasía y caminó por donde Samantha, se había ido.

Al entrar a la habitación vio solo un par de candelabros encendidos. Había descubierto que Samantha era amante de las velas aromáticas, eso le encantaba porque cuando hacían el amor, el acto tomaba un cariz distinto, más íntimo y profundo. Levantó la vista, allí estaba ella de espalda con las manos apoyadas en el dintel de la ventana, con su cabello cayendo como una cascada por su espalda, y con aquel encaje perdido en precioso su culo. Dominic quería alzar la cabeza, ponerse de rodillas y darle gracias a Dios por la mujer que tenía en frente. Sin embargo, se abstuvo de eso y no dudó en untar sus dedos en la Nutella mientras se dirigía a su lado, corrió su cabello hacia su hombro y con las yemas, dibujó toda su columna pintándola de chocolate y avellanas.

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