Capítulo D O S

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Deslizo la ventana abriéndome paso para entrar a mi habitación, sé perfectamente que mi madre posee un sueño tan ligero que si hago el mínimo ruido la despertaré y por ende seré pillada llegando a mi casa de madrugada, con alcohol en mi cuerpo y un olor a porros que parece impregnarse en toda mi vestimenta.

Me sorprende notar que el sol está más arriba de lo que pensaba, estoy perdida en la hora. Mi reflejo en el espejo me da asco y soy completamente sincera con lo que veo, estoy hecha un desastre; mi cabello esta enredado de tal manera que puedo notar que hay restos de suciedad en él, el delineado de mis ojos se ha corrido de tan manera que luzco como el soldado del invierno en la película de capitán américa y nunca en toda mi vida, había estado tan delgada, los pómulos de mi cara hacen que me vea realmente demacrada.

Mierda, como fue que llegue a esto.

— ¿Keels? —la voz de mamá llega a mis oído, inmediatamente miro como la perilla de mi puerta se ha comenzado a mover —, ¿estas despierta?

Corro, luchando por no enredar mis pies y caer, hacia la puerta poniendo mi cuerpo contra ella evitando que mi madre entre y sea inevitable que me vea completamente desarmada.

—Hey —reclama ella forzando un poco más la puerta —, ¿qué crees que haces?

— ¡Mamá, estoy desnuda! — chillo fingiendo estoy completamente enfadada.

— ¡Te visto desnuda los 17 años de tu vida! ¡Soy la mujer que te trajo al mundo! —ruedo los ojos riendo, puedo apostar que por cada vez que me ha dicho eso ya hubiera comprado un pasaje a Paris —, ¡saliste de mi vagina, señorita!

— ¡Mamá!

Saca esa imagen de tu cabeza, Keels, sácala ya antes de que te cause secuelas.

—Yaya —ella solo suelta una carcajada a lo que también sonrío—, admito que me pase, hubiera pagado por ver tu cara ahora mismo —puedo notar que ha vuelto a soltar una carcajada.

Mierda, escucharla reír debe ser una de las pocas cosas que he escuchado de parte de ella, desde siempre ha sido tan poco risueña, no importaba lo mucho que me esforzara en preescolar, Annie, nunca soltó una carcajada cuando actuaba en las obras de teatro, cuando fui desatacada con honores por mis calificaciones, ni siquiera cuando interprete a la caperucita roja en quinto grado. Se siente bien escucharla hacerlo, a pesar de toda la mierda que hay en nuestra relación de madre e hija, se siente bien sentirla cercana.

—Vamos, Keels, date prisa, es el primer día de clases —su voz suave se ha convertido en algo más habitual, un sonido autoritario que no da pie a cualquier acto de desobedecerla.

—Oh mierda.

Golpeo mi cabeza contra la puerta y todo el aire de mis pulmones se ha escapado dejando una presión en él. Paso mis manos por mi rostro frustrada, esta no es la notica que quería escuchar ahora.

— ¿No puedo ir mañana...

—Keels...—comienza y puedo notar el sonido inevitable de la decepción —, lo prometiste, lo hiciste...

Sé que lo prometí, que durante las últimas semanas ha sido un tema que lo ha sacado a diario y también sé perfectamente que lo hace con las mejores intenciones, pero ella no siente lo que siento al solo imaginarme volviendo a la escuela. Mis manos tiemblan al igual que mis piernas, mi boca se seca y de la nada un sabor amargo se impregna en ellas, hay un nudo en mi garganta que no me deja ni siquiera pensar en tragar y el solo hecho de especular en ingerir un alimento me da nauseas. Eso es lo que causa solo pensar en la escuela, no me imagino lo que será ir.

El gay perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora