Capítulo C U A T R O

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Cuando Noah y Connor mencionaron a Ryan Brown como un jodido as del Lacrosse inmediatamente pensé que exageraban, que un puberto de 14 años no podría ser mejor que los de segundo año, incluso mejor que los de último, sin embargo, el pelirrojo de un metro sesenta y pico ha dejado abatidos a mitad de los veteranos de Lacrosse.

Noah y Connor lucen sudados y abatidos con el entrenamiento, noto que sus respiraciones se entrecortan y no puedo más que ponerme nerviosa al igual que ellos de que este, su último año, queden afuera, desde siempre, desde que tengo uso de razón han vivido y muerto por su bebé; que es nada menos que este deporte.

— ¿Qué le dan a los críos de ahora? —la voz de Mégane hace que por primera vez desde que llegamos deje de mirar el campo, estaba tan concentrada que casi olvido que ellas están a mi lado —. ¿Adrenalina en Jarabe?

Me alzo de hombros dado a que soy completamente nueva con como crían a las nuevas generaciones.

El segundo día de clases trascurrió normal, el día anterior después de la escuela solo fui a casa, tome un baño, me puse pijama y estuve así hasta que me dormí, hace semanas que no pasaba tanto tiempo de noche en casa, hoy mamá me trajo dado a que dice que aún no puedo manejar por mi cuenta, fui a cada clase, evite miradas curiosas, no hable mucho con la gente que me rodeaba excepto por mis amigos y quise bajar la atención de mi, vistiendo un buzo negro de tal manera que podría pasar desapercibida como una estudiante cualquiera, por alguna razón el estilo deportivo de las Kardashian no pasaba desapercibido. Mi día hubiera sido tan normal, sin embargo antes de entrar a mi última clase Adam Evans apareció en mi campo de visión y me dirigió una sonrisa tensa. Sería millonaria si la gente me diera un dólar por cada vez que me sonríe de esa manera.

— ¿Crees que los dejen afuera? —vuelve a cuestionar Mégane esta vez llevándose la mano a la boca para morder sus uñas.

Arrugo mi frente intentando concentrarme en la posible respuesta de eso, sé que los puestos asegurados son los de Andrew y Adam porque incluso si Noah o Connor fueran mejores que ellos en Lacrosse, Adam tiene como un don para conseguir lo que quería y Andrew, bueno algo debe tener el idiota.

El entrenamiento esta por acabar, él entrenador pone al número 7 como portero, a Connor, Noah y el numero 17...

Miro de nuevo la camiseta y siento un dolor punzante en mi pecho, es como si la misma pelota de goma de Lacrosse hubiera sido lanzada brutalmente contra mi cara y me hubiera hecho sangrar, ese número es de Marcus, el 17 fue su número hasta que se fue, no pudieron solo no pudieron no dárselo a nadie.

Mis pies, dan pasos sin que mi cerebro reaccione hacia el campo de Lacrosse, soy consciente de los gritos de Jane preguntándome que a donde voy, no veo nada más, sin duda no veo nada que no sea la camiseta número 17 que se encuentra al medio de mis dos mejores amigos. Quiero quitársela, quiero arrancar esa camiseta de su cuerpo, gritarle que no puede ocupar ese número porque a pesar de todo siempre será la de mi chico, siempre será de él.

Piso el césped al fin, mis pies comienzan a sentir el suelo blando no obstante no paro, sigo mirando al jugador que lastimosamente su cara ha sido tapada por la protección del juego, los jugadores han parado el entrenamiento para verme, algunos gritan en mi dirección, no los escucho aun no llego donde el número.

— ¡Riddle! —un grito ensordecedor llegar a mis oídos, es él entrenador —, ¡¿Qué carajos crees que haces?!

Me paro de frente a Connor y Noah que se han interpuesto entre mí y el chico de la 17. Intento avanzar hacia allá, hacia donde está el chico, pero ellos no me lo permiten, deben saber que algo planeo.

El gay perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora