Capítulo C I N C O

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La música es muy alta para mi gusto y aunque en el lugar no está permitido fumar, el olor a porro mezclado de igual manera con los cigarrillos es tal que aunque fumo deseo quitar ese olor de mi ambiente. Mégane está al fondo de la barra luchando por conseguir un mojito para mí y para ella, es la más pequeña de todos así que veo con gracia como lucha por tomar la atención del barman.

Jane se encuentra en plena platica con un chico que conoció a penas llegamos, mueve su cabello mientras le sonríe con sus labios perfectamente pintados y la hilera de dientes blanca que hace que envidie el color tan natural de ellos. Suprimo una pequeña carcajada porque veo al chico muy interesado en ella y en poder meterla en su cama mientras mi amiga lo que desea es que alguien le pague un puto whisky, es jodido si, visto de cualquiera manera mi amiga parecía una zorra, pero siendo honesta, al diablo el doble estándar...¿porque los hombres pueden ocupar a las mujeres solo para tener sexo, pero si ellas solo lo usan para pagar un trago está mal?

— ¿Puedo? —un sujeto de al menos 30 años llega y toma el sillón continuo al mío.

—No la verdad es que no —me limito a sin decir sin ni siquiera dirigirle la mirada —, mi amiga esta sentada ahí.

Él solo asiente y se va sin decirme nada más, sigo mirando el sujeto que ha puesto sus ojos en otra víctima, una pelirroja que seguramente al igual que yo, es menor de edad y entro con una carnet falso. No paro de mirarlos incluso cuando hay decenas de personas alrededor, algo no estaba bien en aquel sujeto.

— ¡Mierda! —chilla Mégane tirándose al sillón continuo con dos mojitos en sus manos —, es todo una jungla ese lugar, pero aquí tienes —lo acepto sin dejar de ver a la chica, luce algo incomoda con la proximidad de sujeto —, ¿Qué tanto miras?

—Ves a la pelirroja de allá —la señalo con mi dedo, la música cada vez aumenta más y maldigo el haber aceptado de sugerencia de Jane de venir a este bar y no al que siempre acostumbramos —, el tío que tiene al lado no me da buen rollo.

Mégane frunce el ceño al igual que yo y no es desapercibido que aquella chica esta incomoda y un tanto asqueada con la presencia de aquel hombre.

— ¿Crees que le haga algo? —me pregunta Még esta vez desviando sus ojos hacía mí.

—No lo sé —me alzo de hombros tomando un sorbo —, de todas manera no dejare de mirarla.

La siguiente hora pasa rápido, me río con Mégane hasta que lagrimas salen de mis ojos, Jane se une a nosotras luego del que el chico con el que estaba se pusiera muy intenso, viejos conocidos de otras fiestas se unen a nuestra platica, es agradable tener estos escapes, por lo general la gente ama el silencio estar solo, pensar y quedarse en un lugar seguro con gente que no sobrepasa el número de cinco cercanos, a mí me gusta lo contrario, me gusta el sonido, me gusta estar rodeada de gente, sin importar si la dejare de ver en unas horas, me gusta la manera en que tienen algunas personas de llegar tener confianza para comentarte historias antiguas, me agrada reírme con desconocidos que no veré nunca más, no me gusta hacerlo con la gente que conozco ni mucho menos con gente de la escuela, me gusta tener a esas dos Keels separadas. Soy un poco feliz aquí, sin el recuerdo de Marcus presente, son los únicos lugares de la cuidad donde él nunca estuvo conmigo.

— ¿Ya quieres irte? —me pregunta Jane susurrándome al oído.

—Iré al baño y al volver nos vamos.

Ella asiente quitándole el ultimo baso a Még que ya está un poco subida de tono, le reclama forcejeando un poco para que se lo devuelva, no puedo ver si ha ganado porque ya estoy cerca del baño. Está como todos los baños de los bar que he ido, sucio y con mal olor, me dispongo a entrar al de mujeres cuando escucho quejidos desde el baño de los hombres, automáticamente la cara de asco al imaginarme que alguien está teniendo sexo se forma en mi rostro.

El gay perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora