Quizá el conflicto con el amor
era que en una época de estruendos
yo era el silencio que solo le servía a un pianista.
Era tan inexplorado que dolía,
[el color lo tenía en lo recóndito de la nostalgia],
un museo a oscuras,
esa clase de mar que hiere de frío pero que llena de esperanza.
Así que la desdicha era que no cabía ni en el mundo ni en alguien más.
Y
eso
mataba.
Inventaba todos los refugios sabiendo que solo contigo estaba protegido,
cambiaba mi vida en todas las direcciones para no tener que volver a donde dolía
y nombraba mis penas hasta donde la poesía no me podría perdonar.
Yo era el silencio y tú el melómano.
Lo supe cuando le pusiste canciones a cada una de mis heridas.
Escucharte dolía
y sanaba
y llenaba mis ojos de añoranza
y era tanta la contradicción que la única forma de entenderte fue diciéndote adiós.
Era difícil querer entender que el amor se hizo para que tú le dieras sentido,
que había algo incompleto en mi vida que tú viniste a llenar,
que el no ser suficiente para uno mismo tenía su justificación.
Era imposible la idea de que el origen, el significado y el final estuvieran en un solo ser.
Y, hasta cierto punto, me conformé con no entender(nos).
Hasta ese punto final
en que comprendí que mi mismo silencio sanaba mis heridas
y esa
era la única canción que necesitaba mi alma.
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Tom Hiddleston y la tristeza
PoesiaEl mundo no es más que un coleccionista de nostalgias a futuro.