Quizá; no, no "quizá". Las personas que veían a Niall Horan, el heredero de la famosa — y, cabe destacar, internacional — cadena hotelera H.H., pensaban que lo tenía todo. Belleza, dinero, lujos... ¿Qué le podría faltar? Absolutamente nada.
Pero al joven Horan le faltaba algo muy importante: amor. Jamás en su vida había recibido amor.Sus padres: siempre pendientes de su trabajo como ejecutivos.
Sus tíos, primos: sólo hablaban con el por clara conveniencia.
Algún amigo: era impensable, siendo Niall tan millonario como era, sólo se relacionaba con gente superflua, tan vacía que no podía expresar ni algún atisbo de sentimiento.Por eso, cuando conoció al guapo Justin Bieber, hijo del jefe de redacción de la revista de moda más importante del momento; cuando Justin Bieber mostró el mínimo interés de acercarse a él con otra intención distinta al dinero, no dudó, ni por un segundo, caer rendido a sus pies.
Se veían a escondidas, se lanzaban discretas miradas coquetas en eventos públicos. Las miradas, a la larga, se transformaron en tacto, en abrazos, finalmente, en besos. Todo era perfecto. Incluso los padres de ambas partes apoyaron la relación furtiva cuando descubrieron los sentimientos de los menores.
¿Y cómo no apoyarlos? A ambas partes les convenía juntar sus fortunas.No fue más que sólo cuestión de tiempo para que los tórtolos se prometieran en matrimonio.
Una grande — y lujosa — boda se llevó a cabo. Niall fue felicitado por gente — que ni siquiera recordaba haber conocido — la mitad de la noche; la otra mitad, bailó con su ahora esposo, felizmente.
El pequeño Niall, a sus 19 años, casado con el que parecía ser el hombre de sus sueños, se sentía realizado y pregonaba por ahí cómo su "final feliz" al fin había llegado.
No fue sino hasta que los recién casados se mudaron juntos cuando Niall se dio cuenta, con todo el pesar del mundo, que los finales felices son solo cuentos de hadas, tonterías.
Su reciente matrimonio parecía sacado, más bien, de un thriller. Todo el tiempo el rubio sufría, estaba preocupado de que cualquiera de sus acciones molestara a su esposo. Este era muy posesivo y terco, si su capricho no se cumplía, habría consecuencias para todo aquel que fuera responsable.
Niall no supo en qué infierno se había metido, hasta que fue demasiado tarde.
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