Epílogo

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12:30 de la tarde, el sol se escondía tras las nubes, y aún así brindaba una luz hermosa y disfrutable.

La pequeña Paimbœuf se encontraba tan tranquila y sus habitantes disfrutaban de la tarde. En sus porches, en el parque al final de la cuadra, dentro de sus casas.

Una rubia que recién sacaba sus muffins del horno escuchó el timbre de su casa sonar. Se deshizo del mandil que traía puesto, y tras ponerlo en la encimera, se dispuso a abrir la puerta.

Frente a ella se encontraba una pareja. Un rubio de cabello demasiado corto, con lentes y barba negra y un pelirrojo de ojos azules. Este último llevaba una canasta con un listón que hacía juego con los ojos del pelirrojo, esta estaba llena de pan miniatura hecho en casa. Ambos tenían una sonrisa, lo que contagió a la dueña de la casa.

— Hola — comenzó el pelirrojo — nos acabamos de mudar a la casa de al lado. Soy Nigel y el es mi esposo Zane.

Hola, perdón. No me había dado cuenta de su llegada. Pasen por favor — se hizo a un lado para cederles el paso.

— Oh, no — habló ahora el rubio —. Aún tenemos mucho que desempacar ¿Verdad, amor?

— La verdad es que sí, sólo queríamos tener un pequeño gesto con nuestros nuevos vecinos — extendió la canasta —. Toma, es para ti y tu familia.

— Bueno, gracias — le sonrió la nueva vecina —. Cuando terminen de desempacar y ordenar no duden en venir. A mi esposo, mis hijos y a mí nos encantaría invitarlos a cenar.

— Será un gusto — dijo sonriente el rubio con barba —. Con permiso.

— Nos vemos.

Cerró la puerta cuando ya se habían marchado. La gente en los suburbios era amable, pero incluso para Lindsay que llevaba más de diez años viviendo en Paimbœuf, esta fugaz visita había sido algo rara.

•••

— ¿Crees que fuimos muy sospechoso? — preguntó Zayn.

— Espero que no hayamos sido — dijo Niall —. Pero ¿En serio? ¿Tenías que cambiar tu nombre de Zayn a Zane? ¡Se pronuncia igual!

— No estás mucho mejor, Nigel — se rió —. Pero seamos honestos, han pasado cuatro meses desde que Bieber dijo a los medios que habían encontrado nuestros cadáveres. Sumando el cambio de imagen y que vivimos en un lugar a más de doscientos kilómetros, creo que nadie sospechará.

— Sí, y la vida en los suburbios es muy tranquila.

Oh,  querido e iluso Niall... No podrías estar más equivocado.

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