NCT X NCT ✨ Cuaderno de One Shots

Nohyuck ~ No Hay Libertad Bajo Las Luces Rojas (1/2)

~ No Hay Libertad Bajo Las Luces Rojas (1/2) ~

~ Nohyuck ~

~ 3800 palabras (1a parte)

~ Lemon explícito (2a parte) ~

Espero que os guste ♡

El becario se estaba poniendo de los nervios. Era la primera vez que daba clase a alguien y sabía que debía tener mucha paciencia, pero la situación lo estaba sacando de sus casillas.
El chaval ni siquiera colocaba correctamente los dedos sobre las teclas del piano, es más, estaban tan rígidos que parecía que lo estaba golpeando.

Su sueño desde pequeño siempre había sido transmitir su amor por la música a todo el mundo, y así conseguir la universalidad de este precioso arte.
Lee Jaeno era conocido en su tierra como el niño prodigio, el chiquillo trabajador, el modelo a seguir... La primera vez que vio uno de aquellos preciados instrumentos de tonos negro y blanco roto se aferró a él y se juró no soltarlo en la vida.
Practicaba durante horas, y apenas descansaba unos minutos para comer y algunos escasos instantes para dormir.
Destacó desde que empezó, y su esfuerzo lo había llevado hasta una fantástica beca de enseñanza en Ámsterdam.

Dieciocho primaveras colgaban desde sus hombros forjados en plomo de juventud. Silueta de dios griego, con músculos duros como piedra del majestuoso Atlas, y un gran corazón de paquidermo.
Con él se cumplía la regla que dictaba que los músicos ligaban muchísimo más que el resto de mortales. Cuando hundía sus tersas yemas sobre las teclas retráctiles de color marfil insinuando una terrible tensión sexual contra su piano, torturaba a sus espectadores atentando violentamente con sus dedos y suelas, marcando un ritmo infernal que encerraba el alma, sacudiendo su flequillo castaño entre el rocío de sudor que despegaba desde su frente.
Cada entrada que se compraba para asistir a uno de sus multitudinarios conciertos era un contrato firmado por el mismísimo Belcebú.

Su fama se había expandido a nivel internacional, y sus trofeos ganados en concursos ya no podían contarse con los dedos de las manos.
Sus principios altruistas consiguieron que Jaeno optara por solicitar aquella beca, la cual se le concedió poco después.
Finalmente había acabado enseñando a alumnos Amsterdameses.
Se sentía confundido. Él era el tipo de persona al que se le atribuía la manía de ser demasiado bohemia o literaria.
Sí, viéndolo desde el punto de vista de la vida real, se le podía considerar un hombre insano por sus pensamientos, mas él no podía remediar lo que realmente sentía.
El pianista soñaba con encontrar a su alumno ideal, a una persona con alguna característica que la distinguiera del resto de chicos, como un prodigio perdido o escondido.
Sin embargo, estaba pasando sus primeros días encerrado en aquel conservatorio tan serio en el que poca gente valía la pena.

Afortunadamente, la clase con el chiquillo vago terminó cuando menos lo esperaba y marchó a casa para descansar hasta el día siguiente.
Cuando terminaba la jornada y echaba a andar hasta su apartamento siempre tomaba un camino distinto. Pretendía perderse por la ciudad y descubrir sitios recónditos o que por lo menos despertasen su atención, ya bastante perdida.
Paseaba de forma indefinida hasta que encontraba su barrio, pero esa noche no se situó. Perdió por completo el rumbo.
Empezó realmente a preocuparse cuando dejó de divisar calles conocidas. Sin saber cómo acabó caminando entre barrios oscuros y vacíos. Pudo asegurar que pasó miedo.

Tras moverse unos metros con pasos temblorosos temiendo por su supervivencia, un chorreón de luces carmesí tiznaron el rostro de Jaeno, quien admiraba aquel fenómeno que parecía incluso químico. Los primeros instantes le resultaron hermosos. Montones de escaparates de reflejos rojizos se estructuraban a lo largo de la larga calle.
Estaba sumido en la máxima tranquilidad cuando se dignó a agudizar la vista y descubrir el horroroso espectáculo.
Cientos de mujeres exponían sus cuerpos desnudos o mínimamente cubiertos sobre los cristales forrados en sucio vaho. Muchos otros hombres relativamente mayores escogían su producto desde fuera para seguidamente entrar y consumirlo a su gusto.
Féminas de todas las edades y nacionalidades escondían su tristeza tras las luces artificiales, así como una trágica y única historia.