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Cuando era más joven solía ir a trabajar con regularidad

Recordaba bien cuanto disfrutaba asistiendo a trabajar en las calles. En aquel tiempo encontraba alivió al infierno que viva en casa. En esa época, Julián llevaba mujeres al departamento casi todos los días. Sorrento siempre les tuvo temor. Prefería quedarse deambulando entré las calles, antes que volver al departamento que le resultaba ajeno.

Varios años pasaron, pero las cosas no cambiaron. El seguía llevando a sus novias de turno y Sorrento prefería mantenerse lejos de la casa a cualquier precio.

La calle ya no era una buena opción para matar el tiempo. Sorrento aprendió desde muy pequeño que el mundo es cruel y las personas se encargaron de hacerlo ver eso.

Tenía un problema de habla, lo cual lo convirtió en blanco fácil para todos. Se burlaban de él cada vez que lo veían y gritaban toda clase de insultos. Si algo tenía que agradecerle a su hermano, era el ser inmune a las palabras duras.

Fue cuando el acoso se volvió algo serio. Empujones en las calles, golpes que trataban de ser casuales, se convirtieron en ataques frecuentes, inclusive mientras tocaba su violín en la calle. Sorrento tenía una ligera cojera en la pierna que nunca sano por completo y correr no le servía de mucho. Tampoco era bueno peleando, los Omegas tenían prohibido siquiera responder a un Alfa y como todo en su vida, terminaba perdiendo la partida. Sorrento dejo de trabajar en la ciudad Alfa/Omega.

Sin embargo, tanto Julián cómo Eo, pensaban lo contrario. Fue su hermano quién lo mando a esperar a quien decía sería su Alfa. Justo en la plaza comercial de Omegas. Se suponía que pasaría por el apenas saliera de trabajar, pero ya llevaba tres horas esperando.

Pensándolo bien. ¿Por qué tenía que hacer lo que Julián y Saori querían? No tenía por qué quedarse hasta quién sabe cuándo. De repente aquél Alfa no iba a llegar. Quizá todo fue inventado por Julián por deshacerse de él. Claro, eso tenía que ser, como llegó a creer que algún Alfa tenía algún interés en el. Nunca nadie lo tuvo, porque lo tendrían ahora.

Tendría que irse algún día de esa casa, pero no sabía a dónde. No tenía a nadie a quien recurrir además de Eo. Pero tampoco podía ser una carga para el. Las palabras de ese sujeto Kanon calaron hondo. Debería buscar un trabajo, debería marcharse de casa, buscarse otro lugar donde vivir.

Pero, ¿Dónde iba a trabajar si no podía ni hablar bien y además era omega? Julián siempre le decía que era un inútil y no dejaba de tener razón. Para lo único que era bueno era para tocar el violín y leer música, pero eso apenas si le daba dinero para comer.

Pasaba el tiempo y su supuesto Alfa no llegaba solo estaba dieciséis años tarde, así que unos minutos más no eran nada. Sorrento empezaba a sentirse más nervioso conforme avanzaba las manecillas del reloj que no poseía. ¿Que iba a hacer ahora? Julián le dijo bien claro que, si no iba a encontrarse con Massimo no volvería a casa.

Ese era su nombre, Massimo. Julián no dijo nada más, no le dió detalles de cómo era el, solo le dijo que pasaría a buscarlo. ¿Ahora que? ¿Que hacer si no aparecía? Esa noche no podía volver al departamento. Dormir en la calle no era opción para un Omega, además hacia demasiado frío para quedarse en la intemperie.

Massimo no iba a aparecer. Julián mintió como era costumbre. Como cuando le decía que le daría de comer si dejaba de molestarlo. Cuando le reclamaba el dinero de la renta y una vez se lo daba, lo hechaba a la calle. El lo quería fuera del departamento y de su vida. Por eso inventó lo de Massimo. Siempre era tan tonto, siempre le creía. Sintiéndose un idiota por creer las mentiras de su hermano. Sorrento decidió marcharse.

No tenía nada más que hacer ahí, esperando como pan que no se vende.

-Ey, tu, si tu! Tu eres Sorrento, ¿No?

Come As You Are (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora