III

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La mañana era fría y los árboles estaban quedándose sin hojas. El otoño era sin duda la estación favorita de sorrento. Durante el día solía parase en el Zócalo a tocar su violín hasta que llegará la tarde. Cuando la temperatura bajaba demaciado o el clima no se lo permitía, buscaba refugio en las estaciones de tren.

Caminando y caminando fue que por fin llegó a la estación de betas. Tuvo que tomar asiento por que tenía las piernas acalamabradas.

Sorrento se sentó en una banca de aquella enorme plaza y acomodo su mochila a un lado del estuche de su violín.

A esa hora varios turistas transitaban por las aceras. Pronto sería hora de almorzar y tenía que buscar un lugar estratégico donde postrarse y tocar por dinero.

Para sobrevivir en el mundo que le tocó vivir. Tenía que ser ingenioso. Esa lección la aprendió desde muy joven. si quería comer, tenía que ver el modo de como hacerlo. Julián siempre le restregaba en la cara que se endeudaba para darle de comer y esa era una burda mentira. Colectaban estampas de comida que el gobierno les daba y las canjeaban en el supermercado.

Lamentablemente, algunas veces la adicción por apostar de Julián podía más y terminaba por cambiar estas en la calle por dinero y luego tenían que pasar hambre. Así que, para resolver esos problemas, sorrento salia a tocar a la calle.

En una de sus visitas a la plaza de betas, descubrió que si se acercaba lo suficiente a uno de los muchos puestos de comida y entretenía a los comensales tendría negocio asegurado. No era hora de almuerzo aún y del lado donde se encontraba, había buena concurrencia de peatones.

Así que puso manos a la obra, armado de su violín y una pieza de Vivaldi.

Los billetes no tardaron en caer y cuando terminó su primera interpretación, los puso a buen recaudo.

Luego de un pequeño descanso, retomó las cuatro estaciones.

Pronto sorrento fue olvidando el cual cansado estaba, la precisión por la deuda pasó a segundo plano, así como los moretones en su rostro. La música tenía ese poder, de hacer que todo lo malo quedara atrás.

Abandonado completamente a los compases y notas, dejaba el mundo atrás. Se liberaba de su cuerpo y su mente se iba volando donde la música lo llevaba. A ese universo fantástico en donde su violín le cantaba a la primavera en tiempo allegro, acerca de pájaros trinando, riachuelos murmurando, brisas tibias acariciando la estación.

El verano en cambio en "allegro non Moltó", hablaba del sol candente, del dulce arrullo de las palomas. Pero el otoño era una vez más su favorito.

En "allegro" pensaba en los campesinos celebrando la cosecha

en "adagio Moltó" los imaginaba rindiendose a las brisas frías, como las que recorrían la ciudad en estos momentos.

Luego llegaba el "allegro" de nuevo y Sorrento podía ver a los cazadores en busca de sus presas para sobrevivir el pronto invierno.

"Allegro non Moltó" abría la estación que faltaba. Quizá era producto de su imaginación, pero podía sentir el frío recorriendo su cuerpo. La nieve pálida tiñendo en panorama en tonos celestes. Copos callendo, hielo sobre las aceras, invierno inclemente.

La última nota se perdió en el aire y Sorrento regreso a la realidad gris que lo rodeaba. Uno que otro turista paso a dejarle un billetito o moneda, lo cual agradeció de todo corazón. Suspirando entonces, devolvió la atención a su pobre violín. Las cuerdas estaban gastadas, pero todavía aguantaban un poco más. Acarició el arco con cuidado, pensando en que pronto tendría que reemplazarlas y necesitaba invertir en buena calidad, Como siempre decía Eo, aunque fueran caras. Hizo números en su mente y concluyó que iba a tener que trabajar más duro todavía, para poder afrontar el costo del mantenimiento de su posesión más preciada.

Come As You Are (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora