Capítulo 3.

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Los días transcurrieron lentamente sin novedades. ¡Qué aburrida era la vida! Prefiero las épocas de clases, todo es mucho más divertido con mis amigas. En el verano apenas nos vemos. Hablaré un poco de ellas. Son geniales. Ellas no tienen ni idea de lo que tengo que soportar en mi casa. No puedo contarles. No lo sé, cuando estoy con ellas prefiero olvidarme de ese asunto por un rato. Son muy divertidas, y de las amigas que tengo (que en realidad no son muchas, como ya lo dije), ellas son las que nunca me fallaron, mis verdaderas amigas.

Esa tarde no tenía nada para hacer, ya había terminado todas mis tareas domésticas por la mañana. Entonces decidí relajarme un poco y leer un libro.

Estaba totalmente concentrada en cómo transcurría la historia, cuando oí unos golpes en la puerta de mi habitación. De repente la puerta se abrió, y apareció mi tío gritando:

- ¿Qué mierda estás haciendo? - me dijo enojado.

- Oh, disculpa. Estaba leyendo un libro- dije tímidamente.

- ¿Cuántas veces te dije que no me gusta verte sin hacer nada?- me dijo amenazante- ¡¿Y todavía te pones a leer?! ¡Ve ya a hacerme la cena! ¡Y luego lava la ropa sucia!- gritó y dio un portazo.

Oh, mierda. ¿Qué tiene de malo leer un libro? ¿Por qué me pasa esto a mí? - pensé, y fui a hacer la maldita cena.

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-¡Esto es asqueroso! ¿Qué mierda le pusiste a la comida? ¿Por qué eres tan inútil?- me dijo escupiendo la comida- ¿Por qué? ¡Contéstame! ¡Y mírame cuando te hablo!

Lo miré a los ojos con odio.

- ¿Sabes qué? Si no aprendes por las buenas, aprenderás por las malas- me dijo y se acercó a mí amenazadoramente. Di unos pasos hacia atrás, pero él me dio una bofetada en la cara. Dolió mucho. Se me llenaron los ojos de lágrimas. 

- Oh, la niñita va a llorar, ¡pobrecita!- se burló Bruce, y estalló en carcajadas.- Vete a dormir de una maldita vez. - me dijo y me dirigí hacia mi habitación.

- Oh, espera, casi me olvidaba...- dijo y fue hasta mi habitación, agarró al libro el cual yo estaba leyendo y rompió sus hojas en mil pedazos. Mierda, justo era mi libro favorito.

- Para que aprendas a portarte como una niña buena- dijo y se fue riéndose.

No pude soportar más y lloré en silencio hasta que me quedé dormida.

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Desperté a causa de unos ruidos. Al principio no los reconocí, pero luego me di cuenta de que era Bruce que estaba golpeando violentamente mi puerta.

- ¡Despierta de una maldita vez, inútil!- gritó.

- ¡Ya voy!- dije, y me vestí rápidamente.

Abrí la puerta y él me dijo:

- ¡Ya son las 6 y 35! ¡Hace cinco minutos que tendrías que estar despierta, estúpida!

- Lo siento. No volverá a ocurrir- dije asustada.

-¿Cómo que no volverá a ocurrir? ¡Claro que volverá a ocurrir! Soy el único que hace algo productivo en esta maldita casa. ¡El único! Tú eres una niñita malcriada que no sabe hacer nada -dijo. Tomé aire, y decidí enfrentarlo.

- Escucha, Bruce. Estoy cansada de ser tu estúpida esclava siempre. Estoy cansada de que me maltrates, de tener que soportar todo esto. ¿Que eres el único que hace algo en esta casa? Si tomar alcohol hasta no poder más, ver televisión todo el día, y tener a una ''sirvienta'' a la cual maltratas es hacer algo, claro que haces algo-dije enojada. Al fin, después de tantos años, lo enfrentaba. Pero lo hice sin pensar en lo que ocurriría después, en cómo reaccionaría Bruce.

-¿Qué acabas de decir, maldita zorra?- gritó- ¿Cómo te atreves a decirle eso al tío Bruce?- dijo amenazante. Se acercó a mí lentamente y me dio una bofetada tan fuerte que hizo que las lágrimas brotaran de mis ojos. Me llevé las manos a la cara. Maldito hijo de perra.

Le entró un ataque de ira y le dio un puñetazo a nuestro viejo televisor. Su pantalla se partió en mil pedazos, y retiró su puño lleno de sangre. Nunca entendí por qué hizo eso, si amaba a esa televisión. Pasaba horas y horas viéndolo. Oh, ¿por qué mi tío era tan estúpido? No podía andar rompiendo cosas tranquilamente, ya que no estamos en una buena posición económica, y también se puede lastimar, lo que sinceramente no me preocupa mucho. 

- Mira lo que has hecho, idiota. Tú me hiciste enojar. Límpiame esta maldita herida ahora- me dijo.

Fui hacia el baño, de donde agarré el botiquín de primeros auxilios y le desinfecté la herida. Luego le vendé la mano.

Del campo a la ciudad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora