La puerta (Parte 2)

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Me quedé paralizado ante la libertad que se asomaba tentadora a escasos metros de mi, contemple por unos momentos la nítida noche, la luz de la luna barajaba incontables sombras ante mis pies, la brisa provocaba erráticas danzas entre la hierba y mi cabello, el muro semicircular que rodeaba esta suerte de patio trasero era fuerte y ancho, lleno de musgo y humedad, el silencio era profundo y absoluto.

Camine lentamente por el camino formado por hierba aplastada, intentando no perturbar el profundo silencio que imperaba, que me decía que aún estaba seguro, la descuidada hierba alcanzaba los cuarenta centímetros de altura como mínimo, formando una espesa alfombra natural que se me antojaba tenebrosa ¿Cuántas cosas podrían ocultarse a la vista debajo de ella? ¿Podría haber alguien debajo? ¿Abría restos humanos bajo el verde y tupido césped?

Con cada paso miraba escudriñando cada centímetro que alcanzaban mis ojos, buscaba desesperado esperando el momento en que sería atacado, podía incluso escuchar mis latidos zumbar en mis orejas, penetrando hasta lo más profundo de mi ya perturbada cabeza, mis brazos reflejaban mi mente caótica simulando apenas una triste defensa, agarrotados y tensos por delante de mis costillas daban la impresión de que pronto se quebrarían.

Di media vuelta para observar la parte trasera de la cabaña, intentando adivinar si alguien me podría ver, pensado que alguien, oculto por las sedosas sombras de la noche podría seguir mis pasos, escudriñe en vano todo cuanto abarcaba mi vista, pude ver con claridad la sección del techo que vi colapsado desde dentro, una seca y pesada rama caída desde un árbol que antaño había muerto era la responsable del daño tan feroz e inquietante.

Silencio continue avanzando, temeroso y con la mente agitada por el desconocimiento absoluto, atravesé la hierba, por el camino formado por quién me precedió, arrastrando un bulto que deseaba permanecer ignorante de su naturaleza, mis piernas temblorosas parecían querer traicionar mi sigilo, pensaba que tal vez sería mejor arrastrarme, pero si algo de cualquier forma me amenazaba me vería imposibilitado a huir, tenía que permanecer erguido a toda costa.

Antes de poder darme cuenta la ominosa puerta se encontraba frente a mi, su pesada y fuerte estructura de hierro me hipnotizó, los barrotes eran gruesos, había sufrido la lente y persistente corrosión del óxido, aún podían notarse los restos del color negro de su antigua pintura, lo que quedaba de su viejo cerrojo de pasador delataba la brusca manera en que los habían destruido, los restos, junto con un viejo y podrido candado descansaban justo debajo, cubiertos por la maleza y el moho, algunas enredaderas se habrían paso entre los barrotes, usando su fuerza para subir e intentar tomar algo de sol.

Tras observarla por unos instantes saboree mi libertad, tome lentamente la puerta y con todo el cuidado que me permitía mi tembloroso cuerpo jale lentamente para así poder salir, era mucho más pesada de lo que habría parecído, el metal frío y húmedo calaba hasta los huesos, el viento silbaba suavemente entre sus barrotes, en su camino arrastraba pesadamente la vegetación por debajo de si, con un ligero rechinar, que a pesar de su volumen tan bajo, consiguió tensar aún más mis nervios.

La empuje apenas lo suficiente para escurrir mi cuerpo por la puerta, deslizándome lentamente, dirigiendo mi vista a la vieja cabaña, intentando en vano poder saber si habría llamado la atención de alguna manera, si alguien podría haberme visto, cuando por fin estaba del otro lado de la puerta creí que podría relajarme un poco

Tras las puertas de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora