La Cabaña (Parte 1)

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Recién comenzaban los días de septiembre, los árboles danzaban al unísono con el moribundo viento de verano que guardaba aun los vestigios cálidos de sus mejores días y la tarde lentamente daba paso a la bóveda estelar, la luna menguante se antojaba pálida y fría. Los días monótonos transcurrían acelerados consumiendo las semanas una tras otra, amortiguadas apenas por las ocasionales festividades de los calendarios.

Viajaba en la solitaria carretera tras el volante de un cómodo Ford sedan, sintiendo el pesar de mis cansancio intentaba arrastrar mis párpados para cerrarlos, el viaje aun era largo así que decidí descansar, estacione mi auto en el acotamiento de una polvorienta gasolinera y me tumbe boca arriba en el asiento trasero observando los árboles a través de las ventanas, rápidamente el cansancio fue mas fuerte que yo.

El amanecer no tardo en hacerse notar, me incorpore pesadamente sobre el asiento, notando gotas de agua deslizándose por los cristales del auto, la mañana llegó entre neblina y llovizna, el aire frío conseguía colarse al interior del vehículo, intente en vano calentarme un poco mientras soplaba sobre mis manos, un débil y tibio bao escurrió entre mis labios sin poder mitigar el frío en lo más mínimo, regrese a la parte delantera del auto, encendí el motor y la calefacción, el aroma que emergió de el era nauseabundo pero preferible al punzante frío de la mañana, encendí la radio, una, dos, siete estaciones, solo estática llegó a mis oídos, lo apague de nuevo y me dispuse a continuar mi viaje, tenía ya la mitad del camino recorrido y en doce horas llegaría a mi destino, debía darme prisa.

El viaje era tranquilo y simple, árboles majestuosos e inmensos a mis costados, carretera larga húmeda y desierta por delante y por detrás de mi, la niebla se había disipado tan solo una hora antes y sin embargo la llovizna persistía sin descanso, recorría mi camino tan rápido como me permitía el caprichoso clima, de pronto un golpe, acto seguido una nube de vapor surgió del cofre, frene en seco aturdido por la sorpresa y decidí bajar a revisar murmullando enfadado por mi mala suerte, levante el cofre con cuidado de no quemarme con el calor y pude ver el problema, una manguera hinchada y desgarrada por la mitad, venia del radiador. De seguir conduciendo en esas condiciones dañaría completamente el motor antes de llegar a cualquier lugar, cerré el cofre y entre al auto, tomando mi celular con la esperanza de encontrar la más mínima señal y conseguir una grúa, no se que habría sucedido, al revisarlo lo encontré sin batería.

Decidí tomar mi poncho y mi mochila, cerrar bien el auto y regresar a pie hasta la estación de gasolina donde pase la noche, seguramente podría encontrar ayuda en ese lugar, si me daba prisa conseguiría llegar en alrededor de cuatro o cinco, horas y con suerte podría encontrar un servicio que me llevará a mi destino, donde sería fácil reparar mi auto

Caminando sobre la misma carretera me sorprendí de la gran cantidad de cosas que pase por alto intentando ahorrar tiempo en llegar, un río grueso pero poco profundo, de un agua azulada y limpia cruzaba por debajo de un puente que apenas podía ostentar el nombre, un árbol caído recargado entre las ramas de sus semejantes al otro lado de la carretera, amenazando con caer de manera intempestiva y sorprendente, bloqueando la carretera, un viejo camino rural de tierra que se adentraba en el bosque perdiéndose en la espesura, seguramente una vieja granja o un poblado pequeño pensé, seguí caminando sin prestar atención.

Rozando ya las 5 de la tarde llegue a la estación, me sorprendió no ver a nadie en la misma, supuse que solo abría un encargado en la pequeña oficina improvisada, después de todo los vehículos aquí serían muy poco frecuentes. Llegue al maltrecho edificio y solo conseguí polvo y periódicos viejos, permanecí incrédulo a la soledad del lugar donde un día antes había visto las luces encendidas y había pasado la noche, la situación comenzaba ser desesperante, pero recordé el viejo camino rural que había pasado tan solo una hora antes, seguramente allí habría un poblado, allí tendría que estar el encargado de la gasolinera, tal vez enfermo o decidió tomarse un día libre, eso no importaba de cualquier forma encontraría ayuda en ese lugar.

Mis piernas temblaban y ardían por el cansancio, jamás había caminado tanto tiempo, sin embargo estaba ya frente al camino de tierra observando como se adentraba en el bosque girando poco a poco perdiéndose de vista, la maleza había recuperado ya buenas partes del camino. Comencé a avanzar sobre el lodoso y viejo camino, observando las gotas de agua caer entre las hojas de los árboles, pude notar un ratón corriendo entre la maleza, agitándola suavemente. De pronto, entre las hojas húmedas y raídas de los árboles apareció ante mi, una única y solitaria cabaña de madera vieja y adoquín poroso, ningún poblado, ninguna granja, ninguna calle siquiera, solo una vieja cabaña de madera y adoquín de dos niveles, vieja y solitaria, abandonada.

Me acerque a la cabaña lentamente, si algún extraño ser humano moraba en ese lugar, lo último que querría seria invadir su propiedad. Las columnas estaban picadas y viejas, la madera húmeda apenas hacia frente al despiadado clima, el adoquín poroso y lleno de moho, en las esquinas abundaban las telarañas espesas e intimidantes, las ventanas habían sido selladas con tablones viejos y la puerta, sin picaporte se mecía de adentro hacia afuera. Claramente estaba abandonada, decidí pasar allí la noche para descansar y a la mañana siguiente buscar una solución para continuar mi camino.

Tras las puertas de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora