05: Fuera de zona

2.2K 229 31
                                    

Pasó una semana desde que conocí a Thaen y no lo he vuelto a ver desde ese día. Y sin poder evitarlo, terminé investigando sobre las almas destinadas y, debo admitir, que había  mucho por donde ver. Todas iniciaban con esa clásica y mágica conexión, esa necesidad de los cuerpos por tocarse y nunca separarse.

Todos hablaban de lo maravilloso que era encontrarla y ver que era todo lo que buscaban.

Habían algunos polos opuestos que al inicio se sorprendían de la personalidad del otro, pero de alguna forma encontraban como encajar entre ellos y amar esos aspectos que antes le molestaban.

¿Será así con Thaen y yo? No sabía por qué algo en mi interior me decía que no.

También hablaban sobre lo que tardaban en enlazarse: No eran más de 4-5 meses y en concebir al máximo un año de tras su enlace. De verdad no podía creerlo, ¿Tan rápidos eran? Ya creía que ni pasaban la primera cita y ya esperaban un bebé. 

Suspiré.

Observé a Sal correr en su rueda. 

  —¿Por qué los humanos nos complicamos tanta la existencia?—Le pregunté—Podríamos ser unos simples seres que no razonan y vivir solo para tener éxito biológico y ya, pero no. Tuvimos que inventar una sociedad y malditas reglas, y ni pensar de los estereotipos. 

—¿Ya estás hablando solo de nuevo, Kiu?—preguntó mi abuela desde el segundo piso.

—¡Estoy hablando con Sal!—grité en modo de respuesta.

— Sí, hablas solo.

Gruñí inconscientemente.

—¡Eres una molesta pasa arrugada, abuela!—volví a gritar. Escuché un fuerte golpe seco, luego silencio. Tras unos simples segundos oí a mi abuela subir por las escaleras como alma que lleva el diablo—¡Ugh! 

Corrí hacia mi puerta y la cerré colocándole pestillo en un tiempo récord, y justo en ese momento un fuerte golpe provino del otro lado consiguiendo que saltase por la sorpresa. 

—¡Vuelve a repetirlo, maldito enano!—gruñó—¡Atrévete! 

—¡Abuela, te quiero mucho! ¡No me mates! —supliqué. 

—Cuando tenga tu cuello entre mis manos decidiré que hacer, maldito—volvió a golpear la puerta—. Diablos, estoy perdiendo mi toque. Si estuviese en mis veinte ya habría derrumbado la puerta.

—Gracias al cielo—agradecí en un suspiro. 

Mi abuela chasqueó su lengua con molestia y se apoyó en la puerta. 

—Que daría por volver a ser joven—dijo. Escuché un largo suspiro de su parte—. Bien, aprovecha esas piernas y ve a comprar algo para el desayuno de mañana. 

Se giró y empezó a caminar por las escaleras. Titubeante, caminé hacia la puerta y la abrí observándola bajar con cuidado. 

—Eh, Abu—murmuré y miré hacia la ventana de mi habitación—¿No crees que es muy tarde para salir?    

Ya era de noche y una de mis reglas era nunca dejar la casa a estas horas. ¿Qué pasaba si me robaban o secuestran? Soy un pobre ser humano débil y llorón, no podría con ello. 

—Deja de quejarse y vete o esta vez si te mato—contestó junto con esa mirada que me provocaba escalofríos. 

Tragué en seco. 

Mierda.

Veamos, escoger entre morir en la calle con algún secuestrador o morir en las manos de mi querida Abuela... ¿Qué sería más conveniente?

Déjame ser tu mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora