seis

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Había aceptado por fin que estaba enamorado de Annie.
Hace unos días platicaba con Andrés sobre esto y le dije que no intentaría nada con ella pero algo en mi interior cambió, algo me hizo abrir los ojos.
Sé que sonará muy dramático pero estaba dispuesto a cualquier cosa para estar con Annie.
Era lunes, día en el cual declararía mi amor a la niña bonita de profundos ojos cafés.
Como todo en esta vida me sale mal, puse mi alarma un día anterior pero sonó media hora después de lo planeado y a nadie se le ocurrió despertarme.
Salí corriendo de mi casa al tiempo que me intentaba poner lo primero que vi, mientras comía una pastilla de menta y equilibraba mi mochila abierta en el hombro.
Llegué bastante tarde, ya que mi papá me traería a la escuela pero cuando desperté, él ya estaba en el trabajo y olvide mi cartera así que no tenía dinero para transportarme a una escuela que me quedaba a media hora de mi casa.
Cuando por fin entré a clases vi a Annie, me acerqué a ella.
-hola Ann-la salude cuando la tuve en frente-hay algo que debo decirte.
-Lo mío es más importante-me interrumpió, se veía emocionada.
La dejé hablar.
-¿adivina quien tiene una cita con su crush?-me miró sonriendo tanto que juraría que su boca no se podía estirar más-esta nena
-¿quién es el desafortunado?-dije tratando de hacer la situación menos incómoda para mí.
-Soy yo-llegó Andrés y tomo a Annie por los hombros.
Ese idiota se aprovechó de mi para salir con Annie.
No dije nada, tan solo me alejé.
No hice caso a los gritos de mis dos "amigos" pidiéndome que volviera a donde ellos estaban.
Ambos son importantes para mi y aunque Annie no es nada más que mi amiga, en cierta manera me siento traicionado.
Llegué a mi casa y sin dirigirle la palabra a nadie me adentré a mi habitación.
Comencé a tener un pequeño episodio de ansiedad, el cual traté de canalizar pero me fui inútil; ya comenzaba a sentir una gran desesperación a causa de la falta de aire.
Entonces mi mamá entró al cuarto como si ella supiera lo que me estaba pasando aunque no estuviera presente.
Me tomó en sus brazos y comenzó a mecerme como un niño pequeño tratando de conciliar el sueño; lo cual si  pasó, me quedé dormido en los brazos de mi madre intentando olvidar que mis mejores amigos me traicionaron.

Roses- Luis de la Rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora