tres

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La clase de historia no podía estar más aburrida.
Me encontraba leyendo por millonésima el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Normalmente todo mundo se siente atraído por este tema pero me parece de lo más cruel que un hombre tuviera como propósito purificar la raza; es decir, se supone que tratamos de crear paz mundial y erradicar todo problema y violencia pero tenemos como parte de la educación aprender sobre un ser sádico que inspira odio.
Después de debatir en mi interior en el mal estructurado sistema educativo del país, me di cuenta que ya era el único en el salón, me concentré tanto en la lectura que el tiempo pasó muy rápido.
Salí del salón y me dirigí a mi casillero con la mochila al hombro y mi celular en la mano.
Habían pasado horas desde la ultima vez que revise mi teléfono, así que me dispuse a leer todos los mensajes y a ver mis redes sociales.
Sentí como unas delicadas manos cubrieron mis ojos.
-¿Quién soy?-preguntó Annie, quien de hecho era la persona impidiéndome la vista.
-Mmm...-fungí dudar-me estoy arriesgando pero voy a decir que eres Martha.
Martha y Annie se odian, no sé la razón y tampoco puedo imaginarme una.
A mi Martha me cae muy bien.
-Se nota que quieres mucho a Martha, vete con ella-dijo fastidiada.
Comenzó a alejarse de mi.
-Annie, era un chiste-la tome por el brazo, pero se veía muy molesta así que la solté por un momento.
Ella se giró hacia mi.
-¿Qué es lo que quieres ahora?-estaba llorando
-Annie...-la miré con preocupación-¿estás bien?
-déjame en paz por favor-le era muy difícil hablar.
-No hasta que me digas qué te sucede
-¿Quieres saber que me pasa?-asentí-mi papá está muy grave.
Me miró esperando que dijera algo pero me mantuve en silencio.
-él está enfermo, tiene cancer- esta vez su voz se cortó y se lanzó a mis brazos. La tomé firmemente y la dejé llorar sobre mi hombro.
Hasta ahora, en este preciso momento, me había dado cuenta de que los ojos cafés de Annie eran muy bonitos y a pesar de lo desarreglado de su cabello, se veía muy bonita; nunca había puesto tanta atención en esos detalles que la hacía lucir de lo más hermosa.
Se separó de mí y me volvió a mirar.
-Gracias-dijo aún en un hilo de voz.
-No me agradezcas, eres mi amiga, es lo que debería hacer.
-si...-dijo algo decaída-que bueno que seamos amigos, te quiero.
-yo también te quiero-le correspondí.

Roses- Luis de la Rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora