ocho

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Al pensar en un funeral lo único qué pasaba por mi mente era una familia reunida compartiendo este amargo momento pero en este funeral, en el funeral del padre de Annie estos pensamientos no podían hacerse realidad.
Al llegar pudimos apreciar que el lugar estaba vacío. Ni un alma.
La despedida comenzaría a la 10:00 am pero la gente no comenzó a llegar si no a las 11:00 am y por esto la ceremonia se retrasó.
Ya que Annie creyó pertinente comenzar acompañada de las pocas personas que se habían dignado a venir, se acercó a un micrófono que estaba junto al ataúd y dijo:
-Gracias a todos por venir, gracias por acompañarme en este momento de duelo tan difícil-dijo pero fue interrumpida por una voz extraña de los presentes
-nadie vino para apoyarte niña, eso te tiene que quedar bien claro-la señora parecía molesta-si estoy aquí es porque mi esposo dejó desamparados a mis hijos y esperaba que la lectura de testamento se realizara hoy mismo.
Yo no sabía que el papá de Annie tenía otra familia, pero al parecer ella si estaba enterada pues no mostró sorpresa alguna.
-En ese caso demos por finalizada este maravilloso momento y llamemos al abogado-respondió con sarcasmo y con un nudo en la garganta.

Y así fue, el cuerpo de su padre fue sepultado, así, sin una gota de tristeza, como si ese hombre no hubiese significado nada para nadie. Después de esto, el abogado sin pronunciar palabra tomo lugar en una pequeña habitación en la que solo había un escritorio y un par de sillas y comenzó a leer lo que aquel individuo había dispuesto para cada uno de sus allegados.
El abogado terminó de declarar, cerró su maletín guardando todas sus pertenencias y salió del cuarto sin despedirse.
Una especie de rabia recorrió mi cuerpo al darme cuenta que aquel viejo no había dejado nada para su hija. Quería golpearle con todas mis fuerzas pero no podía hacerle eso a un muerto, no era una idea muy sensata.
Mis papás nos dijeron a ambos que era hora de irnos, los dos subimos al auto y fuimos a casa.
Annie no dijo nada desde la lectura, sabía que si preguntaba algo ella solo evadiría el tema, la conocía tan bien, así que decidí dejarla pensar.
Llegando a casa, Annie por habló y me pidió que le ayudara a traer sus cosas de su casa para instalarse en su nuevo hogar.
Tardamos aproximadamente media hora. Ella no tenía muchas cosas entonces fue un proceso rápido.
El cuarto de visitas estaba un poco desordenado así que mi mamá le pidió a Annie que durmiera en mi habitación, y así lo hizo.
Tendió una sábana en el suelo y se recostó allí.
-Annie- llamé su atención-no puedes dormir en el piso.
-claro que puedo, es cómodo
-duerme en la cama, yo dormiré en el suelo
-no puedo llegar a quitarte tus cosas-se negó
-por favor-le rogué
-está bien-se levantó y cambiamos de lugares.
A decir verdad, estar recostado aquí era muy incómodo.
Pasaron no más de 5 minutos cuando Annie habló:
-Luis, ¿estás despierto?-preguntó en voz baja
-si, ¿qué pasa?-respondí con voz un poco ronca por lo tarde que era.
-¿puedes subir aquí y abrazarme?, no puedo dormir
Mi corazón latió rápidamente, dormir abrazando a la chica que me gusta no es algo que tenia planeado hacer pero acepté.
Subí a la cama y ella hizo un hueco a su lado para que hubiera espacio para ambos, me acomodé de tal forma que ella estuviera cómoda, no quería aplastarla, estaba dándome la espalda así que simplemente puse mi abrazo a su al rededor y besé su frente, ella se giró quedando de frente a mi y se acurrucó en mi pecho, la aferré más a mi.
Sin saberlo ambos nos quedamos dormidos. Abrazados. Cuidando uno del otro, como debía ser.

Roses- Luis de la Rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora