Veintiocho

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Los días en los que esperábamos la llegada del rey se hicieron eternos, el habiente con Harry era pesado, no nos mirábamos directamente a los ojos y mucho menos hablábamos.

La mayor parte del tiempo me la pasaba en un cuarto, al que algunas veces entraba Alison a hacerme compañía.

Sinceramente no me sentía culpable por la discusión con Harry, él debía entender que no se debía de meter en mi vida.

Últimamente me he sentido extremadamente extraña, no, no estoy enferma. Solo que, ¿Cómo explicarlo?, me he sentido vacía.

No hablaba con nadie, apenas comía, tal vez la única interacción fue con Alison, y eso que solo fue asentir o negar.

No sentía ninguna reacción hacia algo, o hacia alguien. Me importaba poco el hecho de salvar a la humanidad o no.

Y eso que hace tan solo algunos días estaba nerviosa por ese hecho, ¿ahora?, nada, absolutamente nada. No siento ni nervios, ni temor y mucho menos pavor, simplemente no siento nada.

La empatía que sentía hacia las personas también es algo que está desapareciendo, ¿Por qué lo digo? Porque me molesta el hecho de que Alison venga y hable de cosas, que sinceramente no me moleste en escuchar.

Antes no era así, antes me encantaba pasar el tiempo con ella, pero ahora me parece molesto y hasta estresante.

Falta tan un día horas.

¿Un día para qué?, os preguntareis.

Para que aquel bastardo llegue.

A pesar de todo, el único sentimiento que no ha desaparecido es el odio. Uno de los sentimientos más fuertes que puede sentir el ser humano.

Si quieres matarlo necesitas ayuda...

¿Ayuda de qué?

La pregunta correcta seria: ¿de quién?

¿De qué hablas?, y en primer lugar, ¿Quién eres?

Soy algo así como tu conciencia, pero menos estricta y más divertida. Contestando a tu otra pregunta, con la fuerza que ahora tienes no podrías ni rozar al rey, pero claro, hay claro, hay una forma de que toda tu fuerza salga a flote.

¿Qué insinúas?

Libera a tu lado demoniaco, el será más que suficiente para matarlo.

¿Liberarlo?... ¿eso sería una buena idea?

Bueno, con aquella fuerza podría vencer a quien tantas personas temen. Mirándolo por el lado positivo podría derrotarlo e irme a casa.

¿Para que irte a casa?, sería más divertido gobernar a estos ineptos. ¿Qué te parecería ser la reina de todo?, reinar cada rincón de este miserable lugar. Luego, veremos qué pasa.

Si, suena divertido.

Escuche uno pasos acelerados dirigirse al cuarto en el que me encontraba. La puerta fue brutalmente abierta, mostrando a una maestra con la respiración agitada.

— ¡Emily! —. Alce la vista, ella me miró fijamente a los ojos, frunciendo brevemente las cejas— ¿Por qué tiene los ojos rojos? —ella rápidamente negó para si—eso no importa, ¡Belcebú acaba de llegar!

Abrí los ojos de par en par, sorprendida. Me levante rápidamente de sillón en el que antes me encontraba.

— ¡Se supone que llegaría mañana! —exclame.

— ¡Lo sé!, pero al parecer volvió antes de lo previsto—gruñí.

Libera a tu demonio, solo así lo vencerás.

Tome mi capucha marrón, y me la puse, está ocultó mi rostro.

— ¿Estas lista? —pregunto la anciana, sorprendida.

— ¿Dónde están Alison y Harry? —ignore su pregunta.

—No les he contado aun sobre esto. —dijo.

—Es mejor no hacerlo, y si se enteran e intentan ir, te pido de favor que no los dejes. —camine hacia la puerta, echándole una última mirada a la maestra quien solo asintió.

(....)

Estaba tan solo a uno cuantos metros del castillo donde se encontraba Belcebú.

Deja que tu lado demoniaco te controle, él sabrá que hacer.

¿Lo debería hacer...?

Es la única forma de ganarle.

Bueno, ¿Qué podría pasar?

Camine hacia un rincón oscuro, vigilando que nadie me estuviera viendo.

Cerré los ojos y me concentre en aquella cosa dentro de mí que se encontraba encerrada, suplicaba por que la dejaran salir.

¿Qué pasara cuando deje a eso controlarme?

Olvidando el hecho de que vencerás a cualquier rival, te sentirás libre, ya no te sentirás atada.

No me atreví a dudar más... lo deje salir...

Vaya error más grave que cometí.

(....)

Mi cuerpo empezó a cambiar, todo mi cuerpo me dolía...no, no me dolía ¡me ardía!

Sentía como si estuviera alrededor de un montos de llamas, mi manos empezaron a cambia, se volvieron más grandes y mis uñas mucho más afiladas.

Mi ropa se empezó a rasgar, mi cabellera rubia desapareció, siendo remplazada por dos grandes cuernos. No podía verme, pero apostaba que mi cara ya no era igual.

Mis pies cambiaron drásticamente, mis pies se volvieron garras gigantes, mientras que toda mi piel dejaba de ser un color blanco piel, y se convertía en una piel rasposa y con color rojo intenso.

Unas alas enormes crecieron de mi espalda, delgadas pero a la vez resistentes.

Oficialmente ya no era humana, y eso me gustaba.

No estamos solos.© (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora