One

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Esto es Hyrule, éste bello reinado, con sus altas explanicias, numero 1 en exportación de Cronolitos, agricultura, pesca y textiles.
Un hermoso paisaje...

Un hermoso paisaje...

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Éste reino justo y basto, con los descendientes de la diosa.
Con la especie hyliana.
Los hyliano, viven en paz tras las murallas del reino, y un poco más dentro de los pueblos.

Y fuera de ahí, todo es salvaje, al menos lo que nos han contado, según lo que los padres, maestros, y sacerdotisas o profetas de Hylia, nos enseñan.

Que más allá, se encuentra la ruina, que no sometamos a lo que dictan las escrituras sagradas, escritas por la primera encarnación de la diosa Hylia, la princesa Zelda.

La más justa reina...

La más justa... Y una tirana más malvada que el Heraldo de la muerte.

...

—¡Rey Dorphan! Hemos recibido reportes de los soldados reales, ¡Están hacercandose a la frontera!.
—Anunció Muzun, estaba al tanto de lo que acontecía siempre, pero está vez se dio cuenta muy tarde.

Los soldados zora no estaban preparados, el rey  fue asesinado, la princesa secuestrada, y el príncipe zora sometido.

Una guerra tan sangrienta entre especies, las llamas consumían Lanayru, y ni siquiera los monstruos eléctricos fueron capaces de detenerlos.

—Comandante... Los capturamos, a dos, la princesa de los poderes curativos... Y una aparente pareja, sugiero llevarlos ante nuestra sacerdotisa y princesa Zelda. — Dijo un guardia a aquel hombre, sobre él lomo de un caballo de pelaje ballo café y blanco; su rostro era cubierto por una mascarilla Sheika, y una capucha, de la cual sobresalían mechones rubios, y unos ojos sin color ni brillo, fríos como el azul hielo; este sólo asintió, y tirando las riendas a toda velocidad, tomando rumbo a Hyrule.

—¡¡¡Mipha!!!.— Gritaba el príncipe dentro de aquella jaula de hierro, golpeando las paredes de la carroza en movimiento. — ¡Mipha!...—Gritaba una y otra vez al ver por la pequeña abertura como a su hermana la encarcelan en otra jaula, y trataba de sacar su mano por aquella rendija, viéndolo imposible.

—Calma... Sidon...— Decía débil la chica, al estar al lado de la jaula de su hermano, le era posible que lo oyera.—Estoy bien... No llores.— Con su melodiosa voz, logró calmar a su hermano, mientras éste sollozaba, y rezaba a la diosa Nayru que protegiera a su hermana.

—¡Te voy a liberar!...Mipha... Serás libre.. volveremos a ser libres.— Dijo el zora menor, arañando la pared en un intento de que se rompiera, a lo lejos, el trote de los caballos, los gritos muy distantes de su pueblo, hecho trizas, en llamas, pidiendo clemencia.

¿Qué les había hecho su pueblo?¿Por qué los atacaron de esa manera?

¿Por qué a su hermana y a su padre?

Sangre En La Arena ||Sidlink||®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora