Five

962 104 9
                                    


∆∆

Un relámpago estrelló contra las celdas, haciendo retroceder al zora.

—¡Sidon!.— Gritó la mujer mientras el pequeño rubio se escondía tras ella.—Los guardias van a venir pronto, Link, corre.— Le ofreció la tela de su falda arrancándola, esa parte azul que tanto cuidaba, pues le recordaba la prosperidad del reino hacía ya cientos de años.

El chico, la tomó y salió corriendo para cambiarse.
Las cosas no debían salir así.
Ahora podía asegurar que habían perdido a un miembro valioso en su plan.
No sabía si podía salvarlo también ahora, pareciera que lo odiaba.
Había tal vez comprometido a todos por esta estúpida acción, si no hubiera sido tan descuidado.

...

—Así que la zorrita de Zelda, es la Gerudo rubia que causó alboroto entre los guardias.— Sonrió la mujer de cabello plata armadura azulada, viendo desde las sombras la puerta de madera con el nombre "Urbosa".

....

—¡Sidon! ¡No hagas alboroto!.— La Gerudo trataba de detenerlo sosteniendo sus astas para evitar una mordida.

—¡Me ha estado engañando!.— Gritaba tratando de alejarse de la fuerza brutal de la mayor.

— Escucha, los guardias van a venir, mejor cálmate...— Fue muy tarde para esa advertencia, algunos soldados se acercaron con las lanzas a rodearles.

—¡Tu mujer Gerudo aparta! Nos haremos cargo.— Gritó uno de ellos sacando una lanza eléctrica.

—Está bien, solo se a alterado, el agua lleva sangre, solo hay que drenarla y llenarla con más.— Trataba de convencer Urbosa cuando fue empujada por Sidon.
Este último con un gruñido seguidos de un feroz rugido trató de soltar la cadena.—¡No lo toquen!.— Intentaba aún defenderlo después de aquel golpe.

Esto se ponía feo, necesitaba frenarlo.


∆∆

—La información que me has dado, ¿Es verídica?.— Preguntó la monarca hojeando el informe que la guardia le había entregado.

—Jamás me atrevería a mentirle a usted, Reina Zelda.— Dijo en una reverencia.

—Alice, las acusaciones que haces contra él son graves.— La miró y con sus pies descalzos la apuntó, estando sentada sobre la silla acolchada de su habitación.

La rubia platinada, se acercó tomando su pie y besándolo.— Mi señora, vivo para servirla a usted, mis informes siempre son verídicos, acertados y útiles, de no ser por mí, no habrían encontrado la región Gerudo, mucho menos, a los zoras.— Alardeó con descaro acariciando su tobillo.

—Alice, está vez no voy a poder creerte, estás hablando de un hombre admirable, que ha defendido a su reina a cualquier costo.— Arrebató su pierna levantándose.— Te prohíbo hacer más acusaciones contra Calamity Ganondorf, como las que acabas de hacer, ni siquiera se encuentra en el reino para defenderse de la acusación de derrocarme.— La apuntó, y por la severidad en sus palabras, la otra no tuvo más que retirar sus palabras.

—Tiene razón, tal vez he interpretado mal la información de alguno de mis espías.— Retiró colocando su cabeza en el suelo a modo de disculpa.

—Pues asegúrate de revisarte el oído la próxima vez.— Pisó la cabeza de la mujer con delicadeza, empezando a hacer presión.— Si es que hay una próxima.— Empujó con su pie la cabeza de la mujer hacia un lado.

Sangre En La Arena ||Sidlink||®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora