Capítulo tres "plática, vino, placer"

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"plática, vino, placer"

Llegamos al edificio, descendimos hasta el estacionamiento, y luego subimos a mi departamento.
Ya habíamos saciado nuestro irrefrenable apetito sexual, pero no por eso íbamos a dejar esto a medias. Quizás hasta seguíamos con una excelente plática, o lo que es mejor, seguiríamos con nuestra intensa sesión de placer.
Le dije que se cambiara y sacara ropa del placard, algunas cosas de mi ex novio habían quedado ahí, y de seguro algo le quedaría, ya que eran de más o menos la misma contextura corporal.
Luego de que se cambiara, le ofrecí algo de beber, hacía bastante frío, así que me aceptó un buen vino de exportación. Serví dos copas y empezamos con la plática, fueron más de dos horas en las cuales hablamos de todo, nuestros sueños, hobbies, etc...
Estábamos ambos en el sillón grande, ya íbamos por la tercera botella, en los últimos minutos había sido algo constante quedarse mirando a los ojos por un par de segundos. No sé si habrá sido algún efecto del vino, o solo era Dave que me volvía loca, pero otra vez empezaba a sentir la imperiosa necesidad de ser brutalmente cogida.
Me levanté a servir más vino, no alcancé a dar un solo paso, y él me afirmó de la mano y me atrajo hacia sus piernas, me quedé allí sentada, nos miramos a los ojos y empezamos a besarnos. Inmediatamente el sacó mi blusa, y comenzó a lamer mis sen0s.
¡Qué placer!
Inmediatamente mis pezones endurecieron, y mi entrepierna comenzó a mojarse. Este maldito en tan solo unos segundos lograba calentarme al máximo.
Lamía mis tetas, su lengua jugaba con mis pezones, y yo, podía sentir su dura verga como queriendo salir de su jean y atravesarme por completo.
Me levanté, y me fui directo a su paquete, con un rápido y elegante movimiento ya había logrado sacar esos veintitrés centímetros. De solo verla se me hizo agua inmediatamente la boca, y no solo eso, en mi vagina logré sentir una vez más, sus brutales embestidas.
Con ambas manos lo masturbaba, y al mismo tiempo mi boca se tragaba lo que más podía, era tan grande que lograba que yo hiciera arcadas, si, es algo molesto, pero es mayor el placer que sentía.
Se la seguí chupando mientras él jugaba con mis pezones, a ratos tomaba mi cabeza y la aferraba hacia él.
Ya no daba más, estaba muy caliente como para seguir chupándosela, necesitaba esa verga dentro de mí.
Me levanté, saqué toda mi ropa mientras Dave hacía lo mismo, quedamos ambos desnudos, y en menos de un segundo ya nos estábamos besando lujuriosamente  otra vez.
¡Métemela! ¡Métemela!
Una y otra vez jadeando se lo imploraba,
me giró en 180 grados, quedó tras de mí, sacó mi cabello de mi cuello, y empezó a besarlo, sus manos recorrían mi cuerpo, me amasaba las tetas, y a ratos con su otra mano comenzaba a masturbarme, introducía sus dedos y con movimientos circulares, acariciaba mi clítoris.
Yo podía sentir su grande y durísima verga apoyada en mí.
Casi sin darme cuenta, me tenía en el sillón, en cuatro patas, y agarrándose la verga, pasaba su cabeza por mis labios y clítoris.
Le imploraba que me la metiera, hasta que comenzó a penetrarme lentamente, mientras pasaba sus manos a mi cintura, podía sentir esa gigante verga enterita dentro de mí, la sacó lentamente una vez más, y de improviso, me embistió brutalmente, me dolió hasta el alma, y solté un gemido de puro dolor, pero a pesar de todo, eso me había encantado.
Empezó a embestirme una y otra vez, con una lujuria desenfrenada, una vez más me estaba destrozando, pero vamos, que como dicen por ahí; "Es mejor que te rompan el cøño, que el corazón".
A ratos me empinada, jalaba mi cabello y me la metía profundamente, entraba y salía de mi cuerpo, y yo no paraba de lanzar fuertes gemidos, me dolía, pero al mismo momento me causaba un placer que jamás había sentido.
Nunca me habían cogido tan duro, tan rico... seguía entrando y saliendo, me tenía empinada, a ratos sacaba sus manos de mi cintura, y comenzaba a amasar mis ardientes tetas, me tenía toda møjada, adolorida, mis pezones jamás estuvieron tan duros, lo único que igualada o superaba esa dureza, era su enorme y exquisita verga.
Entraba y salía, no paraba, a ratos entre embestida, y empinada, besaba mi espalda, amasaba pulcramente mis senos, jugaba con mis pezones... una vez más comenzaba a sentir que se venía el orgasmo.
Comencé a gritarle que me diera más duro.
- ¡Dale, dale! -
- ¡Métemela más fuerte, más duro! -
El jadeo era cada vez más rápido, la calentura me hacía menearme hacia atrás cada vez que me penetraba. De un momento a otro, me la sacó, me dio media vuelta, y me acostó en el sillón, se abalanzó sobre mí, abrió mis piernas, me montó, y me metió una vez más toda la verga. Llegué a poner los ojos blancos, y empezó a menearse sin control, chupsba mis tetas, las mordía, lamía mis pezones, ya me venía, estaba demasiado caliente, yo rasguñaba su espalda, acariciaba su cabeza, me dio un buen par de embestidas más, y yo ya estaba viniéndome. Él se dio cuenta de eso, y no alcanzaron a pasar un par más de segundos, y ya estaba derramando dentro de mí, toda su esencia.

  Me preguntó si debía irse, le dije que no, que podía quedarse, así que acabamos la botella de vino, y nos fuimos a la cama,
nos acostamos, nos besamos, lo miré a los ojos, puse mi cabeza en su pecho, y ahí me quedé dormida.

Continuará...

Autor: David Véliz Laroze.
Libro: "Perversiones" (Próximo lanzamiento)
© Derechos reservados, 2018.

Lluvia de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora