"¡Fóllame ya, cabrón!"
Ahí estábamos, besándonos, me tenía apoyada aun en la pared de la ducha, por dios les juro que esto parecía amor.
Estuvimos ahí habrá sido unos diez minutos, luego otros cinco minutos más abrazados, así sin hacer nada, solo sintiendo nuestros cuerpos desnudos, yo podía sentir sus latidos.
De improviso tomó mi cara con sus manos, me quedó mirando a los ojos, esbozó una hermosa sonrisa, y mirándome fijamente a los ojos, con un amoroso tono de voz que jamás olvidaré, me dijo: "Me encantas, Jackie" Sabelo.
Yo me quedé boquiabierta, nunca pensé que saliera de su linda boquita, lo mismo que yo estaba pensando, es como si el amoroso cabrón que tenía frente a mí, me estuviera leyendo los pensamientos, era un maldito brujo.
Y parece como si me hubiera leído una vez más los pensamientos, porqué se echó a reír, yo solo lo miraba, absorta en su carita, y una vez más habló.
- ¿Quieres saber algo más? - Preguntó.
Yo asentí con un movimiento de cabeza, sin quitar mi mirada de sus ojos.
Y dijo:
- Creo que podría enamorarme profundamente de ti, eres la mujer ideal. -
Yo abrí mis ojos y mi boca la abrí aun más, sus palabras me habían dejado muda, y a la vez me inundaba una felicidad plena.
Me seguía mirando a los ojos, se acercó suavemente a mí, y nos besamos. Juro que era todo un beso de amor, cómo jamás me habían besado, y ese beso de "amor" era recíproco.
Luego de eso nos empezamos a bañar, ya era tarde como para ir a disfrutar de la playa, pero para dar un paseo, nunca es tarde.
Luego nos vestimos y salimos a caminar para mirar los típicos locales con artesanías que siempre se instalan en las playas. Caminamos por un largo rato, tomados de la mano, platicando, contándonos nuestras vidas, y también historias con las cuales terminamos carcajeándonos de la risa.
Pero ya se estaba haciendo tarde, y comenzaba a darme hambre otra vez, le dije a Dave que moría de hambre, así que nos fuimos rápidamente a un conocido restaurante del sector.
Nos sentamos, él pidió mariscos y una botella de Sauvignon Blanc para ambos, en cuanto a mí, otra vez pescado frito, pues odiaba los mariscos, no sé como Dave se los podía tragar con tanta avidez, yo solo pensaba "Guacala".
Me devoré todo bastante rápido, no sabía que tenía tanta hambre.
Dave se demoró muchos menos que yo en tragarse todo.
Luego de comer, seguimos con una segunda botella de vino, ya para ese entonces mis ganas de orinar se iban acrecentando, así que le dije que iría al baño, me levanté y me dirigí a el.
Iba saliendo del compartimiento, y al abrir la puerta me quedé sorprendida, Dave estaba de pie frente a la puerta, en el baño de mujeres, se abalanzó sobre mí, y me comenzó a besar apasionadamente. Este cabrón está loco. ¿Cómo se le podía ocurrir querer coger en un lugar público? Pero la verdad no me interesó, ya que solo con los besos estaba excitada al máximo.
Empezó a sobar mis senos apasionadamente, mis erectos pezones ya acusaban mi calentura, besaba mi boca, mi cuello, hasta que levantó mi playera, sacó mi brasier, y comenzó a lamerme las tetas. Yo estaba un tanto preocupada, ya que a pesar de estar en el último compartimiento, nos podían ver, y nos sacarían del local y además llamarían a la policía y nos detendrían por inmorales. Todo esto no me dejaba concentrarme, y al parecer a Dave o no le importaba o no se había dado cuenta de lo que estábamos arriesgando.
Nos seguíamos besando, nos acariciábamos, él amasaba mis pechos pulcramente. ¡Que calentura! Ya quería que me la ensartara brutalmente, solo como él sabía hacerlo. Lentamente comenzó a bajar su mano, desabrochó mi pantalón, bajó el cierre con fluidez, e introdujo su mano derecha en mi sexo. Si, aquel mismo que explotaba en sensaciones clandestinas, que estaba ardiendo, y tremendamente mojado. Empezó a meter dos dedos en ella, y con su dedo medio, comenzó a frotar suave y exquisitamente mi clítoris. ¡Este cabrón sí sabía lo que hacía! Era un experto en el arte de amar.
Yo movía mi pelvis, quería que introdujera aun más sus dedos en mi lujuriosa vagina, nos besábamos, a ratos me lamía el cuello, y comenzaba a mamar desesperadamente mis libidinosos pechos.
Continuaba con el extasiado movimiento de sus dedos.
Hasta que entre jadeo y gemido, quise susurrarle, pero por la gran excitación me salió casi entre un grito y un gemido un; ¡Hazme tuya ya, papacito!
Me miró con aire triunfal, se deshizo de mi pantalón rápidamente, pero no me la metió, sino que se arrodilló frente a mí, me apoyó en una de las paredes del pequeño compartimiento, abrió un poco mis temblorosas piernas, me miró a los ojos, y acercó su boca y sus dedos a la humedad de mi sexo.
Con sus dedos comenzó a acariciar mis labios, a ratos los succionaba con su rica boca, y luego comenzaba a lamer mi clítoris, también lo succionaba, en cuánto a mí, lo afirmaba por la parte de atrás de su cabeza, y lo aferraba hacia mí, le restregaba la vagina en su rostro, y él, él estaba encantado.
Pero mi excitación me imploraba le pidiera a Dave, que me la metiera hasta lo más profundo de mis entrañas.
Así que una vez más, solté un gemido fuerte, y entre el se podía oír un; ¡Métemela, métemela ya!
Comenzó con su lengua a subir por mi vientre, llegó hasta mis tetas, y en ese mismo instante, agarró su verga con ambas manos, e introdujo solo el glande en la entrada de mi vagina.
Lo movía, lo pasaba por mis labios, por mi clítoris, yo caliente a más no poder, él sabía que no solo la quería dentro de mí, sino que era más bien una imperiosa necesidad de tenerlo todo adentro.
Se me acercó al oído, y me susurró; ¿La quieres? ¿La quieres toda dentro de ti?
- ¡Anda, pídemelo! - Me susurró.
Era una grandísimo hijo de la chingada, sabía lo que estaba sufriendo, y al parecer le encantaba torturarme así, porqué sí, lo que estaba haciéndome, era la más cruel de las torturas.
Yo ya no resistía, y proferí en un suplicante gemido un; !Fóllame ya, cabrón!
No terminaba de decir la frase, cuando ya me lo tenía hasta lo más profundo de mí, solté otro gemido, esta vez de completa excitación y dolor.Autor: David Véliz Laroze.
Libro: "Perversiones" (Próximo lanzamiento)
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