Capítulo cuatro "Cómo la cama, no hay"

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"Cómo la cama, no hay"

Habrá sido cerca de las siete de la mañana cuando me desperté, Dave me estaba abrazando, y con su otra mano me agarraba una teta, inmediatamente me di cuenta que había despertado de pura calentura, mis pezones estaban erectos, y podía sentir ese rico ardor en mi vagina.
Y no sólo yo estaba así, también Dave, podía sentir su exquisita y dura verga, entre mi trasero y la parte baja de mis espalda.
No podía dejar pasar esta oportunidad, empecé a mover el culo, a refregarlo en su pelvis. Él, inmediatamente empezó a despertarse, y mientras me daba arrimones, empezó a amasarme las tetas, sus dedos a jugar con mis pezones, yo seguía moviendo el culo hacia atrás. Sacó su mano derecha de uno de mis senos,
Y pude sentir como se acomodaba la verga, me levantó una pierna, y quiso metérmela toda. Inmediatamente yo reaccioné, me incorporé casi de un salto,
él quedó como pasmado mirándome, saqué toda la ropa de cama, y me abalancé sobre ese gran pito, lo tomé con ambas manos, lo empecé a masturbar, y metí ese enorme y duro miembro en mi boca, se la chupaba cómo desesperada, con destreza, tal como esas putitas de las películas porno, succionaba su pene, pasaba mi lengua por su cabeza, y seguía masturbándolo. Luego me acomodé un poco, de manera de quedar entre sus piernas, se la chupaba, y lo miraba a los ojos. Qué placer, y a él, le encantaba, tomaba mi cabeza, y la hundía con fuerza en su entrepierna, hasta que yo me atoraba.
Pero ya no podía más, quería otra vez sentir todo eso dentro de mi cuerpo, se había vuelto casi una necesidad, necesitaba que me diera fuerte y duro, que me rompiera la vagina. No podía estar más caliente...
Quise montarme, pero él no me dejó, me sacó y me puso de cucharita, me abrazó, levantó mi pierna, y me empezó a introducir esa enorme verga, fue un fuerte dolor, pero ese dolor me encantaba, era un dolor placentero. Así me tenía, de lado y se movía como un verdadero animal, entraba y salía de mi, mientras él me embestía, yo movía el culo hacia atrás, la quería aun más adentro mío. Este cabrón en tan solo un par de horas, me había convertido en toda una puta, pero yo solo quería ser su puta. Me la seguía metiendo sin parar, entraba y salía, mientras con la otra mano,  jugaba con mis tetas, que exquisita sensación, no paraba de metérmela, me besaba la espalda y el cuello, me daba fuerte, duro, y yo moviéndole el culo.
De repente se salió, me dejó de espalda en la cama, comenzó a bajar, abrió mis piernas, e introdujo su boca en mi febril entrepierna, su lengua la introducía en mi vagina, y con ella hacía variados tipos de  movimientos, y mientras eso hacía, con sus dedos pulgares, acariciaba mis labios, a ratos los succionaba, era un placer indescriptible, jamás nadie me había hecho sentir algo así. Abrió más mis piernas, alzó sus brazos y mientras comía de mi sexo, me amasaba los senos, sus dedos jugaban con mis pezones, y mientras yo, con ambas manos le tomaba la cabeza, y se la introducía aún más en mi entrepierna, si, muy rico todo, pero yo quería tener esa enorme verga dentro de mí. Así que lo tomé por el cabello, le levanté la cabeza, lo miré a los ojos y le dije: -Ya métemela toda- sonrió, y comenzó con su boca un camino ascendente hacia mis senos, y cuando ahí llegó, entre que me los lamía, me dio una embestida brutal, yo llegué a levantar mi pelvis, arquear un tanto la espalda, echar la cabeza hacia atrás, y poner en blanco mis ojos, al mismo momento que lanzaba un fuerte gemido. Y empezó así, a entrar y salir, a metérmela fuerte, profundo. Entraba y salía, yo moviendo mi pelvis al unísono con cada penetración. Amasaba mis tetas, las chupaba, sus dedos jugando con mis duros pezones. Yo abría más mis piernas, pues a pesar del dolor, lo quería más adentro de mi.
Yo seguía gimiendo, jadeando, gozando como nunca antes lo había hecho. Él me daba fuerte, duro, lamía mis tetas, a ratos acercaba su boca a mis oídos y me preguntaba: -¿Te gusta mi verga?- -¿Te gusta como te cojo, putita?- Eso me ponía a mil, me calentaba aún más, y mientras me la seguía metiendo duro, yo lo abrazaba, y rasguñaba su espalda. Al parecer a él le gustaba eso, y empezaba a menearse más rápido. ¡Que rico cogía este cabrón!
Llevábamos al menos media hora así, aparte de cargarse tremenda verga, coger exquisito, y guapo, tenía una resistencia y potencia única. Insisto, nadie me había cogido como él, y vamos, que ambos ya rondábamos casi los cuarenta.
Supongo que a esa edad, uno ya ha adquirido la suficiente experiencia, cómo para ser un maldito dios en la cama.
Seguía dándome duro, yo a ratos le  abrazaba la cintura con mis piernas, arqueaba mi espalda y arrimaba mi entrepierna hacia él, solo para que llegara aun más adentro.
Una vez más acercó su boca a mis oídos y me preguntó: -¿Quieres cabalgar?- Yo lo miré y asentí.
Se salió, se recostó, y yo antes de montarlo, le di un par más de mamadas, luego lo afirme con mis dos manos, me puse sobre él, e introduje esa enorme verga dentro de mi. Empecé a menearme cómo desesperada, le daba uno y otro sentón, me la introducía hasta lo más profundo de mí, mientras él, en cada sentón que yo le daba, me daba embestidas. Alzaba sus manos y jugaba con mis senos. ¡Que rico como me los tocaba! Más me calentaba, y más rápido eran los sentones.

Autor: David Véliz Laroze.
Libro: "Perversiones" (Próximo lanzamiento)
© Derechos reservados, 2018.

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