VI. Dardos

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Mentiría si dijera que desde el pasado sábado Mimi no había dejado de hablar con Ana por whatsapp. Mentiría si dijera que no se divertía, y que ni una ni otra eran conscientes realmente que buscaban cualquier excusa para iniciar la conversación. Ana, a media noche del sábado, en plena fiesta con su amiga Martel fue capaz de enviarle un mensaje, sorprendiéndole en mitad de su trabajo, porque ella continuaba con el puñetero informe.

El domingo, Mimi pensó que era buena opción preguntarle por la resaca mañanera, y así estuvieron hablando, hasta que finalmente Ana tuvo que entrar a trabajar en el turno de tarde. Mentiría si dijera que las conversaciones con ella eran profundas, sobre el cosmos o el sentido de la vida, nada de eso. La conversación surgía y fluía, y muchas veces eran más tonterías o chorradas por parte de la rubia, que en poco menos de unas cuantas horas de fiesta y un par de charlas se había dado cuenta que Ana era de risa fácil, y ella no iba a quejarse por sentirse la reina de la comedia.

También mentiría Mimi si negara que el lunes sabiendo por descontado que coincidiría con Ana en el gimnasio, y para que no sólo fuera un simple saludo, llegó con más de media hora de antelación, algo inédito en ella, que más bien solía llegar cuando estaban calentando en la clase de turno a la que se apuntaba. La encontró en la sala haciendo abdominales, así que se decidió por agarrarla de las piernas, inmovilizándole el tren inferior:

- Hola... - le saludó con una sonrisa y su rostro infantil.

- Joder... Qué susto me has dado.

Mimi se rió disculpándose y se sentó a su lado. A decir verdad era raro que tantas horas hablando, tampoco supieran cómo saludarse cuando se encontraban a solas.

- Qué pronto has llegado para ir a clase de spinning. - miraba el reloj de la sala.

- Ya. Es que así aprovechaba para saludarte.

- Pues hola. - le sonrió. - ¿El informe bien?

- Sí, sí... A primera hora de la mañana. Bien calentito en el despacho de mi compañero.

- No esperaba menos. - y le hizo chocar la mano.

- Y tú, ¿qué tal las clases? ¿Hoy no trabajabas, no?

- Sí, hoy le cambié el turno a una compañera por eso fui el domingo.

- Resacosa... Habría que verte vendiendo perfumes - se reía de ella.- Bueno, ¿qué? Al final te animas a hacerme compañía en spinning.

- Ni de coña. Quiero seguir caminando mañana.

- ¡Eres más exagerá...! Si lo probaras seguro que te gustaría. - le miró a los ojos.

- Sí, puede ser.. Pero no estoy en una fase de mi vida que quiera experimentar. - le mantuvo la mirada.

- Pues con ese pensamiento te pierdes muchas cosas.

-Seguramente, pero como no lo sé tampoco me duele.- se encogió de hombros.

- Mira.. me voy para la clase por no oírte - y le pegó un pequeño empujón al levantarse del suelo.

- ¡Mimiii..! - se quejó de manera graciosa viendo como se esfumaba entre la gente.

Más tarde, cuando Mimi salía por la puerta del gimnasio encontró a Ana, sumida en su móvil.

- Morena. - le llamó la atención. - Juraría que ahora la que está haciendo tiempo para verme eres tú.

- Menuda creída estás hecha. - se acercaban hacia donde tenía aparcada la moto Mimi.

- ¿Te acerco a casa?

- No es necesario. Gracias. - y miraba atenta cómo Mimi se ponía el casco, se acomodaba la mochila del gimnasio entre las piernas y bajaba el caballete, haciendo una leve maniobra para dejar la moto preparada para salir.

DECISIONES - warmi -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora