Saldo en el móvil

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A veces damos todo por hecho, creemos que las personas son como cosas que siempre estarán ahí sin moverse, tan solo esperando a que las recojamos o las usemos, sin ningún cuidado permanecerán donde las dejemos; pero la realidad nos remarcará ese error hasta que sangre brote de nosotros en forma de nostalgia por aquello que fue nuestro e hicimos a un lado.
Con suerte la herida va a cicatrizar, pero los recuerdos estarán con nosotros hasta que la edad nos haga perder la razón.

Sin excusas ni pretextos obedecemos a lo que nuestro jefe malhumorado escupe en nuestra cara pero ¿Qué hacemos cuándo esa linda chica, a la que hace años entregamos un brillante anillo esperanzados y con una sonrisa gigantesca escuchamos "si" como si todo se hubiese vuelto perfecto, nos pide cinco minutos para charlar?
Cual imbécil contestamos "No tengo tiempo ahora" o "Estoy cansado", pero cansado ¿De quién estamos cansados? ¿Acaso de la única persona que nos ha soportado a pesar de todo?

Otro buen ejemplo, es cuando cambiamos el "vamonos de party" por un "mañana tengo oficina", pensando que podemos reunirnos con los amigos otro día, o quizá la próxima semana o el próximo mes...¿Cuándo fue la última vez que los vi?

Se preguntarán porqué digo todo esto, pues es sencillo, dejé pasar el tiempo y las personas importantes para mí, un día simplemente ya no estaban. Contrario a lo que al parecer pensaba, ellos no se quedaron en el sitio en el que los dejé. Sin embargo, como ya dije, la realidad o el destino o como le quieran llamar se encargó de reprocharme mi error y hacermelo pagar caro, bueno, de hecho si hablamos de precios solo valía 10 pesos.

Seguro ahora quieres saber a que me refiero con eso, pues bien, te lo explicaré.

Yo era una de esas personas inteligentes y con amigos en la universidad, basicamente todo era perfecto en mi vida y cuando me gradúe eso no cambió, seguía de fiesta con los amigos y apenas un par de meses después conseguí un muy buen empleo en el que prácticamente se pelearon por que me quedara, tras un tiempo ahí y con mis primeras pagas me casé con mi novia, nuevamente todo iba de maravilla. Ninguno de los dos quisimos tener hijos, así que solo estabamos nosotros dos y eramos absolutamente felices, de hecho no recuerdo una sola vez que tuviéramos una discusión en la que nos distanciaramos o levantaramos la voz. Probablemente ella era la persona más comprensiva sobre este mundo y yo le daba todo cuanto podía para hacerla feliz.
¿Qué fue lo que pasó?
Nos cansamos de manejar a diario, del ruido de la ciudad y del nuevo bar junto a nuestra casa.
Lo más fácil hubiese sido buscar otro departamento cerca pero preferimos cambiarnos a una ciudad más pequeña creyendo que sería más tranquila también.

No fue así.

Mi nuevo jefe distaba mucho de ser como el anterior, era un completo mandon, siempre inconforme y las palabras de cortesía no figuraban por su limitado vocabulario. Un abusivo que por poco sueldo me hacía trabajar más de mi horario, pero nada podía hacer pues necesitaba el trabajo para terminar de pagar la casa. Cami trabajaba en casa haciendo bufandas, gorros, arreglando ropa y vendiendo dulces que ella misma preparaba, por lo menos no se aburria mientras me esperaba, aunque en ocaciones ni siquiera llegaba a tiempo para darle las buenas noches y la encontraba en la cama dormida a la mitad como si hubiese tenido una larga lucha contra el sueño hasta finalmente ser vencida.

Esta fue mi situación por cerca de cuatro años y aún así mi esposa jamás me abandonó, fui yo quién la fue dejando en el olvido, siempre después del trabajo y cambié mis salidas con ella por una pila de documentos por entregar. Ya ni siquiera contestaba sus mensajes pues, o lo dejaba para despues o no tenía saldo, ya que hasta para una simple recarga no tenía tiempo, o no quería tenerlo.

Rara vez contestaba cuando ella llamaba pues solo me preguntaba como estaba o si pensaba llegar a tiempo para la cena.

Un día recibí una llamada de ella pero como siempre, la ignoré. Su insistencia colmó mi paciencia y finalmente tomé la llamada pero no fue su voz la que estaba al otro lado de la línea.
"Setecientos setenta mil pesos, al numero de cuenta **************** antes de las tres de la tarde, si la quieres completa, anota ****************. Cuando este listo llamas a este número para saber donde está, no llames a la policía, vendrás a recogerla mientras nosotros vamos por el dinero y no se te ocurra hacerte el listo porque el tiempo corre" Esas fueron los números que escribí con mi mano temblando en las notas azules sobre mi escritorio, lo sé porque conservo la nota. Tan solo esa corta frase me dejó helado y sin poder moverme de ahí. El reloj parecía mi enemigo, marcando cada segundo con esa manecilla.

Inspiración de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora