old boys

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– ¡Ya volví!

Keith dejó sus llaves en la mesa de la cocina, tras haber cerrado la puerta principal de su apartamento. Cosmo no tardó en acercarse a su dueño con calma, y saludarlo frotando su cabeza contra su pierna.

– Buen chico –respondió el pelinegro con una sonrisa decorando su rostro –.

Se enderezó, y observó el panorama de su vivienda. No llevaba más de 5 años en aquel lugar, que a pesar de ser algo pequeño, resultaba muy acogedor. Habían sido 5 años siendo oficialmente un ex-paladín. Y, bueno...

Un poco más de 5 años desde que había comenzado a aceptar que no le gustaban las chicas. Ninguna de ellas.

Casi 6 desde que salía formalmente con cierto cubano que lo enloquecía.

El joven sacudió su cabeza, al sentir como se sonrojaba ligeramente al pensar en el pasado. Se sacó las zapatillas y las dejó en el recibidor, junto con su chaqueta.

Regresaba de una reunión en el Garrison. A pesar de que ya no eran los miembros de Voltron, su rol en aquella institución no había perdido importancia. Es más, se habían convertido en asesores de pilotos, probaban las nuevas naves... En fin. Tenían una vida importante, pero lejos del campo de batalla.

Esto principalmente porque ya no habían batallas.

La guerra contra los galra habían acabado hace 4 años, y la galaxia estaba en una época de paz y armonía increíble. Eso les daba a los terrícolas, y a Allura y Coran, quienes se habían quedado con ellos, la tan ansiada tranquilidad en su planeta hogar.

Se dio cuenta de que nadie había respondido a su llamado anterior. Rodó los ojos, mientras que agarraba un elástico de la mesita central de la sala. Lo sostuvo entre sus dientes, mientras que se hacía una media-coleta, algo desprolija.

El atardecer entraba por los ventanales amplios, y bañaba el espacio en naranjas y amarillos. Keith pensó que sin duda era algo que había extrañado de la tierra.

El sol.

Le traía muchos recuerdos del desierto, de su padre. Tiempos en los que era un chiquillo rebelde, y pasaba casi todos sus días recorriéndolo de punta a punta.

Tras acomodarse un mechón detrás de su oreja, caminó hacia su habitación.

Se detuvo en el marco de la puerta. Lance estaba durmiendo a pierna suelta en su cama. Seguía con su ropa de casa, por lo que el coreano sospechó que jamás había salido a hacer las compras como le había escrito por mensaje.

"No te preocupes, bebé, yo me encargo" imaginó al chico decir en su cabeza, mientras soltaba una risilla suave.

Se acercó a su novio, y se agachó al lado de la cama, observando su rostro.

Tantos años después, y aún no podía mirarlo directamente los sin que su corazón latiera a mil revoluciones.

Keith comenzó a trazar círculos en el rostro dormido de Lance. A perfilar su perfecta quijada con su dedo índice.

No contaba con que el movimiento despertaría a Lance.

– ¿Keef? – parpadeó un par de veces, mientras ajustaba sus ojos a los rayos de sol que se colaban por entre las cortinas.

– Lo siento. Vuelve a dormir –se excusó avergonzadamente.

Estiró sus piernas, pero la mano morena del chico de ojos azules atrapó la suya, impidiendo que se terminara de poner de pie.

– Me gusta –la ternura escapaba de sus labios–. ¿Puedes seguir haciéndolo por favor?

El coreano no pudo evitar sonreír, ni tampoco sonrojarse.

[ KINGS ] Klance One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora